Pedro De Lorenzo y Macías
Caco: Micifú y sus andanzas
Amaneció con claridad acogedora y sonriente. Los pajarillos afinaban sus gargantas con sus trinos. Caco se levantó un poco cansado. La familia Cuervo estaba en el jardín a la caza de gusanos, granos y otras viandas.
Hablaron y criticaron al golfo de Micifú, que aún no había aparecido.
Caco se empezó a preocupar......: Micifú era joven, imprudente y arma líos.
- ¡Larjo, jato do demo! Que che de xantar teu dono. ¡Toma pedra....! Como che colla........
Una bala pasó por encima del muro y se escondió en la casita, allá..., muy adentro. Todos se morían de risa. Pasado el mal trago Micifú salió: ¡¡FUUU!! Todos se revolcaban de canchondeo. Doña Carca se asomó al muro e iba abrir su delicada boca. Los ladridos, miaus, ckoaak la atemorizaron. Cogió sus aperos de muy mala uva, lanzando pintorescas jaculatorias, se fue al mercado.
Mamá Luisa, que como toda mujer, estaba al tanto de todo; se mondaba de risa. Sus animalitos daban la lata, pero se sentía muy acompañada y feliz.
Caco entró en la cocina y le hizo unas carantoñas a Mamá Luisa; la cogió por el delantal y la llevó a la nevera; la abrió, y con su pata señaló un gran jurel.
Mamá Luisa se queda atónita; se lo da..; lo sigue. Al pie del muro, donde estaba el túnel para acceder a la otra finca, llama a Don Gato; le da el jurel para alimentar a su esposa. Esto emocionó a Mamá Luisa y, rauda, trajo más pescado. Todos los gatos, incluido Micifú, celebraron por alto estos nacimientos.
Caco llenó el cuenco de pienso y llamó a los cuervecillos; estos se empezaron a pelear, quiso poner orden, pero no pudo con la infancia.
Dejó a la Familia Cuervo, rondó el jardín, marcando su territorio con sus pises en cada esquina.
De noche hubo otros visitantes del planeta Topera. Este era un trabajo para Micifú. Ya era hora que trabajase y defendiese el territorio de la familia.
A la mañana, Micifú se estaba aseando, acicalando con mimo, delicadeza, con magia de naturalidad. Es un gato muy presumido, limpio y lindo. Estaba al fondo del jardín con un cubo de agua. Se regocijaba en el espejo acuoso y con parsimonia lavaba sus ojos, sus patitas, sus cosas.
Caco llegó, lo cogió por banda. Se sentó serio, responsable y paternal.
- ¡Oye! Ya es hora que hagas tu trabajo. Te pasas la noche de verbena, de pendón, haciendo gatadas. Te vas de juerga y el jardín queda a merced de los bichos nocturnos. ¿Viste los hoyos que dejaron los topos?
- ¡Miau!
- No vengas con caramelos. Tienes que vigilar y defender los intereses de nuestro territorio.
- ¡Miau! Yo hago mis cosas. ¿Y sabes? Soy pequeño.
- ¡Narices! Eres un cara. Te pasas el día dando la vara a los pájaros, y de noche te vas con tus amigotes de ronda.
- ¡Claro! Soy un gato... ¿Es malo?
- No. Pero tienes unas responsabilidades que cumplir: vigilar el jardín de noche, para eso te dan de comer y te cuidan. ¿No te da vergüenza? Por el día das la tabarra.. ¡Eso! Buscas los mimos de Mamá Luisa y juegas con ella; de noche, te vas de farra, maullando y alejando a los dioses del sueño.
- ¡Fuuu! No es tanto.
- Eso te parece a ti. Verás, cuando yo llegué esta finca estaba llena de lagartos, gatos y otras alimañas y........ ¿Eh? ¡Micifú! ¿Dónde estás? Este sinvergüenza se largó.
Caco intentó enfadarse, pero le dio la risa. Todos fuimos iguales. Micifú estaba agazapado entre las hortensias, estaba mareado. Su cabecita era muy pequeña para almacenar las reprimendas de Caco. Apareció una lagartija y se animó...; sigilosamente se prepara, se sienta en cuclillas, presto para el salto; el rabo lo tiene levantado. La lagartija se acaricia con los rayos solares, y entra en un éxtasis confortable, confiada se pasea por el jardín. Micifú se lanza felinamente y la atrapa. Le da muerte, y la lleva en la boca como un botín de trofeo.
A Mamá Luisa le pareció atroz y le echo unas regañinas. Caco le dijo que era natural de la raza gatuna, pero que debía controlar esos instintos asesinos, que no tenía razón de matar, pues él estaba muy bien alimentado, pero que había hecho bien: en nuestro territorio hay que darse a respectar y ahora serás un gato con bigotes, pero zurra y no mates.
- ¡Miau!
- ¡Ya! Sé que se te escapó el diente.
- ¡Miau!
- Vale. Vete de juerga que es lo mejor que haces. No te olvides que de noche tienes que echar a los topos de la finca.
- ¡Miau! ¿Yo solo?
- Está bien. Te ayudaremos la familia Cuervo y yo.
Un hijo de Don Cuervo le dio un picotazo en el rabo. Micifú dio un gran salto con aullido. Plantó cara a la criatura, con bigotes de enfado. El cuervecillo le hizo cucamonas y jugaron.
CAPITULO XXXII
Caco entró en la cocina; estaba a punto una fabada asturiana; nunca la había probado, pero su olor era tentador. Recordó que Simón cuando las come, se pasa la tarde festejando el patrón de Pepiño O Fabas.
Mamá Luisa le daba su comida; él señaló las fabas, y con sus guaus, llenos de zalamería y mimos, lo consiguió. Comió un cuenco y repitió otro, ante el asombro de Mamá Luisa.
Después se fue a su caseta; durmió la siesta, muy tranquilo, gracias a que espantó a Micifú con un gran pedo.
Ya era la hora de la merienda. Pepiño O Fabas hizo acto de presencia. Se apoyó en el muro, lanzando lisonjas y maravillas sobre el jeep. Le entró un bostezo de hipopótamo. Caco, escondido entre las hortensias, muy rápido endulzó la boca, el estómago con una buena traca de su medicina. Pepiño se puso blanco, después amarillo. Dentro de él se entabló una lucha de gases que lo hicieron vomitar y cagarse por los pantalones. De vergüenza corrió hacia el mar.
Todos los de la finca felicitaron y aplaudieron a Caco, pero éste salió en persecución de Pepiño; llamó a todos sus amigos; éstos mostraban extrañeza, Caco explicó la situación, y todos, soportando el olor de Caco, fueron a la captura del peideiro municipal.
Este estaba en pelota viva, los perros le armaron la de San Quintín..... Se puso el calzoncillo mojado y corrió hacia la playa... La gente le tiraba piedras, palos, pescados. Se salvó por la rapidez y experiencia en sus huidas forzadas. Logró esconderse en una vieja depuradora de los Rocafort, esperó la noche.
Todo el pueblo había puesto precio a su cabeza: una tapa de pulpo con albariño. Los jóvenes salieron a su captura. Ya de noche, bien entrada, escogiendo caminos no transitados, llegó a sus feudos.
En casa meditó, se convenció que había perdido el negocio de Adigna. Pero una quiebra de una filial repercute en la sede central. No le dejaban subir al bus, pues lo echaban a empujones y labazadas. Los hosteleros pusieron carteles: ¡Prohibida la entrada de Pepe O Fabas! Y se acercaba alguno, era repelido con una airosa excitación, que podía terminar en tragedia.
Se vio en la ruina. Menos mal que su madre le pagaba los autónomos como agricultor. Con ayuda de la asistenta social, aportó que tenía una hernia en sitio no localizable. Pasó todas las inspecciones médicas y decidieron concederle la invalidez absoluta permanente, a cambio de que se sometiera a la medicación para controlar sus intestinos y que dominase su profesión inocua.
Una vez jubilado, y con una buena pensión, solo prestaba sus servicios en manifestaciones contra el ayuntamiento, pues sus petardos eran más eficaces que los antidisturbios.
Convencido que su profesión era muy nociva, tornó por cambiar de hábitos alimenticios, no contaminar el entorno con sus productos. Logró conseguir una buena conducta, alabada por todas las parroquias; consiguió un aspecto digno y le entró pasión por Doña Carca.
En casa de Simón celebraban la victoria de Caco, y Micifú protestó porque él había contribuido en la gran batalla. Todos se partía de risa por sus explicaciones y Caco lo apoyó en su colaboración. Pepe O Fabas había cambiado y ahora era un hombre limpio y cuidadoso. Ya había paz en todas las parroquias.
- Este Caco es grandioso, resuelve los problemas que nosotros no nos atrevemos a resolver. Tiene una inteligencia muy superior a muchos humanos presuntuosos, ambiciosos, malas personas.
- ¡Tienes razón, Simón! Es una joya, como Micifú y los cuervos. Tenemos una familia muy unida y ejemplar.
- ¡Ya! Y te quejabas al principio por las travesuras y los problemas de él, pero ahora ves la recompensa del cariño, amor, y comprensión a todos los seres vivos.,
- ¡Cariño! Estoy desecha; me llamaron la Marquesa y sus amigas que mañana vienen a merendar. A mí no me gusta sus conversaciones de crítica y sobre todos, de nuestras amigas comunes.
- Diles que estás ocupada. No recibas más a esas brujas celestinas; ¿Sabes? A mí me ponen a caldo, porque decidimos venir a vivir aquí.
- ¡Ya! Pero no dejan de ser mis amigas.
Caco y Micifú les dieron las buenas noches y se fueron los dos a su casita y llamaron a Don Cuervo, que tenía una trompa y veía doble. Charlaron sobre la visita de las altas damas de la sociedad; cada uno dijo sus parvadas y terminaron discutiendo.
- ¡Miau! ¿Quiénes son esas señoras tontas?
- Son las amigas de Mamá Luisa, y a mí ya me armaron las de San Quintín. Era pequeño y las cacas se me escapaban.
- ¡Croack! ¡Como a Pepiño O Fabas!
- Déjate de chistes o te desplumo. Por culpa de esas damillas, cuando venían, me ataban como si fuera un esclavo, como los Ingleses encadenaban a los humanos morenos para venderlos en América.
- ¡Fuuuu! Eso sí que es cruel. Tenemos que trazar un plan de ataque.
- ¡Croack! Puedo decir a mis hijos que hagan un ataque aéreo y las bombardeen con sus cacas.
- Eso nunca. Mamá Luisa no nos lo perdonaría.
- ¡Miau! Pues tenemos que pensar en algo.
- ¡Ya!. Pero que nadie tome la iniciativa. Ahora todos a dormir y mañana veremos lo que pasa.
- ¡Croack! Adiós y cuenta con nosotros.
- Gracias. Micifú no des la lata esta noche, tengo mucho en que pensar. Así que nos vamos a dormir y no ronques.
(Continuará todos los lunes).
Pedro de Lorenzo y Macías.