Kabalcanty
Galería 31 (Parte 3ª)
No tuvieron que hacer un gran esfuerzo para calar al otro lado. Hicieron solamente el hueco necesario para arrastrarse entre la tierra húmeda y comunicar con la parte que les daba tanta esperanza.
Lola cogió el plano y la linterna y se dejó ayudar por Pepe para alcanzar la nueva zona. Mientras se sacudían la tierra adherida, observaban el nuevo lugar. Era otra galería pero terminada y acondicionada como otras tantas. Potentes fluorescentes iluminaban la estancia mostrando una longitud que se perdía en la distancia. Se escuchaban voces lejanas, ruido de actividad humana mezclados con zumbidos propios de las máquinas.
— Mira, el indicador está colgado allí delante.
Dijo Lola, extendiendo la mano por la que agarraba el plano.
"Galería 56" leyeron en el rótulo que se insertaba en la pared de hormigón bruñido.
— Pero esto es algo increíble, -dijo Pepe sopesando su alrededor- se suponía que esta galería no estaba todavía ni proyectada. La 32 conectaría con las 33,34 y 35 hasta que dentro de tres o cuatro años se proyectara la fusión con la 40.
Lola asintió desconcertada.
— Tal vez haya más mundo que el que dábamos por conocido, Pepe. Me pierdo, tío.
Escucharon el motor de un vehículo propulsado viéndole aparecer en el fondo izquierda de la galería. Como era costumbre, venía lanzado por el centro del túnel básico haciendo girar su luz intermitente en el techo.
Agitaron sus manos para detenerle mucho antes de que llegara hasta ellos.
Un hombre vestido con un mono verdoso detuvo el vehículo propulsado. El motor dio un agudo chiflido y se apagó a la altura de ellos.
— Buenas tardes…..o noches ya, qué caray -dijo el hombre del mono verdoso en un tono afable.
Lola se acercó al vehículo para hablarle mientras le mostraba el arrugado plano.
— Perdona, estamos trabajando en la galería 31 y, según plano y siguiendo las coordenadas facilitadas por dirección, esta debería ser la galería 32. No entendemos cómo puede estar construida ya la 56 o ¿se trata de un error?
El hombre les observo unos instantes impasible, escudriñaba a uno y a otro como si se tratase de un juego.
— Nunca se construye conforme a la lógica -dijo al fin arqueando las cejas con prosopopeya- De todas maneras qué más da que sea una galería u otra, en todas se vive igual……imagino, claro.
Luego, sin más, dio gas al vehículo para salir disparado.
— ¿Qué coño pasa aquí? –preguntó la topógrafa dándose unos sonoros cachetes en los muslos.
— Parece que nos hemos tomado demasiado en serio los planos, Lola. No tienes nada más que ver a ese tipo que tiene una guasa que supongo necesitamos para entender este tinglado.
Ella se guardó la linterna y el plano en uno de los bolsillos laterales del pantalón antes de hacerle un gesto con la mano para que la siguiese. Pepe obedeció dócil y siguió a su altura el peregrinaje a lo largo de la galería 56.
Caminaban encontrándose con galerías adyacentes habitables en dónde veían a gentes contemplando el televisor, comiendo o durmiendo plácidamente mientras los aparatos de aire acondicionado actuaban silenciosamente. Hallaron un par de minicines, un restaurante vegano y una peluquería unisex que echaba el cierre a esas horas. Contemplaban todo sin extrañeza, con la confianza de encontrarse en un lugar que poco o nada difería a los que ellos habitaban.
Cuando llevaban caminando un par de horas, hallaron un bar bastante concurrido que exhibía sus neones irrumpiendo en la galería básica.
— ¿Nos tomamos algo? -dijo Lola, dando por sentado el sí del hombre.
Se arrimaron a la barra con dificultad, sorteando el hacinamiento que contemplaba extasiado un partido de tenis que daban por televisión. Todos tenían los ojos clavados en el ángulo entre el techo y la pared donde estaba anclado el aparato receptor. Comentaban en voz alta el final de los puntos al unísono con el sonido ambiente del partido y del comentarista.
— Me tomaría una buena pinta fresquita -dijo Lola al camarero con cierta ansiedad.
— Pues que sean dos -remachó Pepe.
Hubo un griterío histérico por un punto perdido de uno de los tenistas.
— Tenía bastante razón el tipo ese: la 56 se parece mucho a la nuestra, a la 27.
Advirtió Lola intentando poner orden a sus cabellos alborotados.
— Ya, pero el tema es que supuestamente esta 56 era sólo futuro hace un par de horas.
Lola se lanzó literalmente a por su jarra de cerveza una vez depositada en la barra. Dio un trago glotón que se derramó en parte barbilla abajo.
— Y si te dijera que Hilario y sus dos colegas andan pegados al final de la barra -dijo Pepe, sorbiendo espuma y escrutando por encima de las cabezas arracimadas a lo largo de la barra- Justo al lado de ese jovencito con los pelos teñidos de azul cobalto, el que sujeta la botella de cola.
Lola necesitó empinarse sobre el reposapiés de la barra.
— ¡Joder, son ellos! ¿Cómo leches han llegado?
Hubo una oleada de aplausos, griterío entre algunas mujeres, y un arrebato común para pedir más bebida al camarero. Había concluido un set.
— Tengo sólo dos manos, señores clientes, y para colmo mi compañero no ha venido hoy porque tiene gripe. Así que paciencia y orden.
Hilario y los otros dos poceros también exigían sus bebidas palmeando con vigor sobre la barra.