Milagros Domínguez García
Feliz día, madres imperfectas.
Hoy quiero aparcar el Covid, el confinamiento y la desescalada, en favor del día que és, primer domingo de mayo en el que celebramos el día de la madre.
Reivindico el día de la madre pero no voy a hablar de las excelencias de las que todos tenemos conocimiento, quiero hablar de las madres, sí, de las imperfectas, quizá porque pienso que la mía lo es y eso la hace imperfectamente genial.
En fechas así nos venden la idea de esa madre que cubre todas las necesidades de sus hijos y que siempre llega a todo. Puntual, organizada, preocupada, dedicada, entregada, responsable, en definitiva la imagen de la madre abnegada de la que yo y, discúlpenme si no coincidimos en opinión, huyo.
Y no es que no quiera a mis hijos, nada más lejos de la realidad, los adoro y, por esa razón creo que no deben cargar sobre sus espaldas la responsabilidad de una perfección en la que además no me siento cómoda y tampoco que dentro de unos años me vean como alguien que perdió su vida y se sientan culpables.
Yo quiero a mis hijos y puedo hacerlo sintiendo que ellos están en su derecho de ser egoístas y que su amor se basa muchas veces en su propia supervivencia, quizá porque egoístamente les he educado sobreviviendo a ellos. No me deben nada y nada que no quieran darme me pertenece. No son mi vivo reflejo porque poseen vida propia, no quiero que me rindan pleitesía porque no me pertenecen al igual que yo no soy de su propiedad.
El día que decidí que quería ser madre asumí que mi vida cambiaría y sin duda lo hizo y, en ocasiones, me vi en la obligación de que ante una necesidad mía primaran las suyas y eso no les debe hacer sentirse en deuda conmigo porque fue mi decisión y no la de ellos. Nadie me instruyó para la maternidad y ellos han tenido que convivir conmigo, con mis carencias y defectos y eso a veces es difícil ya que nadie les enseñó cómo hacerlo.
No soy una madre perfecta y ellos lo saben, olvido cosas y no siempre estoy de buen humor, quizá me falte organización y casi siempre llego tarde, mal y a rastras.
Soy la imperfección personificada y ellos lo saben porque nunca los he engañado diciéndoles que hago lo que tengo que hacer o que es lo mejor, porque ni yo misma lo sé.
Soy madre 24 horas al día pero también soy una mujer con inquietudes y deseos y mis hijos tienen que además convivir todo ese tiempo conmigo y hacer su vida y ser ellos...
Feliz día de la madre a todas las madres y también, como no, a las imperfectas como yo.