Pedro De Lorenzo y Macías
¡Nuestro Jacobeo de 1965! Desde Pontevedra a Santiago.
¡Ya llovió lo suyo! ¡56 años de aquella odisea!
En la ciudad de Pontevedra la Falange tenía su sede en los pisos superiores donde se ubicaba Tobaris, hoy la esfinge del taquero Ravachol. Separaba esta sede con los Requetés Pontevedreses unos metros.
¡Ya me había ido de mi residencia, en Camplongo! Estudiaba con los Padres Mercedarios. En ese julio, llegué de vacaciones.
Mi hermano José Lorenzo Macías, uno de los pintores más solicitados en las galerías de España y varios países, se había afiliado con los requetés.
¡Falleció en el 2010, sufriendo la desolación del ELA!
Se había anotado a una marcha maratoniana. Salida el viernes 23, a las 20 horas desde Alba y caminar toda la noche hasta Santiago. Me propuso un trato: "que le sustituyese". Ya había pagado el abono. Siempre me encantó caminar y correr aventuras. Acepté. Su uniforme me iba de perillas y, además, me donó 25 pesetas de entonces para posibles gastos.
Vestido de Requeté, llegué sobre las 19 horas a la plaza de Galicia; aún estaba la estación del tren y la parada de los trole-buses. Allí, todos me acogieron con grata amistad y conocí a mi amigo Carlos Regojo.
Tomamos el bus y nos dejó en Alba, su última parada.
¡Perdonad, amigos! Soy muy malo para recordar nombres. Sé que iniciamos la odisea varios, llenos de buen ánimo y cordialidad. Noté que la velocidad del paso no era adecuada para tan larga caminata. ¡Era invitado y me adapté al grupo!
Hicimos la primera etapa por la izquierda, llevando nuestras linternas encendidas. La noche estaba engalanada de brillantes estrellas, burlándose de la coqueta y chulesca luna, la de cuatro caras. ¡Unos jabatos y llenos de euforia atravesamos el Puente de la Herrería, que nos da la entrada en la maravillosa villa de Caldas de Reis! Se comenta que era de origen romano; consta de cinco arcos de media punta y duelas uniformes. Sufrió muchas reformas; quedan restos del primitivo. Bandera el escudo de la villa.
¡Qué regocijo! Sola y acogedora nos recibió con mimo esta histórica fuente termal. Nos refrescamos. Algunos cometieron un error: descalzarse y lavar los pies. En una marcha no se debe descalzar hasta finalizarla. ¡Era la primera vez que visitaba Caldas y me embobó!
Caminamos por el centro, el camino portugués, siempre en silencio, con el saludo cariñoso de las tenues farolas de antaño.
El siguiente descanso y objetivo era Pontecesures. ¡Ya las hinchazones afloraban y tardamos más de lo previsto en alcanzar la meta! Unos amigos tenían los tobillos hechos polvo; otros, varios calambres. Ya llevábamos en nuestros pies unos 42 Km. El Jefe del Grupo decidió que acampáramos en un prado, muy cercano a la estación del Tren; el rocío nos molestaba; hicimos una pequeña hoguera y alguno había traído su manta que se compartió. Se intentó remediar las dolencias, pero sobre las 6,30 no se había conseguido ninguna mejora.
El tren paraba en Puentecesures a las 7 horas; acompañamos a nuestros amigos, que, tristes, iniciaron el regreso a sus casas. Hemos de reconocer su hombría y coraje; sufriendo lo suyo, la aceptaron sin lamentos.
Seguimos nuestro camino; aún había bastante jabatos y con ánimo de superación. El subir cuestas, pasando por Esclavitud, fue mermando fuerzas, pero no nuestro empeño. Tardamos mucho en llegar, con dolor, calambres, hambre… ¡Pero lo conseguimos!
Habían alquilado una habitación doble. Nos aseamos, fuimos de comida y ya habíamos resucitado. ¡Ya era el 24 de julio! Mañana visitaríamos al Apóstol, solicitando nuestros ruegos.
Había verbena en la alameda compostelana. Todos se fueron de conquista.. ¡Claro, con el uniforme había ventaja! Los observaba sentado en un banco e iba fijándome en pequeños detalles. ¡Era un fisgón!
Dormimos de un tirón; unos en las dos camas y el resto en el suelo. Nos despertó los cohetes y el Jefe de la Expedición. Formamos y nos encaminamos hacia la catedral, detrás de la compañía de Infantería.
Desfilando, llegamos a la Catedral. Cumplimentamos al Apóstol y el Cuerpo de Infantería nos invitó a comer en su cuartel, que estaba ubicado donde está El Parlamento de Nuestra Galicia.
Fue un ágape agradable y con gran compañerismo con los mandos y soldados. Hubo bromas y buen ambiente. El Jefe de la expedición nos alertó que teníamos que tomar el tren para Cesantes. Salía a las 16,30. A paso ligero, bajamos la cuesta… ¡En la estación nos esperaba el tren! Aquellos de carbón que iba dejando bocanadas de oscuro humo y su ruido infernal, pero tenía su duende, su encanto.
¡Estaba un poco desconcertado! Desconocía la programación de esta Odisea. Carlos Regojo lo aclaró. Nos dirigíamos a Cesantes para participar en la Procesión Marítima del Virgen del Carmen. ¡Nos esperaban a las 19,30 horas!
El viaje fue de traca. Varias paradas: bajar y subir viajeros iba mermando el tiempo. Al llegar a Villagarcía hubo un retraso, esperando que llegase el tren de Vigo. Pronto entramos en Pontevedra, cruzando el puente de hierro que hacía compañía al veterano de La Barca. ¡Ya estábamos en Reina Victoria y se divisaba la antigua estación de Pontevedra!
Esperaban muchos viajeros con aquellos penosos equipajes. Sufrimos un poco y otro retraso en Arcade. El grupo afloraba nerviosismo.. ¿llegaríamos a tiempo? El tren, ya cansino, se acercaba a Cesantes. En la estación nos esperaban varios marineros, vestidos de fiesta. Bajamos la pendiente a gran velocidad y embarcamos junto a la Virgen del Carmen.
La procesión me agradó. Surcar las verdes-azules aguas marinas, acompañados de cantos y de la Salve Marinera. ¡Bendita Stella Maris, Mater Misericordiae!
Finalizada la procesión, nos invitaban al tapeo. ¡Suena el silbato! A todo trote hacia la estación. A las 22 horas pasaba el último tren. Llegamos con fatiga y acompañado de algunos bocadillos. Sentados en el duro banco, fuimos reponiendo fuerzas y contando todas las peripecias.
¡El regreso a nuestra ciudad fue rápido! Nos despedimos. ¡Eran buenos chicos, de nobleza, de gran solidaridad, de buen compañerismo! No volví a tener contacto con ellos. Estuve fuera hasta el año 1969. Contacté con algunos y comentamos nuestras aventuras.
Me esperaba mi hermano José. Le informé todos los acontecimientos.
¡Por cierto! No había gastado las 25 pesetas. Quise entregárselas y me dijo: "Compra unas botas". Hablamos mucho toda nuestra familia. Éramos siete hermanos. Manuel, fallecido en 1985; José se fue al Origen de la Vida en 2010; Teresa y Santiago nos dejaron en 2018. Siempre están en mi recuerdo.
¡Tal vez lean este breve ensayo alguno que me acogió en aquella expedición! A todos, gracias y Feliz Año 2021, que se inicia otro Año Jacobeo.
Pedro de Lorenzo y Macías.
Fotografías: © Celina Reguera. Coordinadora Área de Cultura de Caldas de Reis.
ACLARACIÓN: Siendo niños, saltábamos desde la banderilla franciscana, imitando a los paracas. Mi hermano José cayó mal y una úlcera le atosigó la planta del pie izquierdo, siendo intervenido varias veces. Este fue el motivo de que me delegase la odisea jacobea. Tenía gran espíritu de superación y gran ánimo ante las adversidades.. ¡Siempre en mi recuerdo!