Beatriz Suárez-Vence Castro
Los nuevos Rojos
Bárbara Goenaga es una actriz de izquierdas y su marido, Borja Semper, es un político de derechas. Su ideología no debería etiquetarles, pero así ocurre en el país de la gran zanja.
Bárbara ha condenado en Twiter una agresión homófoba y, tan gordo ha sido lo que le ha caído que ha decidido dejar Twiter. Pero no se crean que los insultos han venido por parte de los situados ideológicamente del lado de su marido. No. Sorprendentemente han venido de sus camaradas que le han escrito cosas como: no te atrevas a defender a las lesbianas cuando estás casada con alguien que pertenece a un partido que condena a los gays, hipócrita de mierda.
La rama supuestamente progresista que la insultaba estaba además representada por una mujer a la que no le importó en este caso cuestionar con quien se había casado una "miembra" de su misma especie.
Resulta preocupante la vuelta al odio hacia todo aquel que, ejerciendo ni más ni menos que su libertad de expresión, se declara hombre o mujer de derechas. Ya no digamos si además hablas gallego, eres gay, animalista o una persona con preocupación social, porque entonces te observarán con la misma curiosidad que si estuviesen ante un ornitorrinco.
Es cierto que la irrupción de Vox y su intención de pactar con Ciudadanos y el Partido Popular ha enturbiado aún más unas aguas políticas que ya de por sí estaban bastante revueltas.
En el país de la gran zanja –léase España- o estás a un lado o estás a otro.
Si no estás del lado que mola, sobras. El lado que mola es por supuesto la izquierda; pero no la izquierda culta, respetuosa y progresista de verdad, que conoce la historia y que ha trabajado codo con codo con la derecha e incluso con el centro, que ahora parece desdibujado pero que fue una alternativa real durante el proceso constituyente; una izquierda que era rival pero no enemiga de la derecha, que ponía por delante la idea de un proyecto común que alejase- insisto codo con codo- junto con los partidos diferentes a ella en ideología- la dictadura que tiñó España de negro durante 40 años. No es esa la izquierda que estamos viendo, con intelectuales de verdad, tan parecidos a los que los había en la derecha, que se sentaban a hablar juntos a pesar de sus diferencias como personas civilizadas y a los que daba gusto escuchar en una tertulia.
No, ahora la izquierda molona es la del insulto, la del grito, la del miedo, la que resucita viejas consignas tipo "arderéis como en el 36". La que se arroga el movimiento feminista y lo utiliza como le da la gana, la que cree tener el patrimonio del idioma y de la cultura. Esto no es izquierda que valga. Es odio puro y duro.
El caso de Bárbara Goenaga no es nuevo. Ya en el año 2011, la cantautora Russsian Red, concedió una entrevista con motivo del lanzamiento de su disco Fuerteventura, afirmando algo tan insólito como que los artistas como ella misma también pueden ser de derechas y le cayó la del pulpo. Acabó viviendo en Los Ángeles donde por lo visto mientras tengas talento da igual a qué lado del escenario y de la vida te sitúes.
Cuando estaba en la facultad asistí en Betanzos a un seminario sobre el cine de Garci en el que había profesionales que todos sabíamos de qué lado de la zanja estaban, pero todos eran eso: profesionales y allí solo se habló de una cosa: del cine en general y del de Garci en particular. Tanto ponentes como asistentes, porque nos unía el amor al cine y las ganas de trabajar y de aprender por encima de la ideología de cada uno. Se estaba homenajeando a un hombre con talento y a eso fuimos y pasamos una semana inolvidable.
He estado en tres ediciones del festival de Cans de Porriño al que como aficionada al cine me encantaba ir. Digo me encantaba porque a la tercera me di por vencida. En la Leira de Alicia que era a donde solía acudir a escuchar las conferencias. De las tres que escuché, solo a un ponente- que para más inri venía sustituyendo a otro que se había caído del cartel- se mostró verdaderamente interesado en hablar de cine. Las otras dos corrieron a cargo de conocidos directores que se dedicaron, uno en mayor medida que el otro, a despellejar a compañeros de profesión de reconocido prestigio dando nombres y apellidos simplemente porque no eran de su cuerda política. Uno de ellos dijo textualmente aprovechando la cercanía de las elecciones, que a nadie de los allí presentes se nos ocurriese votar a la derecha, como si eso fuese de lo más normal cuando el tema de la conferencia es el cine.
No he vuelto a Cans desde entonces –y miren que disfrutaba de muchas cosas allí- porque no soporto que me adoctrinen. No lo soportaba de jovencita y mucho menos que lo hagan cuando ya soy adulta. Me da igual de qué bando venga el adoctrinador o lo popular que sea.
Recordaba estos días aquellas charlas en Cans porque uno de los directores la tomó con Arturo Fernández y con Mario Casas. Con Mario Casas, entiendo que porque trabaja más que él, siendo mucho más joven y con Arturo Fernández por el mismo motivo y porque era mayor. Pero lo peor de todo es que era un actor de derechas sin pelos en la lengua, con compañía propia que trabajó hasta su muerte autofinanciándose con compañía propia sin recibir subvenciones. Igual no era Mastroianni, pero no le hizo falta. Tampoco Mario Casas es el mejor actor de su generación, pero ahí le tienen. Pues al orador de ese año en Cans se ve que le molestaba que trabajasen más que él, a pesar de haber pertenecido durante muchos años a una industria a la que ahora que no le financia le encuentra todos los defectos posibles.
Tanto a Garci como a Arturo Fernández, a Russian Red y a Bárbara Goenaga les ha ocurrido algo imperdonable: han confesado simpatizar con la derecha, lo que en la zanja equivale a asegurarte el escarnio público hasta que te entierren en ella a base de zancadillas y empujones. Si no lo consiguen, como no ha ocurrido con ninguno de los mencionados, los pseudo liberales defensores de la justicia y el bien común se dedican a hacerte la vida imposible de mil maneras. Aun así, el talento no entiende de ideología y a poco que le ayude la suerte, acaba triunfando por más trabas que le pongan.
En este país nuestro al que cada vez le gusta más vivir solo en una mitad, no nos alegramos del triunfo ajeno, aunque venga del saber estar y del trabajo bien hecho. La envida y los prejuicios nos ciegan hasta tal punto que creemos que al que le va mejor que a nosotros no es porque trabaje más o mejor si no porque le ha venido todo regalado.
Necesitamos carnet para trabajar. O eso o tener la boca cerrada si no estás en el lado que mola. Por eso mucha gente se calla: para poder seguir trabajando.
Hace años te fusilaban por rojo. Ahora te ningunean si confiesas, como en un pecado, que tiras a la derecha. No pierdes la vida, en eso si hemos progresado, pero no te dejan vivirla en paz.
No se vayan a creer que esta ya no tan nueva discriminación social y laboral viene por algún motivo histórico real, si no por creer que la derecha sigue siendo franquista cuando al dictador afortunadamente se le ha dado sepultura hace muchos años –aunque eso también se han empeñado en cambiarlo- y, salvo el caso de Vox que puede tener comportamientos que la recuerden, ni los votantes del Partido Popular ni de Ciudadanos ni siquiera muchos de Vox están por la labor de volver a encarcelar España.
Como decía a sus veintipocos años Russian Red: el rojo, es ahora de derechas.