Beatriz Suárez-Vence Castro
El mono araña
Mientras Pedro Sánchez informaba de cómo se iba a producir la desescalada, con sus cuatro fases, intentando dar apariencia de normalidad a lo que parece un aterrizaje de ovnis, cambié de cadena.
Sánchez ya había comunicado lo esencial y repetía y repetía mensajes sobre la solidaridad y el esfuerzo de la ciudadanía, apelando a la colaboración de todos y todas una y otra vez. Supongo que tendrá que hacerlo así, machaconamente, con la ilusión de que aquellos que siguen haciendo lo que les sale del moño, colaboren también.
Cambié al segundo canal y allí estaba el mono araña, un animal más bien feúcho al ojo humano pero que, como todos los animales, sabe mucho más que nosotros de cómo adaptarse a los cambios.
El mono araña tiene una cola prensil, con muy poco pelo en la zona interior de su extremo. Esta quinta extremidad es una adaptación biológica de la especie que le sirve para poder agarrarse a los árboles con seguridad, ya que se alimenta mayoritariamente de los frutos de éstos, de sus hojas e incluso de la propia corteza.
Así que mientras yo, ignorante ser, pensaba cómo demonios voy a adaptarme a esos Encuentros en la Tercera Fase, de película setentera de Spielberg, aún sin haber llegado a la segunda ni a la primera; mientras me precipitaba mentalmente hacia ese nuevo mañana con sus diferentes normas y posibles horarios, empezando a agobiarme ya desde la fase 0 en mi sofá, el mono araña, escalando tan campante, me estaba enseñando como podré llegar a ejecutar bien la desescalada: concentrándome en hacer lo que puedo sin preocuparme por lo que no puedo. Paso a paso. Sin querer anticiparme a lo que no sé ni nadie puede decirme
Tantos años de supuesta evolución para que ahora un primo lejano nuestro- según Darwin- tenga las cosas más claras que nosotros. Como no espabilemos no escaparemos de la extinción.
Debemos ser la única especie que, en vez de intentar adaptarse a la Naturaleza ha querido que sea ella la que se adapte a nosotros, a nuestros deseos y caprichos, sin conformarnos con cubrir nuestras necesidades. Y aquí estamos: peleando contra una criatura microscópica que amenaza con borrarnos de la faz de la tierra. Igual ha sido por creernos los más listos del planeta.
Después de haber visto a Iglesias y a algunos jueces tirándose de los pelos como si la separación de poderes estuviese en la Constitución para molestarles a ellos y a Trump aconsejando inyectarse desinfectante, calando hondo entre la gente que casi se muere por hacerle caso, no podemos seguir pensando que el murciélago y el pangolín son los que tienen la culpa de todo.
Lo ideal sería volver al mono, pero como ya no podemos por razones obvias, aún estamos a tiempo de aprovechar la desescalada para partir de cero, como si no hubiésemos pasado por el planeta en muchos años. Así como desde el principio del principio.
Igual de esta forma, obtenemos el perdón de la Madre Tierra que está tan harta de sus hijos humanos que ha mandado una colleja como para casi ni poder contarlo.
Aunque solo sea por respeto a las vidas que se han quedado en el camino, sigamos el ejemplo práctico del mono araña, pero en lugar de hacia arriba, como él que para eso su especie ha sabido poner una cola donde debía, hacia abajo: con humildad.
A lo mejor una desescalada, era realmente lo que necesitábamos por no haber sabido estar a la altura del privilegio tan grande que significa vivir; cuando solo se nos había pedido una cosa a cambio: respetar a los demás seres vivos, humanos o no, igual que a nosotros mismos.