C.L. Fontán Ruiz
La hostelería
A la hostelería siempre se le ha exprimido más que al embrague de un automóvil. Circulo que abarca una comunidad tan variopinta que es difícil no encontrar una novela, película o canción en la que no sea nombrado alguna de sus cualidades.
La hostelería ha sido maltratada; de eso seguramente todas las personas con dos dedos de frente sean conscientes; pero no por el simple hecho de ser obligada a cerrar, si no porque primero fue ella la que voluntariamente bajo la persiana, aferrándose a tal acción, como todos, por cuestiones de salud. Después vino por parte ministerial una apertura atrevida, bajo unas condiciones precisas, pero viables. Para medianamente sacar algo de rentabilidad a un negocio que siempre ha sido rentable trabajando por encima de sus posibilidades.
A esto le siguieron unas restricciones sin criterio, que provocaron las limitaciones de movimientos de la ciudadanía, creyéndose el Estado con capacidad de controlar a una sociedad que ante el decreto de un bando piensa antes en cómo burlarlo que acatarlo. Podían haber descolgado el teléfono y preguntado. Porque sobre otra cosa no, pero de este peculiar mundo que es nuestra vecindad a nosotros nos separa un mostrador y a ellos cientos de despachos y escaños.
Pero faltaba por llegar a la estación de los olvidados el tren de la incertidumbre. Y cuando una clase política de categoría regional tiene que muletear con dilemas de Estado queridos lectores nos encontramos con el desorden de este desaguisado. Un enredo que de tratarse de amores, lidia y tentaciones, el presentador Jorge Javier habría abandonado el decorado.
Pero un problema, con el permiso de los sabios, es entregar un paquete sin mapa ni Gps en la ciudad de Calcuta; lo que a nosotros nos atañe tiene una confortable solución para todos. Y es simplemente el acto de permitirnos trabajar. Aun a sabiendas de que tendremos que tragar con algún que otro político colgándose la medalla de que abrimos gracias a su gestión en tal conflicto. Pero de embustes, falsificación y cuentos en este sector somos expertos.
Por tanto dirigentes les pido, desde este bar que ya se ha roto. Inviertan parte del dinero de todos ya que la hostelería genera empleo, riqueza y recursos pero lo más importante es que genera vida, patria y alegría. Que de penas y porquería ya hemos pagado el pato.
No culpen a la hostelería de la incompetencia, asuman que el único culpable es el virus. Como diría Carlos Tarque. Para empezar diré que es el final. No es un final feliz, tan solo es un final.
C.L. Fontán Ruiz
Cervecería El Bruc