Valentín Tomé
Res publica: Bárcenas y Villarejo y los antihegelianos
Uno de los más grandes gigantes del pensamiento es Georg Wilhelm Friedrich Hegel, cuyo sistema filosófico basado en el idealismo ha ejercido una enorme influencia en generaciones enteras de pensadores, politólogos, sociólogos… Dentro de su vasta obra, nos centraremos aquí en su idea de Estado.
Para el idealista alemán, el Estado representa el estadio último de desarrollo del Espíritu objetivo. Este proceso que lleva a esta etapa final de máxima perfección se iniciaría como sigue: el espíritu individual, que, en razón de sus pasiones, prejuicios, y ciegos impulsos, es sólo en parte libre, sujeto del yugo de la necesidad (lo opuesto a la libertad), sólo puede alcanzar su plena realización por medio de la libertad del ciudadano. Así se empieza reconociendo los derechos de los demás, primeramente como moralidad, y finalmente como moral social, en la que la primera institución es la familia. La suma de familias conforma la sociedad civil, que, sin embargo, pese a su forma imperfecta de organización se compara con el Estado, el cual es el cuerpo social perfecto de la Idea. De esta manera para Hegel, el Estado, a través del devenir histórico, terminaría "encarnando" la Razón como absoluto.
Sin duda, Hegel fue uno de los pensadores más optimistas de la Historia, "todo lo real es racional", argumentó; y el Estado sería la etapa final por la que los seres humanos alcanzarían la Libertad plena como ejercicio de la Razón. Tal era así que definió al Estado como el Espíritu Absoluto.
Posteriormente a Hegel, muchos pensadores se cuestionaron esta visión tan categórica sobre esa forma de organización social que en definitiva es en lo que consiste un Estado. Dentro de todos ellos, los más radicales críticos de esta idea fueron los filósofos anarquistas, para quienes, en general, el Estado, o cualquier otra institución que ostenta poder, engendra violencia, al ser la minoría de aquellos que ostentan el poder quienes coartan la libertad de los demás individuos para continuar manteniendo sus privilegios en detrimento de la mayoría.
Sin embargo, la mayor parte de las discusiones sobre lo qué representa en realidad el Estado han transcurrido en el plano de lo teórico. ¿Tenía razón Hegel cuando afirmaba que el Estado es el Espíritu Absoluto? ¿Habría alguna manera de saberlo? Siguiendo los postulados del filósofo austriaco Karl Popper, contrastar una teoría significa intentar refutarla mediante un contraejemplo.
Afortunadamente, gracias a la labor documentada mediante diferentes recursos (bibliográficos, sonoros, digitales…) de José Manuel Villarejo y Luis Bárcenas disponemos ya de ese contraejemplo que tiraría por tierra las tesis hegelianas de manera tan radical que estos dos personajes deberían formar parte del Parnaso de todos los críticos más furibundos de Hegel, los conocidos como antihegelianos.
Antes de entrar a analizar la gigantesca obra de ambos, se hace necesario hacer algún pequeño apunte biográfico. De Villarejo sabemos que ingresó en la policía en 1972, y que el momento cumbre de su carrera profesional comenzó en 1983, cuando pidió una excedencia para dedicarse a la actividad empresarial. Desde ahí y hasta 1992 manejó hasta 46 empresas con un capital social de más de 16 millones de euros. Al acabar ese periodo, Villarejo se reincorporó como agente encubierto para la Secretaría de Estado de Interior, dónde participó de numerosas investigaciones, y después pasó a las suyas propias. Esas que en 2017 le llevaron a ser acusado de organización criminal, cohecho y blanqueo de capitales: servicios de investigación y espionaje. De Luis Bárcenas podemos decir que es un empresario y expolítico perteneciente al Partido Popular, donde se desempeñó primero como gerente, entre los años 1990 y 2008, y después como tesorero hasta 2009. En la actualidad está condenado a 29 años de prisión por el conocido como caso Gürtel.
Sería imposible reseñar aquí todas las aportaciones realizadas por estos hombres en aras a destruir las tesis de la Filosofía de la Historia de Hegel; muchas de ellas se encuentran aún en fase de investigación y otras, como señalan los propios autores, aún no han sido dadas a conocer a la luz pública (dado el número significativo de muertes inesperadas que se producen alrededor de estos macro juicios sobre la corrupción, y por aumentar el conocimiento sobre nuestro objeto de estudio, deseamos que la Fortuna proteja a nuestros héroes). A pesar de ello, su obra conocida es ya tan exorbitante que disponemos de información suficiente para asegurar que el Estado, al menos el español, lejos de encarnar el Espíritu Absoluto o la Razón, supera los desarrollos teóricos del más radical de los antihegelianos.
A raíz de los datos aportados, en el caso español, el Estado se comportaría como un ente totalizador, que absorbe todos los poderes y difumina sus límites, sin rastro de Montesquieu, incluyendo, además de los que le son propios como el ejecutivo o el judicial, a todos aquellos que en teoría deberían orbitar en su exterior, como el económico o el de la prensa. Todo queda engullido en él para mayor gloria de una élite muy reducida que se sirve del mismo para su provecho. Un Absoluto, sin duda, pero no el imaginado por Hegel, sino el peor de todos, aquel donde no queda rastro alguno de ciudadanía y solo habita la miseria moral.
Así, sabemos, por ejemplo, que Villarejo a mediados de la década de los 90, participó en la elaboración del Informe Véritas, encargado por el Ministerio del Interior dirigido por José Luis Corcuera (PSOE) en el que se recogían datos sobre la vida privada de jueces como Baltasar Garzón, políticos, periodistas y empresarios como Javier de la Rosa con el fin de extorsionarlos. Que en marzo de 2015, en una conversación grabada entre Villarejo, otro comisario e Ignacio González, presidente popular de la Comunidad de Madrid, este le pedía que no saliera a la luz que poseía una empresa pantalla radicada en Estados Unidos, dueña a su vez de un ático en Estepona. Que en julio de 2016, Villarejo declaró ante el juez que había viajado frecuentemente a Cataluña a buscar información comprometedora de políticos vinculados al proceso soberanista por orden de la Dirección de la Policía y del Ministerio de Interior.
Que en el marco de esa llamada brigada patriótica residenciada en el Ministerio del Interior se manipularon pruebas para intentar destruir a Podemos e impedir por todos los medios un pacto con los socialistas para gobernar. Que toda esta información era filtrada posteriormente a determinados periodistas o medios de comunicación para que se hicieran eco de la misma a pesar de conocer su inautenticidad. Que en febrero de 2019, se encontraron indicios que podían implicar a Villarejo como autor único del incendio que sufrió la Torre Windsor, rascacielos del complejo AZCA, en pleno corazón financiero de Madrid para destruir unos papeles perjudiciales para el entonces presidente del BBVA, Francisco González Rodríguez, previo pago de este de cinco millones de euros al excomisario, con el fin de evitar que los empresarios Luis del Rivero, Juan Abelló y el ex ministro de Industria socialista, Miguel Sebastián, le arrebataran la presidencia del banco. Que Juan Muñoz, marido de Ana Rosa Quintana, contrató a Villarejo para cobrar una deuda mediante el chantaje a un juez con un vídeo comprometedor de contenido sexual…
En lo que se refiere a Bárcenas, gran parte de su obra queda resumida en la carta enviada por él mismo hace unos días a la Fiscalía Anticorrupción. "Desde 1982 existió institucionalizado un sistema de financiación del PP con percepciones en b que se realizaban a través de donativos (…). Esos fondos ―caja b― se nutrían con carácter general de donativos o aportaciones efectuadas por personas relacionadas con empresas beneficiarias de importantes adjudicaciones públicas (…). Las personas que recibieron estos complementos salariales fueron en concreto: Mariano Rajoy, Dolores de Cospedal, Federico Trillo, Pío García Escudero, Francisco Álvarez Cascos, Ángel Acebes, Javier Arenas, Rodrigo Rato y Jaime Ignacio del Burgo (…). El motivo por el cual se suscribieron estas acciones (donación de 140000 euros de la caja b) fue a consecuencia del aumento de capital social que se realizó por Libertad Digital y por razón de que este medio resultaba afín a las ideas del Partido Popular y especialmente a las tesis de la autoría de ETA en los atentados del 11-M que tuvieron lugar unos meses antes de la suscripción de estas acciones". Estos son algunos extractos de su escrito. Pudiera parecer que al contrario que en el caso de Villarejo, el poder judicial sale incólume de esta confesión, pero también se ve afectado de manera implícita cuando afirma en esa carta: "…di por buena la promesa que se me había hecho llegar a través de intermediarios de que mi mujer, Rosalía Iglesias, no entraría en prisión a consecuencia de la sentencia de la pieza Época 1". Es decir, confiaba, buenas razones tendría para ello, en que las gestiones realizadas por representantes de su partido evitarían la acción de la justicia.
Quod est demonstrandum entonces que nuestro Estado es la antítesis del ideal imaginado por Hegel. Como coda, añadir que estos dos referentes del pensamiento antihegeliano, habitantes de las entrañas de un Estado putrefacto (que además tiene desde sus raíces fuertes vínculos con la dictadura), estaban condenados a encontrarse: "… lo cierto (declaraba Bárcenas en su carta) es que me ha resultado desalentador el conocimiento de los hechos que están siendo instruidos en el Juzgado Central 5 de la Audiencia Nacional, en concreto en la Operación Kitchen, que revelan el montaje de seguimientos y vigilancias ilegales ―no acordadas judicialmente― e incluso, con uso de fondos reservados ordenados por altos cargos del entonces Gobierno y que pertenecían al Partido Popular, con la inestimable colaboración de altos cargos policiales. Estas actuaciones han llegado hasta el punto de lograr la sustracción de documentación sensible al Partido Popular, de la que es buen ejemplo el robo en el estudio de mi mujer donde desaparecieron pendrives y diversos papeles que eran comprometedores a esta pieza (…)". ¿Adivinan qué alto cargo policial se encontraba detrás?. No podía ser de otra manera, en un Estado de estas características, un ente refractario a cualquier signo de racionalidad institucional, el protagonismo está reservado para unos pocos, la inmensa mayoría de los ciudadanos son simples invitados de piedra. Es probable entonces que usted y yo no nos encontremos nunca, o ¿quién sabe?, a lo mejor coincidimos en un futuro próximo, junto a muchos otros y otras, para intentar construir otro Estado, más próximo al ideal soñado por Hegel.