Carlos Regojo Solla
Aprendizaje
Recuerdo, como si fuese ayer, alguna gestión hecha con la Agregaduría Cultural de la Embajada de España en Alemania, ubicada en la aun por entonces capital, circunstancialmente sita en Bonn, con respecto a mi nombramiento como profesor de los hijos de españoles en Reinfelden y Lörrach al suroeste de la Selva Negra. Resuelta esta parte administrativa, poco después, desde München, la capital bávara, en compañía del asistente social me desplacé a Friburgo pasando por Stuttgar y Karlsruhe y me hospedé en una pensión llamada Haus Margueritte, en el propio Friburgo, donde comencé mi trabajo por la actualización de un fichero real de emigrantes españoles de la zona, y digo real porque desde la última actualización hecha entonces, había habido muchos retornos a España y otros cambios.
Por el camino, en la primera toma de contacto, recuerdo haber hecho una incursión en la Selva Negra donde el asistente social visitaría un hospital de tuberculosis con el fin de conocer el estado de salud de un compatriota enfermo. Un viaje apasionante por el gran bosque de los relojes de cuco, silencioso, sin un rumor, misterioso…
Cuantas cosas, ocurridas dentro de un país serio y acogedor como lo es Alemania, capaz de recuperaciones asombrosas económicas y sociales que cautivan sin duda al resto del mundo, que tanto trabajo ofreció a españoles, turcos y yugoeslavos, entre otros. Al respecto de los yugoeslavos, recuerdo el hospital de Munich, la Krankenhaus de la Cruz Roja, en Rot Kreuz Plazt, donde trabajé unos meses. Una mole gris que también era escuela de enfermeras, unas jovencitas estudiantes, siempre sonrientes, a las que llamábamos cariñosamente "chulerinas". Trabajaban allí varias mujeres yugoeslavas, en aquella inmensa cocina que atendía a todo el hospital. Ahorraban marco a marco para hacer sus casitas en su tierra asolada poco después por la maldita guerra. ¡Ironías!
Hace treinta años que cayó el muro. Bon dejó paso a Berlín como capital y uno medita sobre sus vivencias. Me parece mentira haber "convivido" con Von Braum, Curchill, de Gaulle o Eisenhower, por ejemplo y me decepciona comprobar que las experiencias pasadas que nos afectan a todos no están sirviendo de mucho. Tal vez convendría poner cara a cara a algunos extremismos con los ojos de una victima de guerra de cualquier documental al respecto, de la National Geographic, por ejemplo.