Manuel Pérez Lourido
Seol Vristi
Pasárselo bien. Si hiciésemos una encuesta preguntando qué le gusta a la gente, esa sería un respuesta ganadora. Al menos estaría en el podio. Por ese motivo vamos a iniciar una serie de artículos relacionados con la música del futuro, intercalando nociones musicales del pasado; o sea, algo en plan futurista pero sin dejar de ser revival. Se entenderá mejor cuando expliquemos que hablaremos de músicos fictios de géneros inexistentes. O no.
Hoy comenzamos con los croatas Seol Vristi ("Alaridos del Seol"), que escogieron ese nombre porque iban para formación de trash metal, aunque la incorporación de la bellísima Andreja Smirac y su tambor electrificado trastocó sus planes. Los otros tres miembros varones del combo estuvieron unanimente de acuerdo en que: 1- había que hacerle sitio a la Smirac en la banda 2-era imposible hacer trash metal con un tambor, aunque estuviese electrificado. Esto último para nada es cierto, pero ellos lo desconocían porque ignoraban cómo hacerlo. De modo que se pusieron a ensayar, a ver qué les salía y les salió una especie de post grunge funky que a veces giraba a un pre-punk emo. La hermosa Andreja consiguió además ser aceptada como vocalista, por sus cualidades vocales y por ser muy lista y la verdad es que daba gloria verla aporrear el tambor (electrificado) y cantar aquellas letras salvajes: "tu aliento es lija / me tienes miedo / véte de aquí" (en croata tiene rima). Tras conquistar al público de su ciudad en festivales subvencionados por el ayuntamiento, pronto su fama recorría la región (Dalmacia) y la gente empezaba a hablar de ellos en las cafeterías y los colmados. La juventud croata los adoraba, especialmente los hipsters, los góticos, los veganos, los zurdos y los estudiantes de arquitectura. En cambio la población madura y con hijos los aborrecía porque decían que les daban miedo a los niños. No debido a su aspecto o vestimenta, que eran más bien vulgares (salvo el caso de la angelical Andreja) sino por su música. Resultó que lo de Alaridos del Seol sí acabó teniendo que ver con ellos y es que hasta su vocalista tuvo que modificar la forma de cantar para que hiciese juego con los sonidos que los otros arrancaban a sus intrumentos. Es sabido que "xente xoven e leña verde, todo é fume" y esto es lo que Seol Vristi ofrecía musicalmente hablando: humo. Ruidoso y desacompasado, pero la mocedad croata se lo tragó todo. Sus conciertos eran aguardados con expectación, las audencias coreaban los estribillos (algunos la canción completa) y la Smirac desataba las pasiones que los otros tres enfriaban. Fue al final de una gira veraniega especialmente intensa, mientras descansaban bajo unos pinos, que a Gustav (guitarra y trompetas) le cayó una piña en la cocorota y, mientras se la frotaba enérgicamente dio en pensar que podían grabar un disco. Los otros aplaudieron la idea, entusiasmados, sin saber que ese iba ser el principio del fin.
Philips Vasielevich Spectorvich, ese era el nombre del productor de origen ruso que les recomendó la casa de discos con la que firmaron el contrato. Y ellos lo aceptaron porque 1- no conocían a ningún productor musical 2- eran los de la casa de discos quiénes lo pagaban.
Spectorvich se empeñó en que lo llamasen por su segundo apellido y en que comenzasen las grabaciones a las ocho de la mañaa. La de Andreja Smirac fue la primera voz que se alzó para prostestar, no muy alto, porque tenía que cuidársela debido a los excesos de los conciertos (tanto alarido le estaba pasando factura). Los otros tres la secundaron pero Spertovich, que media uno noventa y estaba más bien gordito, se cruzó de brazos y no tuvo que hacer nada más. Ese no fue un buen principio, pero esperen y verán.
Spectorvich resultó ser mucho más complicado de lo que en principio les había parecido. Era un tipo meticuloso hasta rayar lo ridículo. Les hacía grabar cincuenta veces cada tema, aunque hubiese quedado perfecto a la primera (caso que nunca se dio). Decía que cincuenta era un número mágico y que la magia no estaba completa si no se alcanzaba esa cifra. Y tenían veinticinco temas que grabar, para luego quedarse con dieciséis, que era lo que habían acordado con la editora. Salían del estudio exhaustos y malhumorados. Hicieron un tema cortito en su honor, que cantaban de vuelta a sus casas, cuyo estribillo decía: "Spertorvich je propalica i ne možemo više podnijeti, on je kopile, kopile" y que no vamos a traducir aquí, para eso está google translator.
Como es fácil suponer, las sesiones de grabación fueron de mal en peor, para lo cuál fue crucial el mal carácter de Spectorvich, que llegó a blandir un revóver durante una discusión acalorada. Andreja Smirac se subió a una silla, como si hubiese visto un ratón y el bajista salió disparado por la puerta. No hubo más grabaciones. La casa de discos se puso del lado de productor y ellos perdieron la oportunidad de triunfar con un cedé cuando estaban en la cresta de la ola. Es un negocio complicado.