Beatriz Suárez-Vence Castro
Siempre nos quedará Portugal
Voy a irme a vivir a Portugal. No ahora mismo, que sería muy precipitado, pero ya lo voy poniendo por escrito.
Uno de los motivos es, seguramente que, con los años, las mujeres acabamos pareciéndonos a nuestras madres y yo crecí escuchando decir a la mía: "Si tuviese salud, os dejaba a todos plantados y me iba a Cascáis".
En cada familia hay una frase que empieza a decir una sola persona y los demás la corean como un estribillo, con los ojos cerrados y por lo bajini. Aquella fue la mía.
El otro motivo es que, en Portugal, si las personas no se conocen, se tratan de usted. Dirán que son manías mías porque voy para mayor, pero yo creo que desde que nos tratamos todos de tú hemos ido cuesta abajo y si no lo ven así, piensen en el diez de noviembre próximo.
Ayer tuve que ir a hacerme una analítica y en la misma puerta del hospital un señor de unos setenta y muchos años se cayó. Iba solo y, entre un hombre que estaba vendiendo lotería y yo, le ayudamos a levantarse del suelo. Al incorporarse, con bastante dificultad porque ni el vendedor ni yo estamos muy fuertes, dejó una pregunta en el aire, de esas que se hacen más para uno mismo que para que te contesten: - ¿Con qué leches me habré tropezado? -
Una señora que pasaba por allí - la entrada al puesto de análisis del Provincial está siempre muy concurrida- creyó necesario contestar y le dijo: "No te tropezaste con nada, apoyaste mal el pie y te caíste". Todos pensamos en ese momento que se conocían de siempre, pero resulta que no, que se acababan de ver por primera vez. La cara del señor fue como de haber encajado otro sopapo además del golpe que se había dado con la caída, de total desconcierto. Y es que, a veces, la familiaridad en lugar de ayudar, confunde.
A una amiga de una tía mía, le pasó hace años en Madrid una cosa parecida a la del señor del hospital, pero entrando en un taxi. Ella, una señora mayor y de muy buen ver, se sentó en el asiento de atrás. El conductor la miró por el retrovisor y le preguntó: "¿Qué, rubia? ¿A dónde vamos? Y ella, enfilando otra vez la puerta, le contestó: "Usted no sé. Yo, a coger otro taxi"
Esto pasa, creo yo, porque hay confianzas malentendidas que se han venido cogiendo como si el tuteo fuese uno de los fundamentos indispensables de la democracia y tratar a alguien de usted suponga elevarlo a los altares o quedar el que habla sometido a vasallaje.
En no tantos años, hemos pasado de tratar de usted a los padres en casa a hacer pandilla con el primero que pasa y plantificarle dos besos si hay de por medio presentación, que más de uno aprovecha para dar un buen repaso, porque con los dos besos solo no le llega y para eso tiene los mismos derechos que tú.
Por eso el otro día en clase de Portugués (ya ven que me estoy preparando a conciencia para el traslado) a la profesora le costó un poco explicar los pronombres y tuvo que insistir en que ni se nos ocurra cuando vayamos a preguntar dónde queda algún punto turístico, tratar a la gente de tú porque allí les parece mal. Vi el cielo abierto. Lo que no sé es si el destino elegido será Cascáis como hacía mi madre cada vez que se enfadaba con nosotros pero que me mudo, es cosa hecha.
Hay un momento complicado en la vida de toda mujer cuando le llaman señora por primera vez y mira hacia los lados, delante y atrás porque no puede creer que la cosa vaya con ella. Parece una ofensa tan terrible que es capaz de echar a correr calle abajo pensando que aún le responden las piernas, con tal de no volver a escucharlo.
Sin embargo, poco a poco, sin que una sepa cómo, se sorprende a sí misma identificándose inmediatamente cuando la tratan de usted. Te das cuenta de que la edad da algo que, en lugar de ser tan terrorífico como pensabas, hace que te sientas más a gusto en tu propia piel que cuando tenías veinte años y ya no quieres que te lo quiten.
Porque las formas tienen su lógica y no están hechas para humillar a nadie sino para ayudarnos a que la vida tenga cierto orden en medio del caos que tantas veces supone.
Para los que empezamos a sentirnos bien más cerca del usted que del tú, igual que a Bogart le quedaba París, siempre tan cerca, tan amable como una mano tendida en el momento oportuno, nos quedará Portugal.