Pedro De Lorenzo y Macías
Caco: Jeremías y Bucanero
Jeremías y Bucanero todas las mañanas, muy temprano, iban a revisar en su gamela las nasas; recogían las presas y las dejaban preparadas para el día siguiente.
Ese día amaneció despejado, el viento dormido, un gran bochorno abrazaba a todos los seres, que se sentía con malestar. Pronto el mar se agitó; Jeremías ya había pasado muchas situaciones de esas; su olfato le aconsejaba volver. ¡Hay días gafes! El motor de la gamela se averió. Jeremías con sus remos se dirigía a Portonovo.
El mar, traidor, cambió las corrientes; Jeremías sabía lo que tenía que hacer, pero le faltaban fuerzas. La marea empezaba a subir agresiva; su único recurso era entrar en las corrientes y dominando el timón llegaría a Bascuas.
Una ventisca, agresiva, asesina, sin piedad, embistió a la gamela; Jeremías iba capeando el temporal con aplomo e inteligencia. ¡Ya estaban cerca! Una ola bestial y enorme les envistió y tiró a Jeremías que se golpeó la cabeza con una piedra. Bucanero se lanzó al agua, agarró sus solapas, y lo llevó a la playa.
Fue en busca de ayuda. Todos llegaron apresurados, pero Jeremías había muerto; no murió ahogado, pero fue desnucado por una piedra.
Todo el pueblo se vistió de luto; reconocía la valentía, los dotes grandes de marinero que tenía Jeremías; hasta los envidiosos tuvieron pesar de su muerte.
Su cuerpo fue expuesto en la cofradía de pescadores, que, por turnos, le tributaban honores.
Simón y Dímas se personaron y prepararon su entierro; avisaron a su hijo, pero no lo localizaron. Su nieta, Alicia, llegó enseguida, llorosa, penosa y destrozada.
Adoraba a su abuelo; éste se había sacrificado para que ella estudiase y terminase su carrera. Se había licenciado hace dos días y venía al pueblo para celebrar su título con él: lo encontró muerto.
Bucanero y Alicia durmieron en casa de Simón; los dos se abrazaban y lloraban; Caco, Micifú, la Familia Cuervo, y los demás, trataban de consolarlos. ¡Una gran tristeza se apoderó del chalet!
La noche lloró serenamente, acompañada con unos suaves tonos acuosos. Una gran niebla espesa, luctuosa, tomó el relevo de las lloviznas. La Luna y las estrellas estaban de profundo luto: no salieron.
Al amanecer el gallo no cantó, ni se oyeron lo trinos, ni los jolgorios de los pájaros; todos estaban en silencio.
Un gran cortejo seguía el ataúd en donde descasaba Jeremías; Mucha gente detrás: unas iban muy silenciosas, pensativas; otras hablaban de la gran honestidad, seriedad, y valor de Jeremías; las menos decían de que le serbio ahorrar tanto dinero, pues no lo pudo llevar al otro mundo, si lo había.
El día mostraba tristeza, estuvo en calma, suave; El sol lucía con una gran melancolía su colorido, opacado por lágrimas de diáfanas nubes.
Marineros, mariscadoras, pescadores portaban coranas y cantaban la salve marinera.
El patrón mayor del gremio de pescadores, acompañado del alcalde, mostraban sus galardones y mostraban caricaturas fúnebres. Los Animalitos iban muy tristes; llegaron a Santa María de Adigna; oficiaron una misa con muchos curas. La iglesia y sus aledaños estaban repletos de feligreses. Al terminar, fue enterrado en el cementerio que estaba junto la Iglesia.
Todos le dieron el pésame a Alicia, que lloraba mucho; Bucanero y Caco estaban a su lado, la consolaban y le daban ánimos.
Comieron en casa de Simón: Alicia con Bucanero, Dimás y su esposa, Don José, el carpintero, muy amigo de Jeremías, al cual había dejado de albacea. Todos estaban muy apenados y trataban de consolar a Alicia; ésta, llorosa, contó todo de su infancia.
- Cuando murió mi madre, el abuelo me trajo a vivir con él; mi padre se desentendió de nosotros; se fue de juerga por muchos países. El abuelo me cuidó y se esmeró en mi educación; aunque era un marinero, era un hombre de gran cultura, muy serio, pero mucho más cariñoso. Me animó a que hiciese una licenciatura; él siempre me enviaba dineros para mis gastos, me animaba en todo; cuando suspendía alguna asignatura, me decía que los suspensos son para los que estudian; y con gran cariño, me decía “no te desanimes, lo lograrás. Venía todos los veranos. Éramos muy felices con todos los ajetreos del mar, y otras ocurrencias. Pero estos dos últimos años no vine, pues quise recuperar asignaturas pendientes. ¡Qué tristeza! Me acabo de licenciar y venía con un gran contento para compartirlo con él; pero llegué tarde........., estaba muerto.
Mamá Luisa la abrazó y dejó que llorase todo lo que pudo; poco a poco, se fue calmando y con palabras muy cariñosas...........
- Alicia, tú abuelo se siente muy orgulloso en el otro mundo, pues ha conseguido que tú acabases tu carrera, lo cual era un gran orgullo para él. Nacemos para morir, pero los hijos, nietos, son los que nos hacen que perduremos durante todos los tiempos. Tienes que luchar por la vida y contar a toda tu descendencia los valores de tu abuelo.
Rompió en lágrimas. Todos estaban muy tristes; los animalillos lloraban en su corazón, pues no querían aumentar las penas de Alicia. Esta, cansada, se fue a dormir y lo consiguió. Los demás, en la mesa, pusieron las cuestiones que había que resolver; llegaron a un acuerdo: pedir las últimas voluntades de Jeremías, procurar que ella luchase por su futuro, y otros eventos.
Caco y Bucanero iban todos los días al cementerio; junto la tumba de Jeremías, le dejaban una rosa de su jardín; los dos muy apenados, le decían al gran Dios que le diese la gloria, ya que había sido un hombre justo y caritativo.
- Toda mi vida fue una porquería hasta que Jeremías me aceptó; ahora me quedo huérfano y no sé que hacer.
- Amigo Bucanero, soy tu amigo; vivirás con nosotros.
- ¡Te lo agradezco! Pero sois muchos los que habitáis allí, y no sé si tus dueños me acogerán.
- ¡Déjate de pensar en eso! Todo se arreglará, tanto para ti como para tu amiga Alicia. Simón y Mamá Luisa, Dimas, Don José, son personas muy buenas y no te dejarán sólo.
- Caco, eres un gran amigo y tengo mucha confianza en ti. ¡Ojalá sea cierto lo que dices!
- ¡Vamos a casa y tratemos de alegrarnos!, sino Jeremías se sentirá dolido en la otra vida. El siempre quiso nuestra felicidad. Aunque lo echemos de menos, sonriamos a la vida y luchemos por ella, como él hizo.
- Tienes razón. Eso me lo decía todas las noches: “Si muero, no me llores, sonríe, pero no te olvides de mí”.
Llegaron a casa; La familia Cuervo y Micifú los acosaron con preguntas; no sé lo que dijo Micifú que recibió un mordisco en el rabo. ¡La que armó! Con sus miaus, gemidos de mimoso, todos salieron a socorrerle; pero su comedia hizo reír a todos. Ya se volvía a la normalidad.
Ya pasados unos días, hubo reunión en casa de Simón. Tenían las últimas voluntades de Jeremías con su testamento: todos sus bienes se los dejaba a su nieta Alicia y que dispusiese de ellos según su criterio. Ella muy apenada dijo:
- No quiero vender la casa del abuelo; tengo que irme para preparar oposiciones, pero pienso regresar.
- Me alegra que pienses así. Además, en nuestra casa siempre habrá un sitio para ti.
- ¡Gracias, Mamá Luisa!
Don José como albacea propuso un planteamiento rentable para Alicia, y para que pudiera conservar la hacienda de su abuelo.
- Alicia, sé lo que piensas y esto te preocupa; Yo, como carpintero, tengo poco espacio para desarrollar mis tareas; y esta es mi oferta: Alquílame la mansión de tu abuelo; te pagaré lo que tu estipules, y cuando quieras ocuparla, venderla, yo dejaré tu hacienda sin ninguna reclamación al respecto. También te agradecería que Bucanero fuese mi compañero, amigo y cuidador de tu hacienda.
- Pon el precio de alquiler, y con las cláusulas que creas convenientes. Yo las firmaré. Te juro por mi amistad con tu abuelo, Jeremías, que cuidaré de tu hacienda para que no sea apalancada.
Don José, se por mi abuelo que eres una persona muy noble. En cuanto a tu exposición, estoy de acuerdo, siempre que cuides muy bien a Bucanero; en cuanto a los gastos de alquiler lo dejo a tu
conciencia y poder adquisitivo; eres un hombre honrado y sé no darás ninguna problemática.
- Hablas como tú abuelo. Esto clarifica la voluntad de tu abuelo. ¡Sabes que soy carpintero! Y por mi honor, si consigo beneficios, te ingresaré los emolumentos que tú requieras por el alquiler. Pero que tengas presente que mi objetivo será conservar esta casa y repararla para que no se muera en la melancolía.
- Yo, Alicia, acepto todo lo que expuesto en esta discusión; pero quiero dejar bien claro que Bucanero será beneficiario de mi herencia; esto quiere decir, que tiene que cuidarlo y otros avatares.
- Dices bien, hija mía. Bucanero será el que me ayude en mi modesto trabajo; el será respetado y agraciado por todos sus trabajos; es un amigo fiel y no le faltará nada.
- Con eso me llega, pues era la voluntad de mi abuelo; en cuanto a las otras cuestiones os agradezco a ti, Simón, Mamá Luisa, Don José, Dimas, vuestra disposición para esclarecer toda la problemática sobre el testamento de mi abuelo; también lo bien que os aclarasteis sobre sus designios finales y consideraciones.
Después de las exposiciones, cenaron, hablaron de varios temas; llegaron a las conclusiones más óptimas para Alicia. Don José, después de mucho discutir, como es costumbre, llegó a la conclusión lógica expuesta en su charla.
(Continuará)
Pedro de Lorenzo y Macías.