Daniel Pérez Rodríguez
¿Por qué solemos ser egoístas cuando decidimos sobre nuestro cuerpo?
Estamos en unas fechas en las que comemos y bebemos en familia más de lo que nos podemos permitir y más de lo que estamos dispuestos a reconocer. Fue precisamente ayer, en una de estas cenas copiosas, tras poner los dulces sobre la mesa, cuando alguien dijo la típica expresión: "de algo hay que morir". Por algún motivo lo relacioné inmediatamente con la otra expresión: "con mi cuerpo hago lo que quiero". Al día siguiente amanecí dándole vueltas al asunto; reconozco que siempre me dieron rabia las expresiones usadas para justificar el maltrato tonto del cuerpo (aquél que carece de finalidad racional), pero nunca supe porqué me rechinaban los dientes cuando escuchaba a alguien decir "con mi cuerpo hago lo que quiero".
Tras unos cientos de vueltas en cama creo que por fin lo averigüé, aunque ya adelanto que tiene poco que ver con la ideología social y mucho con el egoísmo de nuestro cerebro. ¿Estás preparado?, comencemos...
La percepción de nuestra existencia es obra de nuestro cerebro: toda la realidad, lo que vemos, sentimos, escuchamos, es un constructo de nuestro cerebro que nos informa de lo que sucede a nuestro alrededor. Cabe destacar que esta información es una fracción muy pequeña de todo lo que nos rodea, por ejemplo: no podemos ver la radiación ultravioleta, escuchar las ondas de radio o sentir el trajín de nuestras células tras activarse el sistema del complemento para combatir contra un virus. Además, la información que nos pasa el cerebro ya está filtrada e interpretada. De esta forma, cuando hablamos de "nuestro cuerpo" en realidad nos estamos refiriendo a la vaga idea que nos hemos hecho de él a lo largo de nuestra vida.
Ahora parémonos a pensar: en cada segundo de nuestras vidas una enorme colonia de células trabaja y toma decisiones sin que nuestra parte consciente se percate. Nuestro cuerpo se encarga de absorber los nutrientes de la comida, combatir contra patógenos, curar heridas, ajustar los ciclos de sueño, comunicar información entre distintas partes, renovar y reparar nuestra estructura… sin que tengamos ni idea de que eso está sucediendo. Incluso tenemos montado un sistema de agricultura celular: las bacterias crecen en nuestro tracto digestivo alimentándose de lo que las células han transportado hasta allí, después las células recogen y transportan los nutrientes que las bacterias produjeron.
Ha sido la evolución la que nos ha dotado de un sistema nervioso y un cerebro que nos permiten tomar decisiones complejas basadas en información externa a nuestra colonia celular. Gracias a esto podemos ir a buscar nutrientes cuando se agotan, transportar la colonia a un lugar seguro cuando hay peligro, fusionar dos colonias para perpetuarlas (reproducción) e incluso buscar ayuda cuando se produce un daño importante en su estructura. El problema viene cuando este cerebro construye una ilusión de realidad tan egoísta y adulterada que olvida la finalidad de su existencia: ayudar a la colonia.
Probablemente todo esto te esté sonando raro, hablar de personas como si de sacos de células se trataran (gracias Lynn Margulis), pero piénsalo un momento: ¿acaso no podemos cultivar en el laboratorio nuestras células y hacer que vivan independientes?; aunque dependan del conjunto para sobrevivir cada una de ellas tiene vida de forma individual, al igual que nosotros como sociedad.
¿No es egoísta reducir el concepto de "cuerpo" a lo que el cerebro percibe a través de los sentidos?. Si decidimos algo basado en este concepto limitado, ¿estamos velando por todas esas células que cumplen religiosamente con su parte del acuerdo o estamos siendo egoístas?.
Dicho esto, quizás ahora entiendas mejor si te digo que cenar pesado no favorece un buen descanso: debería estar desayunando y estoy aquí dando vueltas a lo que alguien me dijo anoche. Me está llegando la hora de comer y tengo que ir a pelar patatas, así que te dejo un breve resumen de todo el artículo: tenemos una legión de células dispuestas a dejar sus vidas en aras de un beneficio común mientras que el estúpido del cerebro está distraído tomando cerveza con patatas fritas. Ah, y cenar ligero favorece un buen descanso. ¡Feliz 2021!