Pedro De Lorenzo y Macías
Caco: Operación Gato y consecuencias
CAPÍTULO XIX
Hubo fuegos, música, jolgorio; La familia cuervo le contó a Caco todos los eventos y decidieron que mañana se haría la operación X.
Amaneció pronto; el sol estaba pesado, solo en el cielo azul; las brisas estaban de descanso, como los aires; el día era pegajoso, con mucho calor. Todo el ejército ya tenía las instrucciones. Doña Cuerva vio como Doña Carca se iba de parranda; Simón y Mamá Luisa sacaron el coche y se fueron a la ciudad, una villa muy preciosa, tranquila, llamada Pontevedra.
Don Cuervo exploró el campo enemigo y observó que los gatos, cansados de anoche, estaban todos juntos a la sombra.
Caco recibió información de todo y dio las instrucciones para el ataque; ¡Croak! Cada pelotón de perrillos se colocó en su sitio; ¡Croack, croack! Abrieron las entradas y estaba dispuestos al combate.
Caco salió de su casita por su pasadizo secreto y entró en la finca de Doña Carca por el otro; fue muy despacio hacia los gatos; estos soñaban con una enorme merluza. Caco gritó:
- ¡¡GUAU!!,
- Don Cuervo. ¡Croack, croack, croack!.
Los gatos se desperezaron y vieron a Caco muy sonriente, desafiante; empezaron a reírse. Sigilosamente Bucanero y su ejército los rodeó por retaguardia. Caco empezó a correr y los gatos lo persiguieron; Bucanero y su ejército atacaron en tromba. Se armó la de San Quintín.
Los gatos trataban de huir, atemorizados; chocaban con todo lo que encontraban: arrasaron las plantaciones de tomates, ajos, cebollas, lechugas......, y otras viandas; tiraron el ropero, arañando las sábanas; alguno se subió a los árboles, encarándose con los perros; pero don Cuervo los embestía con picotazos y estos caían en manos de las amazonas.
Optaron por la retirada, pero las amazonas eran crueles y vengativas: gato que pasaba junto a ellas, salían con mordiscos y con el rabo roto.
Estos optaron por irse de este pueblo, porque empezaba a ser peligroso. ¡HABIAN VENCIDO!
Solo quedaba el gato grande, que se quejaba de la gran paliza que había recibido de Caco: rabo roto, orejas mordidas, un ojo hinchado...; reconoció:
- ¡Cómo pega Caco y qué noble es, pues no atacó a mi esposa que está embarazada!
Caco da la orden de retirada; Bucanero y su ejército camuflaron las entradas y se retiraron de uno en uno. El griterío de la batalla llegó a la gran oreja de Doña Carca; pronto llegó en un furgón de la Benemérita; al ver su huerta, se desplomó; los guardias tuvieron que llamar a Protección Civil para que la reanimasen y la aupasen: costó lo suyo.
Echó las culpas a Caco, que estaba en su huerta y la puerta estaba cerrada con llave. Los guardias levantaron atestado y solo aparecían arañazos de gatos en el siniestro, y sacaron en conclusión que fue una pelea gatuna. Pero Doña Carca denunció a Simón como responsable, e imputó el delito a Caco. La Guardia Civil no encontró evidencias, o no las quiso encontrar, y la demanda de Doña Carca fue a la papelera.
Simón perdonó a Caco y lo llevó hasta el inicio del bosque; no salió a la carrera como de costumbre, iba despacio, cabizbajo, en busca de sus amigos. Unos perros envidiosos le increparon:
- Saben que fuiste tú. Caco te llevarán a la perrera, te darán veneno hirviendo y reventarás. ¡Pronto serás pasto de los gusanos!
- ¡Guauu!
- Ja, ja. Eres un pijo, eres un pijo.
- ¡¡GUAU!!
Se fue más triste; encontró a sus amigos. La euforia se había disipado, y ahora estaban muy pensativos en las consecuencias.
El Alcalde había abierto una investigación y Doña Carca promulgó que Perro que encontrase sin dueño, le pegaría un tiro: Se desencadenaron las represalias.
El miedo se apodera de ellos y decidieron evitar los caminos de Doña Carca y montar un retén de vigilancia para evitar sorpresas. Caco estaba muy callado; intentaron animarlo, pero fue inútil.... Se despidió, volvió a Casa. Simón había descubierto todo: lo sabía. Él lo sabe todo. Estaba sentado junto al gran pino, fumando su pipa. Caco se sentó, con sus ojos llorosos, a sus pies.
- Tienes mucho que explicarme.
- ¡Guau!
- Pienso que lo de la ropa de Doña Carca fue por sus insultos.
- ¡Guau!
- El bistec en compensación de lo que te robaron los gatos.
- ¡Guau!
- El ataque de ayer para vengarte de la faena gatuna.
- ¡Guau!
- ¿Te parece bien?
- ¡Guau, guau!
- ¡Ya! Sabíamos los problemas de los gatos, de sus destrozos en varias fincas; pero esto no se soluciona con la violencia. ¿Qué has conseguido?
- ¡Guuuu!
- No Llores. Tienes que reflexionar; solo conseguiste más crispación y violencia. Los problemas hay que resolverlo con tranquilidad, diálogo y buenas maneras.
- ¡Guua...!
- ¿Te parece bien el escaparte sin permiso? ¿Te parece correcto invadir la propiedad ajena? ¿Te parece bien robar la carne ajena?
- ¡Gu...gu..., gu!
- Pues estás denunciado, veremos cómo sales de ésta.
Se quedó solo, pensativo...; se derrumbó: no quería hacer daño, solo buscaba justicia, dominar a los gatunos que eran una amenaza, musitó: “Tal vez estuviese mal lo de la ropa, pero esta bruja siempre me insultaba; el robo estuvo mal, pero la culpa fue de mi barriguita que no fue capaz de dominarse".
No esperaba que sus buenas intenciones provocasen un desastre, una lucha, un gran lío; se sintió culpable, había defraudado a todos, había perdido la confianza que tenían en él; todo lo hacía mal.
El complejo de culpabilidad se apoderó de él; sudaba, estaba inquieto; pensó en su Mamá y hermanos allá en la aldea; decidió irse a junto de ellos ya que había perdido el cariño de Mamá Luisa y Simón.
Se durmió tarde, de cansancio, y las tinieblas de los sueños se apoderaron de él: “Se encontró en una sala oscura, tenebrosa; unos sujetos le daban la espalda, vestidos de ropones negros; con voz solemne, cruel, de hojalata, le preguntaron:
- ¿Tienes abogado?
- ¡Guau, no!
- Que venga el de oficio que así terminamos antes.
Apareció una bestia horrenda, con cara de gato, con unos puñales de dientes, con unos ojos esquivos y malvados. En el centro de la sala dijo:
- Señoría, con su venia; represento a este asqueroso perro y declaro que es culpable de todos los delitos que se le imputan.
- ¡CULPABLE, CUALPABLE!
- ¡CULPABLE!
- ¡PENA DE MUERTE!
Caco veía que todos los ojos y dedos le señalaban; llegaron los sicarios, lo condujeron a una prisión, que tenía debajo una carnicería. Los carceleros se mofaban, le decían que iban hacer de él unas buenas salchichas. Avanzada la noche lo llevaron a la cámara de matanza.
Allí estaba el abogado; ahora vestido con un gorro blanco, con un machete y un gran cuchillo; lo ataron a la mesa.
- Te voy a partir en pedacitos, poco a poco; primero el pito.
- ¡Guauu, el pito, no; el pito, no.
Vio como el cuchillo se acercaba, llegaba, ya rozaba, lo acariciaba..... ¡ZAS!
Despertó de un sobresalto, sudoroso y temblando; había sido un sueño, pero podría hacerse realidad. Tiene que volver a su tierra, a su valle, a su montaña, a su río ..... ¡Ha de irse! Pronto, presto. (Continuará).
Pedro de Lorenzo y Macías.