Daniel Pérez Rodríguez
El camino entre la depresión y la cura
La depresión afecta a más de 300 millones de personas en el mundo, teniendo una prevalencia en España de más del 5% de la población. Es un trastorno muy común que daña por igual al paciente y a su entorno más cercano. Hoy me gustaría recorrer el camino que lleva a una persona desde la "normalidad" hasta la depresión y hacer el recorrido de vuelta. Todo esto desde mi experiencia personal.
Si por algo se caracteriza la depresión es por la facilidad con la que puede pasar desapercibida a ojos de la familia. Al contrario de lo que se podría pensar, esta enfermedad no "ataca" de un día para otro, más bien usa el acoso y derribo durante meses o años. Son necesarios una serie de acontecimientos (pequeños o grandes) y rutinas que van marcando al paciente y poco a poco lo va acercando al trastorno. Mientras tanto, la familia tiene tiempo de sobra para acostumbrarse a su nueva personalidad a medida que este avanza y comienza a enfangarse en las rutinas propias del estado depresivo.
Puede que todo comience con la pérdida de un ser querido, una ruptura, un trabajo estresante, una mala situación familiar… en general algo que produzca estrés mantenido en el tiempo. La persona intentará luchar contra ese estrés sin éxito (aquí habría que hablar de lo oportuno de una buena terapia a tiempo) y poco a poco irá desarrollando conductas que lo van acercando a la depresión. Quizás deje de ir al cine los miércoles o decida darse de baja del gimnasio al que va 2 veces por semana. Cambios pequeños que, por si solos, no tienen mayor relevancia pero que seguirán sucediendo a lo largo de los meses. Estos cambios suelen tener como resultado el aislamiento progresivo de la persona y su inmersión en el pozo de la desesperanza.
En este punto, la familia comienza a tener evidencias de que algo "extraño" sucede y que los argumentos del (ahora sí) paciente depresivo no son suficientes para justificar su condición. Si el paciente tiene suerte y su familia se involucra, este será el momento en el que lo lleven al médico. Cuanto antes suceda esto, más rápida y sencilla será su rehabilitación.
Tras la consulta médica y la subsiguiente prescripción de antidepresivos, comienza la odisea de la recuperación. Los cambios de humor y de conducta hacen difícil esta etapa para la persona que cuida del enfermo y suele ser un periodo emocionalmente complicado. Es frecuente pensar cosas como: "Antes siempre íbamos de la mano por la calle", "noto como si estuviera lejos de mi" o bien "no puedo decir nada, siempre contesta mal", "no tiene en cuenta el esfuerzo que estamos haciendo", "se ha vuelto un egoísta", etc.
Afortunadamente esto suele durar un par de semanas tras las cuales, la situación se estabiliza y comienzan a verse los primeros cambios positivos. No obstante, a pesar de saber que la medicación va a producir estos cambios y que todo será transitorio, suele ser una época complicada para el paciente y su entorno. No hay que olvidar que el enfermo sigue teniendo capacidad para razonar, aunque ahora mezclada con cambios de humor. Esto puede dar lugar a que se sigan sus razonamientos y se acabe cayendo en sus mismos vaivenes anímicos. Una práctica que a me ayudó en esta etapa es "despersonalizar" esos momentos y pensar "no es el/ella, es la medicación".
A esta etapa hay que añadir los posibles ajustes de dosis o cambios en la medicación (no a todo el mundo le sienta bien lo mismo) con los consiguientes trastornos de humor de los siguientes 15 días. Puede parecer desmotivador pero este proceso de medicación y ajustes es indispensable para recuperación. Una depresión sin tratar puede dar lugar a que surjan otros casos de depresión en la familia, a un empeoramiento grave en la calidad de vida y, en el peor de los casos, al suicidio. Las peores consecuencias de la depresión no están en su tratamiento, la depresión es devastadora cuando se ignora.
Pasada esta etapa, lo que sigue es el camino de vuelta a la normalidad. En este regreso es muy importante la tríada psiquiatra-psicólogo-familia, haciendo referencia al seguimiento médico del psiquiatra, la terapia de un psicólogo y el apoyo de la familia. El psiquiatra hará el seguimiento de la medicación, el psicólogo se encargará de que el enfermo aprenda nuevas "herramientas" haciéndolo más resistente a futuras recaídas. Finalmente, la familia es el factor más importante en esta enfermedad; su detección, tratamiento y buen pronóstico dependen en gran medida de ella. El apoyo, comprensión y cariño hacia el enfermo son fundamentales para una recuperación exitosa.
Al final, aunque el proceso requiera esfuerzo y haya momentos de desesperanza, todo vuelve a la normalidad. Los caminos siempre tienen dos sentidos, y el de la depresión, también.
Daniel Pérez Rodríguez