Tribuna Viva
La cuesta de enero
Llevamos meses pensando en nuestro ombligo y saltando a la comba con las normas que nos imponen (mejores o peores, están establecidas buscando el bien común).
Podríamos culpar a la hostelería, benditos, lo que están aguantando no se puede describir con palabras.
La hipocresía empezó el día en el que a algún iluminado se le ocurrió que quedaría bien en la foto de su red social (instagram para menores de 30 años, twitter o fbk para aquellos más veteranos) salir a aplaudir a las 20 horas al ritmo del resistiré. Otros engrandecían su ego permitiéndose el lujo de criticar sin reparo cada comportamiento ligeramente cuestionable del vecino. Otro grupo, reconozco que no el más abundante, cogió las normas y precauciones, hizo una enorme pelota y se dedicó a tirarlas a la basura, encestando triples como si de Lebron James se tratasen. ¿Qué podíamos esperar verdad?
Mejoraron las cosas, con la llegada del verano, pero no la gente. Creía sinceramente que aprenderíamos una lección de todo lo vivido, lo valioso de las pequeñas cosas y lo importante de tener sentido, criterio y cuidado, esperando momentos mejores, que seguro llegarían .
Pero no, cuando pensaba que no podría volver a sorprenderme la irresponsabilidad de la gente llegaron las navidades. Ho ho ho, feliz covidad, y de nuevo volvemos a lo mismo.
Eso sí, debo decir que no todo es negativo y desde este humilde artículo me gustaría agradecer a todos aquellos que han sacrificado tanto y han asumido la responsabilidad que debe corresponder en estos momentos. Porque nadie es perfecto, es realmente difícil cumplir a la perfección todas y cada una de las normas legales y morales que se nos exigen, pero si todos tuviésemos un poco de sentidiño, como bien decimos los gallegos, otro gallo cantaría. A todos esos valientes, un enorme GRACIAS.
Anticipo, igualmente, la cuesta de enero (y febrero y, más que probablemente, marzo) más dura de las que hemos conocido. De que la mitad de la ciudadanía no quiera vacunarse hablaré en otro artículo, si este periódico me lo permite, por supuesto.
Les espero en el hospital, aunque espero, créanme, que no les haga falta visitarme.
Alberto Fernández