Pedro De Lorenzo y Macías
Caco: Su amistad con las bestas del Castrove
CAPITULO XXI
Los gallos son escandalosos, pero a veces muy útiles; despertaron a Caco; sabía que tenía que irse, no podía despedirse; salió de la huerta ..., comenzó a subir el Castrove en línea recta.
El sol estaba explosivo y sudaba calor, tanto que el viento se fue con Curro, al Caribe... Era un día agotador. Por el oeste se divisaban algunas nubes un poco extrañas.
Llegó a la cima, a lo más alto; se encontró con las bestas y se hizo amigo de los potrancos; jugaron, se divirtieron; éstos lo acompañaron hasta la Escusa: es un pueblecito muy curioso, curriño; las casitas están colgadas a las laderas de una gran garganta; tenía una capilla muy mona y su campo de fiestas.
En agosto se celebra, el segundo domingo, la "Rapa das Bestas", en la cual marcan a los potrancos recién nacidos, y se produce la trampa: (compra-venta de ganado).
Los potrancos se despidieron; le dijeron que había perros asesinos.
Desde allí se veía el Monasterio de Poio, y solo había que seguir la carretera, que serpenteaba una ladera del Castrove.
Las monjitas echaron de menos a Caco. Sor Cocina era la única que se enteraba de todo, vio el anuncio y llamó a Mama Luisa, informándole de todo.
- ¡Caco está vivo! Caco está vivo! Pronto, vamos a Armenteira; las monjitas le dieron de cenar y dormir, pero de mañana se fue.
- ¡Vamos, aprisa!
Llegaron a Armenteira; peinaron la zona, nada. Un Gandeiro les dijo que un cachorrillo como el de la foto, iba subiendo el monte, hacia la cima. Dimas opinó que de nada valía ir en su busca a pie, pues él era más rápido y resistente; optaron por pedir ayuda a los gandeiros, que, gustosos, empezaron a peinar los grandes montes, montados en hermosos caballos....; ¡Misterio! No encontraron ninguna señal de Caco.
Simón lo conocía muy bien; subiría hasta lo más alto de la cima para orientarse, buscando como referencia el Monasterio de Poyo. Todos se dirigieron, en coche, hacia él; Mamá Luisa los acompañaba triste, llorosa, Apenada.
Caco bajó la montaña con la vista hacia el Monasterio; atajó a través de unas fincas y pronto se encontró en el cementerio; a unos metros se erguía, sencillo, esbelto, grandioso, el Monasterio.
Esperó que el sol se pusiese su pijama, y acompañado de la luz traidora de la Luna, se fue acercando. Se paró. Allí estaba el coche......; Simón y Mamá Luisa hablaban con unos frailes. Su corazón dio un vuelco, le decía: "Corre, corre, vete, vete hacia ellos, te quieren, te buscan". Pero su mente le recordaba los problemas que había ocasionado, las angustias, la pesadilla de la cárcel, el castigo... Su miedo fue mayor que su amor; llorando, huyó hacia la Caeira.
Era muy de noche...; tenía hambre, frío y miedo. Se encontró con una pandilla de perros asilvestrados; intentaron lincharlo, hacer de él un sabroso picadillo, pero un enorme Bulldog, feo de cara, con una boca muy feroz y brutal, con aullido de mando....
- ¡Quietos! No le hagáis daño. ¿Qué haces aquí, cachorro?
- Estoy perdido, me abandonaron (mintió).
- ¿Te han abandonado?
- Si.
- Como a todos nosotros. Si quieres te puedes unir a la panda, pero tienes que ser obediente.
- ¡Vale!
Algo desarrolló su sexto sentido; comprendió que su vida dependía de sus guaus; estaría con ellos hasta que se confiasen y luego se escaparía.
Todos estos perros fueron abandonados y maltratados por sus amos, por hombres sin escrúpulos; conocían bien al hombre, al cual odiaban, pues mientras sirvieron de juguetes para sus hijos, los mimaban; cuando empezaron a ser un estorbo los abandonaron y se convirtieron en perros asesinos.
Muchos fueron perseguidos, otros terminaron en la perrera; los que conoció Caco eran crueles, sin sentimientos, resentidos, sanguinarios.
Esta jauría atacó un gallinero y mató a todos sus habitantes por el placer de matar, no para satisfacer sus necesidades biológicas; lo habían aprendido del hombre. Se dieron a la carrera; en un descuido, Caco se escondió en una cuneta; cuando los vio lejos, se puso en camino.
Llegando a la cima, vio que esos perros, enfadados, lo buscaban. Retrocedió...; en los Molinos se metió en el riachuelo y caminó un trecho largo por él, saliendo varias veces a las fincas vecinas, para dejar sus huellas. Retrocedió el río, siempre por el agua y se escondió debajo de un viejo molino, abandonado y vetusto.
La Jauría, molesta por la tomadura de pelo, lo buscaba; hallaban un rastro, otro.....; quedaron desconcertados. El jefe dijo que era un cachorro inteligente, que estaría escondido en algún recoveco; esperaría, pues ya daría señales de vida; lo iba a pagar muy caro, ya que nadie se burlaba de él.
Caco sentía su presencia; estaba inmóvil, muy quieto: eran muy peligrosos, unos carniceros. De pronto se desató una escandalosa tormenta, con fuerte lluvia, truenos, rayos, viento. La jauría se cobijó en una casa abandonada, ruinosa y vieja.
El agua del río comenzó a subir; mojaba el culito de Caco, y cubría la entrada del molino.... Estaba solo, triste, mojado y hambriento. Tenía que esperar.
Pasó la tormenta.... Amaneció con brillo reluciente y caluroso; la gente del pueblo, al ver la matanza, salió con escopetas en busca de la jauría bandida; estos, viendo el peligro, emigraron a otros montes, a otros aires.
Caco lo vio todo; el agua había bajado y se vio libre; salió cauto, tranquilo... Llegó a la Caeyra. Estaba llena de chalet adosados, y de otros, solitarios. En una vaguada había un club muy grande, con un local típico, sencillo, pero acogedor. Vio que un hombre, muy simpático, estaba dando de comer a algunos perrillos; se acercó y lo invitaron con mucho mimo y cariño.
Empezó a llegar mucha gente; se escondió bajo unos arbustos y descansó. A media tarde se puso en camino. Un señor lo llamó:
- ¡Caco!
- ¡Guau!
- Caco, ven.
Era un señor que le llamaba; huyó, tenía que llegar muy pronto a junto su mamá, sus hermanos. Este llamó por teléfono e informó a Simón sobre Caco.
Mamá Luisa estaba destrozada; la matanza de los perros asesinos de anoche le infundía mucho dolor; nerviosa, ansiosa, se echaba la culpa de la huida, que no lo supo comprender.....¡Estaba muy afectada!
- Caco vive.
- ¡Ay! Gracias, Dios mío. ¿Dónde está, Simón?
- ¡Tranquilízate! Lo acaban de ver en la Caeyra y que se dirigía hacia el Lérez.
- ¿Hacia el Lérez? ¿No correrá ningún peligro?
- ¡Prepárate! Vamos a Xeve, ese galopín se dirige a su casa. ¡Qué listo es! Le quedan diez kilómetros de camino, lo hará en dos horas. Ahora llamo a Valentín y nos vamos.
Caco, guiado por su instinto, llegó al Lérez; empezó a remontarlo por la orilla izquierda; a los pies del Monasterio de San Benito hizo un descanso y jugó con una mariposa. Sabía que el santo era muy amigo de todos los animales, incluso del hombre, por ello se sentía seguro. Siguió su camino hasta el embalse, lo superó con un pequeño rodeo y pronto estuvo en Puente Bora.
Ya estaba en sus territorios y empezó a ser Caco; se metía con las truchas, con los lagartos, se rebozaba en la hierba, les recitaba unos guaus a las vacas, ovejas; que las muy incultas no se enteraban de lo que iba.
Había unos chicos bañándose, y en la campiña estaban sus ropas y meriendas; Caco dio cuenta de unas viandas, y dejó lo suficiente para que los chicos no pasaran hambre; éstos, descubierto Caco, lo persiguieron en pelota viva, llamándole de todo, pero con risas. Caco le devolvía sus guaus con gratitud, con cariño.
Allá en la finca estaba la burra; la muy burra, burrísima, era de los Figueroa; Caco la vio que devoraba la hierba con gran entusiasmo. Se acercó y le mordió el rabo; La burra empezó a correr tras de Caco y este le hizo mil judiadas; se cansó y rebuznó. (continuará)
Pedro de Lorenzo y Macías.