Alexander Vórtice
Torear como contrariedad
La contradicción está servida: España es el único país de Europa donde si trasteas a un toro es arte y, en cambio, si banderilleas a un perro es delito.
Lo cierto es que el arte nunca debiera traer consigo muerte, sangre y sufrimiento. El arte es algo mucho más elevado, el arte supone vida y sabia nueva, evolución y deliberación, el arte es satisfacción y conocimiento progresivo.
Por suerte para los que amamos y respetamos la vida de los animales, el toreo en nuestro país está de capa caída y la cosa sólo acaba de empezar. Las nuevas generaciones, más concienciadas con el derecho de los animales y el respeto a los seres vivos, aborrecen sin prórrogas éste mal llamado festejo. Los datos son concluyentes en nuestro país: en menos de una década los toros han perdido más de 850.000 espectadores.
Así es que el sentido común se va imponiendo poco a poco a la barbaridad de matar a un animal de mala manera, entre olés, cerveza fría, pañuelo rojo-abolengo y habanos recalcitrantes.
Aún con todo, los toreros (también citados en las plazas bajo el sobrenombre de "maestros") apuestan sin ningún tipo de rubor por la defensa de la Fiesta Nacional, incluso a golpe de citas célebres o disquisiciones de taberna, sino no se explica el bajo nivel de dichas meditaciones si no van acompañadas por grandes dosis de alcohol y/o ignorancia.
Léase lo dicho por el torero Alejandro Talavante sobre el tema que tratamos:
"El toro es un toro… y no puede ser tu amigo porque no habla y tampoco tu enemigo porque tampoco habla".
O lo expresado por Manuel Jesús Cid Salas, alias El Cid:
"Los toros nerviosos son como las mujeres, la que se deja se deja y la que no se deja, creo que comete un error".
Maestros les llaman, oiga. A no ser que estemos hablando de la maestría de lo rancio, de lo cuñao, de una España que ya no es o no queremos que sea… aquel país de NODO y paisajes en blanco y negro, donde lo vetusto campaba a sus anchas.
El chusco espectáculo que se nos brinda en las plazas de toros confirma que el ser humano es el animal más cruel o, al menos, es un animal que tendría que ser más humano y menos arrogante.
Una sociedad que se dice a sí misma avanzada y próspera no debiera confundir la maestría con los espumarajos sanguinolentos que un tipo vestido de luces provoca en un animal que sale a la plaza únicamente para luchar por mantenerse con vida, al contrario que el torero, que se esmera incesantemente para matar de manera parsimoniosa y punzante al susodicho animal.
Y es que todo lo escrito se resume perfectamente a la digna manera del escritor checo Milan Kundera:
"La verdadera prueba moral de la humanidad, su prueba fundamental, consiste en sus actitudes hacia aquellos que están a su merced: los animales".
Así pues, estimado lector, supongo que es hora de poner a prueba nuestras actitudes.