Jacobo Mesías
Testamentos en tiempos de Covid
El confinamiento de la población nos ha proporcionado algo que con frecuencia añoramos: tiempo para pensar. El caso es que ante un virus que desconocemos, que parece acecharnos en cada esquina, y sobre el que nos bombardean continuamente con cifras dramáticas, se antoja difícil que esa meditación pivote sobre cuestiones positivas.
Hace unos días, leí una noticia que daba buena cuenta de ello. Al parecer, diversas notarías están percibiendo un incremento exponencial en el número de encargos de testamentos. La razón es clara: existe un cierto temor a una muerte inminente e imprevista.
Pese a lo alarmista e irracional de acudir en masa a evacuar este trámite (nos acordamos de santa Bárbara cuando llueve), he de reconocer que otorgar testamento me parece una decisión tremendamente acertada, y conste que el coronavirus no tiene nada que ver en esta afirmación.
Son muchas las razones por las que conviene que exista un testamento cuando se produce un deceso. Abordaré algunas de ellas:
En primer lugar, la más evidente: para que quede constancia de la voluntad del difunto cuando llegue el momento. Puede parecer una perogrullada, pero nada más lejos de la realidad. A veces por desconocimiento, otras por falta de previsión, sucede que dejamos desamparada justamente a aquella persona que más queríamos proteger. Repárese a modo de ejemplo en una unión no matrimonial con una vida juntos a sus espaldas. Si no hay testamento, no habrá ningún derecho hereditario entre ambos. Otro caso podría ser el de un matrimonio con hijos de parejas anteriores. Independientemente de que ambos hayan ejercido como padres de los menores, si no hay testamento, el menor solo será heredero legal de uno de los progenitores.
En segundo lugar, el testamento resulta idóneo para prevenir disputas familiares. Como todos sabemos, las herencias suelen ser origen de enfrentamientos entre parientes. No obstante, si los deseos y convicciones del causante están perfectamente claros, el riesgo de que sobrevenga un litigio se minimiza. Eso sí, aquí no rige lo de “dos no discuten si uno no quiere”, así que, en muchos casos, la “pelea” es inevitable.
En tercer lugar, por razones económicas. El testamento es un documento relativamente barato (los honorarios del notario rondan los 50 euros). Por contraposición, cuando alguien fallece sin haber otorgado testamento, deviene imprescindible hacer una declaración de herederos, lo cual multiplica los gastos notariales (con frecuencia por encima de los 250 euros).
En resumidas cuentas, otorgar testamento es muy ventajoso, incluso a una edad temprana, ya que no supone ninguna atadura, pues se puede modificar todas las veces que se quiera.
En materia de sucesiones, la conclusión es clara: más vale prevenir que curar.