Carlos Regojo Solla
Federalismo
Aquella tarde, Nacho apareció en la academia tocado de boina roja con borla amarilla. De inmediato, para mí, cobró sentido aquella vieja foto coloreada del tío Pepe en la que se le veía sentado al piano, un vetusto instrumento de la marca Piazza, de la caja del cual, en su lado izquierdo, descansaba una gran boina roja de la que pendía una larga borla amarilla que resbalaba por gran parte del lateral casi hasta el principio del teclado, todo ello al más puro estilo "zumalacárreguiano".
Era una de las pocas fotos recuerdo, testigo de escasos e importantes acontecimientos familiares, enmarcadas en artísticos portarretratos con flores y arabescos labrados en relieve que daban al conjunto un aspecto sólido y elegante, confeccionados casi todos ellos en casas viguesas de fotografía como la de "J. Ocaña e hijos" sita en el 32 de la calle Príncipe, como era el caso.
Yo no llegué a conocer al tío, ni a su hermana Paz, pero mi infancia se llenó de sus virtudes de las cuales se refería la abuela siempre precediendo sus nombres de la palabra "finadiños". Paz, bellísima, de melena en tirabuzones rubios , con unos hoyuelos en la cara blanco rosada que acentuaban su palidez y delicadeza, falleciera de meningitis con nueve años y Pepe, maestro en la República, políticamente inquieto, cayó en el frente a poco de comenzar la Guerra Civil. Todo ello, unido al fallecimiento del abuelo a causa de la, por entonces, temida tuberculosis, provocó el principio del fin de los negocios familiares en Bayona la Real.
Como si se me hubiese abierto una puerta esperada, no tardé más que lo que duraban las clases de la tarde en lucir yo mismo aquella boina roja con aquella borla amarilla, propiciada en el Círculo cultural Juan Vázquez de Mella de la calle Michelena en el 6º piso del edificio de "Aviaco" donde se concentraban los carlistas de nuestra ciudad, D. Manuel Vázquez, el Sr Torres, mi querido amigo Mario con el que me honré de una amistad sincera hasta su fallecimiento… y una legión de chavales cuyo número aumentaba día a día hasta convertir el carlismo en nuestra ciudad en un fenómeno inexplicable por entonces.
De la noche a la mañana comenzamos a celebrar actos, conferencias, edición de la publicación "Adelante" (titulo que yo había propuesto), desfiles por la ciudad con uniformes militares proporcionados por un comandante del ejercito de un acuartelamiento de nuestra ciudad, creación de un club de montaña… Un montón de actividades que explotaron en nuestra ciudad y que solían poner nerviosos al Frente de Juventudes de la Falange cuyo local social se encontraba cerca del nuestro.
Corría el año 61 cuando comenzamos a ir a Montejurra todo un acontecimiento religioso político a celebrar en el monte y en Estella (Navarra) todos los primeros domingos del mes de mayo tiempo en el cual solíamos estrenar para el viaje la última adquisición de "coche de línea" de Transportes la Unión entre los que recuerdo un flamante número treinta que hoy daría risa.
Por el camino íbamos recogiendo carlistas por doquier desde Pontevedra, Villagarcía, Ourense capital, Junquera de Ambía … hasta completar las más o menos sesenta plazas del bus. Eran unos viajes llenos de ilusión y cánticos, normalmente financiados, decían, por un empresario orensano. Con frecuencia nos encontrábamos por la ruta en aquellas viejas y tortuosas carreteras del norte con la vuelta ciclista a España cuando ésta se realizaba en mayo. Estos viajes duraron unos cuantos años y fueron perdiendo intensidad a la par que aquellos chavales intentábamos enfocar nuestras vidas y la situación política española obligaba a ir situándose en alguna de las posturas ante un régimen que tocaba a su fin.
Hacía cuando menos un lustro que no acudía a la concentración y todos prácticamente habíamos dejado atrás los recuerdos de nuestro paso por el carlismo hasta que llegó aquel fatídico y fratricida domingo, nueve de mayo del 76, en el cual el carlismo, preparado también para una postura política cara a las elecciones generales, se sume en el enfrentamiento de sus dos líderes aspirantes a la jefatura del partido, Carlos y Sixto, ambos hermanos, en la cumbre del monte donde alguien abrio fuego real con una ametralladora a los participantes del "Vía Crucis".
Volvimos a Montejurra, bajo la dirección del orensano Manolo Rego, Jefe Regional del carlismo en Galicia y lo hicimos con boina roja, sin borla, unos meses antes de las segundas legislativas democráticas ( creo recordar que, en las primeras, el partido no estaba aún legalizado). Por entonces las posturas tradicionalistas de muchos de nosotros se habían tornado hacia la modernidad al introducir Carlos Hugo de Borbón aspectos innovadores aplicados al tradicionalismo tales como el socialismo de autogestión contemplando fundamentalmente la propiedad del trabajador sobre la producción, un cambio encaminado a impulsar la tradición y adecuarla a los tiempos. El mismo Carlos Hugo, rehusando a su deseo de aspirar a la jefatura del estado, se presentó como candidato parlamentario español por el partido Carlista en Navarra por lo cual y para fomentar su apoyo e impulsar su candidatura llevamos en Pontevedra una candidatura testimonial contra reloj.
Vivimos a velocidad supersónica y no somos capaces de seguir un ritmo que permita la meditación y el análisis para establecer bases sólidas en las que aposentar soluciones concretas a los problemas sociales. El ritmo frenético de los avances tecnológicos está superando nuestra capacidad de meditación, y la necesidad de muchas actividades laborales se pierden en función de la eficacia robótica. Tal vez aquel socialismo autogestionario propiciado por el carlismo hace años, pueda servir, hoy más que nunca, para evitar el mundo de indigencia en el cual ya estamos metidos.