Kabalcanty
Con un toque de link (Parte 2)
En el taxi Lula actualizaba su perfil en BC. Nunca lograba ninguno que le pareciera adecuado: la foto no la representaba, sus post los encontraba sosos o faltos de actualidad cuando los releía y los vídeos que colocaba no contaban con los suficientes "likes" para llegar a los diez mil seguidores, cifra que te condecoraba con la triple estrella, o lo que es decir con el epígrafe "Great User". Corregía en la parte trasera del vehículo, detenido a metros del semáforo de la Avenida Virgen del Pilar, subiendo sus fotos más singulares o sus ocurrencias del día, apuntadas en el bloc de notas de su iPhone 11 Pro. Se le ocurrió que la fotografía que le mandó esa mañana a Tony sería toda una bomba. Enseñando sus bragas rojas de puntillitas. "¡Síííííí!", exclamó escapándosele un gritito que atravesó la mampara de metacrilato del taxi haciendo ladear la cabeza de su conductor. "Pero no estaba mi cara. ¡Joder, joder!", se dijo contrariada. Llegaría a casa y se haría una foto completa con todo el conjunto puesto; "será el negro y no el rojo, pero el efecto será ideal, lo sé". Asintió varias veces mientras sonaban raudos el tono del teclado.
Con ansiedad, pidió al taxista que la dejara en el esquinazo del Centro Comercial "Athos"; "llegaría antes a casa andando", pensó e ipsofactamente ordenó el fin del viaje.
Atravesó la kilométrica fila que aguardaba a las puertas del comercio (había una ponderada oferta de portátiles mini y monitores traslúcidos) esperando su turno reglado. Le molestaba tener que ir esquivando mascarillas en cuerpos impersonales y por ello puso su bolso a modo de parachoques. Notaba el sudor bajo la chaqueta de lino, el agobio de su respiración agitada humedeciendo la sarga de su mascarilla, la velocidad de sus ojos buscando anhelosos el fin del tumulto.
Tomó la Travesía de Rocanfort para enlazar con la Plaza de Las Candelas y girar en la calle Olmos. Al divisar el portal de su casa, respiró hondo varias veces soltando el aire de forma gradual y cerrando los ojos. "Uno…..dos……Uno……dos", decía su mente.
Cuando abrió la puerta de su casa, le gritó a Tony, vía cámara whatsapp, "Hola, cariño, ya he llegado. Paso por la ducha y estoy contigo." Él contestó enseguida enviándole el icono de unas flores coloridas.
Hizo el mismo ritual que él una hora y media antes; ella se lavó las manos una vez menos que él. Luego, cogió del cajón el conjunto interior negro y se lo puso con nerviosismo. "Creo que es mejor que ponga un gesto algo insinuante, sugerente. Algo así como el que puso Carla para su Instagram, creo que vendrá al pelo". Se colocó frente al espejo para comenzar el ensayo. Hacía gestos, peinándose de una forma u otra, estirando los brazos, juntando los labios, saltando, mirando sesgadamente como si esperara la entrada de otra persona a su izquierda o a su derecha, elevando o sacando las nalgas. Al final se decidió por una postura. Colocó el iPhone sobre la repisa bajo el espejo y eligió hacerse un vídeo mejor que la fotografía. "Las dos cosas: subo el vídeo y, con la mejor toma, extraigo la foto. Chulísimo, fijo".
Tony se había comido la porción de pizza hacía rato. Los restos estaban pegados en el plato sobre una mesa baja de madera. Tenía el televisor encendido, sin audio, (estaban dando el gráfico estadístico de los fallecidos y contagiados actualizados del BINUS-28) pero su atención estaba centrada en una conversación con su amigo Luisfer. Charlaban por vídeollamada sobre el ofertón que había lanzado Apple y que estaba colapsando lo centros comerciales de la ciudad. "…Pero es que es un máximo de 3000 unidades, lo que no sé si son todas las unidades para todos los comercios o para cada uno individualmente", decía Luisfer, a lo que le contestaba Tony: "Pues mira que ya estoy yéndome a la cola, tío. Lo del monitor traslúcido me apasiona."
"¿Con quién andas, cariño?" Lula, vestida con un albornoz, se había sentado en la mesa de la cocina frente a un plato de judías verdes. Tenía el cabello húmedo, suelto y sujeto tras las orejas. Se había añadido a la conversación que mantenía con Luisfer. "Hola, Luisfer. ¿Cómo andas? Mira, es que voy a comer algo rapidito porque ya ves a las horas que vengo del curre. Así que seguid hablando tranquilos; yo os escucho. Ciao"
Nada más desconectar con Luisfer, Tony dijo ávido desde su iPhone. "Joder, cielo, ¿te has enterado del ofertón de los minis y de los traslúcidos? Es genial, fascinante"
Lula cerró los ojos afirmando. Rebañaba el plato con un pedacito de pan tostado integral. "Sabes que entiendo poco de tecnología, pero ya he visto la cola que había en el Athos por el tema. Siempre me fio de lo que me aconsejas tú o Alfonso, mi compi; los dos estáis muy puestos en la materia".
Tony le explicó emocionado todos los pormenores de la oferta y de la urgencia de ir al centro comercial para hacerse con algo. "… Sería genial hacernos con un traslúcido, pero para eso tendría que irme ya mismo." "¿Tú sabes el mogollón de gente que hay? Uf, cariño, te darían las tantas en la fila; entran con goteo siguiendo las normas.", contestó ella, acercando su rostro al móvil. "Necesito una, te prometo que, si veo que va a ser muy largo, me vengo ¿Ok?" Lula accedió con un ademán sometido. "¿Preparo algo especial para cenar?", preguntó, recogiendo el plato y levantándose. "No te molestes, no sé a qué hora llegaré; tienen horario 24 horas para la oferta." Ella se revolvió para ir junto al iPhone. "¡Pero no quiero esperarte hasta las tantas! Si ves que la fila no avanza rápido te vienes. ¡Prométemelo! Sabes que tenemos plan" Tony juntó las manos acercándose a la pantalla y acto seguido se levantó volado hacia la puerta. Dio un traspié antes de salir para coger del vestidor una cazadora vaquera que ya se le olvidaba. "¡Te quiero!", le gritó a la pantalla del móvil desde la calle.
Mientras Lula se hacia una infusión de té LongJing le vino a la cabeza la imagen de su madre. Fue algo inesperado, mecánico, súbito. Su madre hacía años que estaba ingresada en una residencia de ancianos especializada en problemas de Alzheimer. Apenas la visitaba un par de veces al año, y desde hacía un tiempo reciente e indeterminado, nunca. Eso lo recordó repentinamente, un flash molesto zumbando en su cabeza. Su cerebro procesó la imagen de una anciana sentada en una silla de ruedas con el gesto ausente. Babeaba mientras una enfermera le limpiaba la boca y la barbilla. Lula sintió una tristeza que le pitaba más arriba de las sienes. Era como una llamada de urgencia insistente que le hizo sujetarse la cabeza y apoyarla sobre uno de los muebles de la cocina. "¿Mi madre?", se dijo aturdida. Entornó los párpados para comenzar sus ejercicios respiratorios. "Uno….Dos….Uno…..Dos" Un par de minutos después se llevó el té a los labios.