Milagros Domínguez García
Tener derechos no os da derecho...
Qué cruel es a veces una imagen. Cuán dolorosa puede resultar a quienes, como yo, estamos atónitos al ver el recibimiento que se les hace a dos terroristas que tienen en su haber el secuestro y el asesinato de varias personas. Ciudadanos inocentes todos y algunos de ellos además Guardias Civiles que no hacían más que cumplir con su deber. Que grotesco espectáculo verles recibidos entre vítores y fuegos de artificio aclamados y aplaudidos como personas de trayectoria honrosa.
Mientras leo comentarios de apoyo a esa "celebración" en redes sociales argumentando que estas dos personas han cumplido su condena y ahora mismo han pagado a la sociedad el daño causado, reflexiono, siendo consciente de que así es vivir en democracia y por lo tanto he de respetar las libertades de todos, además de la ley, pero no puedo evitar pensar en cómo se sienten las familias de aquellos que fueron un nombre en una diana primero, para más tarde ser cuerpos tendidos en el suelo después de ser tiroteados, víctimas de explosiones o secuestrados.
Esta reflexión me lleva a pensar en otros que también han causado algún daño y están en prisión. Se me ocurre pensar en los violadores de la manada, en progenitores (imposible para mí llamarles padres o madres) que a sangre fría asesinaron a sus vástagos, pederastas, en definitiva a una serie de personas que en algún momento saldrán de prisión por haber pagado su culpa y que podrían también celebrar la restitución de su libertad.
¿Qué haría la sociedad si eso sucediese?, si esos que un día nos rompieron por dentro con sus atrocidades regresan a su ciudad natal y son homenajeados.
¿Por qué hoy recibir entre aplausos a José Javier Zabaleta Elosegui (Baldo) y a Xabier Ugarte Villar parece estar socialmente aceptado y, nos tiraríamos a degüello si eso sucede con un hombre que haya asesinado a su pareja?
Seguramente me falte información y formación para definir lo que sucedió en las localidades de Oñate y Hernani, pero no me falta humanidad para calificar ese acto de espeluznante, innecesario y grotesco. Y lo que es peor aún, aceptado por ellos mismos, que no han sentido pudor alguno y reciben esos honores como pago a su "servicio".
Es vergonzoso y vergonzante y, por más que intenten algunos hacerme comulgar con ruedas de molino, no daré por bueno un acto a todas luces repulsivo. Tanto como quienes ejecutaron y secuestraron y hoy se creen el ombligo de una reivindicación que solo era el disfraz que usaron unos mercenarios sin escrúpulos para imponer su orden y su razón.
Y no, no la tenían cuando empuñaban pistolas y no la tienen ahora cuando quieren ejercer de víctimas de un estado represor. Los represores son ellos, los fascistas son ellos, los asesinos son ellos y por lo visto se regodean de serlo cuando admiten esa celebración y forman parte de ella.
Que un partido como Bildu diga que hay que "dar un sentido de normalidad " a que los etarras sean homenajeados a su salida de prisión me produce estupor y les respondería que es una situación tan anormal que carece de sentido, pero también he de decir que no me sorprenden estas palabras viniendo de quien vienen.
Gracias a vivir en democracia pueden hoy estar en la calle y yo puedo decir lo que pienso sobre sus actos y actuaciones. Lo hago sin más arma que la palabra, en mi nombre, sin cubrirme el rostro con un balaclava y con la dignidad intacta de nunca haber intentado imponer por la fuerza mi razón. Por desgracia para muchos, quienes recibieron el homenaje poco respetaron el estado de derecho del que hoy hacen uso, en mi opinión de forma indigna.
Ni olvido, ni perdón.