Milagros Domínguez García
Ayer fue Verónica, mañana puedo ser yo...
Visto lo visto, quizá el respeto sea utopía y la moral un arma de tortura que muchos utilizan de forma poco arbitraria y sin pizca de ética. Recuerdo una frase de mi madre cuando escuchaba a alguien comentar la vida de otros: "En todos lados se cuecen habas y, en mi casa, caldeiradas". Así, de esta forma tan simple, al tiempo que contundente, zanjaba y sigue haciéndolo aún la buena señora los chismes y los correveidile. Porque lo cierto es que cotilleos, cotillas y mete mierdas siempre los hubo y los habrá. Aunque hoy en día se vuelven más peligrosos, con el agravante de la difusión que se da con las redes sociales y las nuevas tecnologías, con el amparo y anonimato que aporta una pantalla a la cobardía, con la ignorancia del desconocimiento de la ley que, además, usan para disculparse como un atenuante y con una falta de educación en valores muy preocupante.
Será cierto eso que dicen que el sentido común es el menos común de los sentidos. Será quizá que mostrar empatía por otros es para algunos signo de debilidad. Será que sólo miran la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.
Deberíamos siempre pensar en que no somos inmunes al daño. Que hoy fue Verónica y que mañana podríamos ser nosotros o, aún peor, nuestros hijos. Porque por si no nos hemos dado cuenta, ellos no están exentos y es más, lo que hicieron con Verónica unos adultos, es lo mismo que está sucediendo en los colegios e institutos donde se aplica el mismo régimen del terror y dónde muchos niños sufren de esta forma tan cruel el día a día que le imponen aquellos que se creen mejores, más fuertes e inmunes.
No nos engañemos, lo que sucede en realidad es que estamos fracasando en el intento de ser una sociedad sana y esa modernidad y progresismo del que presumimos es simplemente un disfraz que esconde una realidad teñida de mediocridad y de indigencia ética. Estamos empapados de una "moralina" más acorde con siglos pasados y que como crueles inquisidores usamos para abofetear a quienes osen salirse de lo que entendemos por normalidad, cuándo la verdad lo que no es ni medio normal es que un grupo de personas ataquen como una manada a alguien en inferioridad de fuerzas.
Unos por exceso, otros por defecto, pero todos aquellos conocedores de lo que sucedía tienen una responsabilidad y hoy nosotros tenemos la obligación de hacer algo para que esto no vuelva a suceder ya que, de otra forma, seremos tan responsables como ellos. No podemos mirar hacia otro lado y obviar que cada día que permitimos que sucesos así se den, perdemos humanidad.
Verónica me hizo recordar una canción de 1988 que denunciaba una realidad injusta ("Manuel Raquel" Tam Tam Go) y, con una de sus estrofas, le diré adiós a una mujer que no merecía lo que le sucedió.
"Quiso volar y saltó
no pude llegar a tiempo
las lágrimas sin dolor
me las ha arrancado el viento
se fue sin decir adiós
sin un grito, ni un lamento"
D.E.P Verónica.