Karina Muñoz
Depende de nosotros
Al fin alcanzamos la fase 1, y eso nos transmite la sensación de que poco a poco vamos retomando la vida que conocíamos, a pesar de que aún puedan haber ciertas restricciones. Es indiscutible que avanzar en la desescalada indica que lo estamos haciendo bien, que la incidencia de contagios ha ido cayendo y que, por tanto, poco a poco recuperamos el control de la situación.
Atrás quedaron las noticias sobre el número de contagios, los fallecimientos, los problemas para incinerar a los fallecidos, las dificultades de los sobrevivientes para hacerse con los restos mortales de sus seres queridos. Atrás quedaron aquellas noticias sobre abuelitos encontrados muertos en las residencias, o de las personas muriendo solas en los hospitales ante la imposibilidad de su familia de ir a acompañarles en los que podrían ser (o fueron) sus últimos momentos. Atrás quedó todo aquel horror. Y tan atrás quedó, que hasta parece que se nos ha olvidado. ¡Ay, qué efímera es la memoria!.
Hoy empezamos la fase 1 del desconfinamiento. Se nos da un poco más de manga ancha en forma de libertad. Y depende de nosotros lo que resulte en lo adelante, de lo que hagamos a partir de ahora, de la seriedad con la que sigamos las pautas que las autoridades sanitarias nos indican en este nuevo paso, de que dejemos de ser el epidemiólogo más listo o de saber más que Fernando Simón a toro pasado.
En los más de cincuenta días que hemos pasado confinados en casa hemos tenido tiempo más que suficiente para tener una sólida idea fundamental, de andar por casa, de lo que sucede: cómo se contagia el coronavirus, qué medidas debemos tomar, qué acciones debemos que evitar.
Tenemos clara la teoría, que repetimos de forma automática, de que debemos estornudar o toser ante el brazo, no tocarnos la cara con las manos, mantener una distancia de metro y medio, lavarnos mucho las manos y llevar mascarillas. La teoría está bien.
El problema radica en la práctica. Porque en la práctica es donde se comprueba el mensaje no ha calado lo suficientemente hondo: los aplausos de las ocho que dieron paso al acoso anónimo a las personas que han estado prestando servicios escenciales durante el confinamiento más arduo, la distancia social que se guarda "de aquella manera", los horarios que parecen ser difíciles de seguir (con independencia de que las franjas horarias establecidas puedan o no ser cuestionables), el lavado de manos que se sustituye por la colocación de un par de guantes, las mascarillas que se emplean sistemáticamente mal -- cuando se emplean --, etc.
No hemos entendido que la verdadera amenaza en esta pandemia son los contagiados asintomáticas: aquellas personas que jamás has tenido ninguna clase de síntoma -- ni de los que más conocemos ni de los que conocemos menos -- pero que sin embargo están infectadas y, por tanto, transmiten el virus. Esas personas desconocen su estado y peligrosidad, y piensan que están sanas y son inocuas. Esto es peligroso porque nos hace ser temerarios y bajar la guardia.
Secundariamente tampoco hemos entendido qué medidas de protección debemos elegir y cuándo debemos utilizarlas:
• No hemos entendido cómo funciona lo de las mascarillas, que es bien sencillo: las hay que protegen a los demás las secreciones propias (son las mascarillas quirúrgicas) y las que protegen de las secreciones de otras personas (son las FFP2 y FFP3). Lo que es aún más grave es que con el desabastecimiento, nuestra inventiva social finalmente ha convertido las mascarillas en un complemento de moda (¡error!) porque "aunque sea de tela, ¡algo harán!" (¡nuevamente error!).
• Como las mascarillas son incómodas para respirar y producen vaho en las gafas, hay quien las ha sustituido por pantallas de protección. Pero ¿cuántas personas de las que usan estas pantallas de protección saben cuándo hay que usarlas en realidad?. El uso correcto de este equipo se limita a cuando debe existir un contacto estrecho con otra persona, posiblemente contagiada, y siempre se utiliza con mascarilla; porque no, no sustituye a la mascarilla, ni protege igual, ni protege para lo mismo.
• Las lesiones por abrasión en nuestras manos nos han hecho pensar que los guantes son un buen sustituto para el lavado con agua y jabón o para el uso reiterado del gel hidroalcohólico, sin pensar que los guantes constituyen una superficie en la que el virus se deposita y se mueve de un lugar a otro según lo que toquemos (exactamente igual que ocurre con la piel), por lo que si no lavamos o desinfectamos los guantes con la misma frecuencia que lo haríamos con las manos, los guantes ni nos protegen a nosotros ni protegen a nuestro entorno. Porque con los guantes nos sentimos más seguros (¡otro error más!).
Estos errores, en lo que respecta al uso de las medidas de protección, son los que más podemos ver desde que hemos recibido la luz verde para salir un poquito más durante la fase 0. Y son el síntoma de que nos hemos relajado. Nos hemos relajado porque las noticias son más alentadoras (o porque hay un lógico hartazgo generalizado en la transmisión y recepción de noticias catastróficas), es cierto. Pero también porque hemos fracasado estrepitosamente en comunicar a la población qué es lo verdaderamente importante de este virus y de esta pandemia, más allá de las estadísticas, contribuyendo a desatar el pánico generalizado primero, y el escepticismo y relajación después: la peligrosidad de los positivos asintomáticos.
En la fase 1 es el momento de demostrar nuestra responsabilidad y compromiso con la comunidad. Aparte de seguir las recomendaciones sanitarias en cuanto a las restricciones de movimiento, lo más responsable con uno mismo y con quien nos rodea es actuar como si fuésemos positivos asintomáticos y considerarnos a nosotros mismos fuente de infección para otros. Así es como tomaremos medidas, y las tomaremos bien: distánciate dos metros de las personas (pero distánciate de verdad), lleva siempre gel hidroalchólico contigo y úsalo con frecuencia aunque lleves guantes (los guantes deben ser como tu piel; olvídate de que los llevas puestos y desinfectalos), usa exclusivamente mascarillas quirúrgicas o una mascarilla quirúrgica sobre otra FFP2, no sustituyas las mascarillas por pantallas de protección ¡jamás!.
Las consecuencias de nuestro esfuerzo y buen hacer las conoceremos en quince días. Depende de nosotros. De todos nosotros.