Carlos Regojo Solla
Punset
Ya lo va entendiendo, Punset, desde que decidió dejarnos. Un privilegiado ya, que retendrá, desde ahora, lo previsible y sus soluciones, aspectos aun en pañales para los que estamos en el limbo de los supuestos, conjugando ensayo y error. Se fue porque quiso, harto de hipótesis, conjeturas y posibilidades, a buscar las realidades, los puntos comunes que conexionan lo físicamente humano con lo espiritual y eterno, las verdades evidentes, la heurística de los axiomas. Seguro que se fue voluntariamente porque su universidad, la suya propia, no daba para más y eligió el camino más práctico. La Parca, disfrazada de dilema, vino a visitarlo, le propuso su debate, le plantó sus ofertas al igual que el infernal hizo con Cristo en el desierto, y él sucumbió a la tentación pudiendo decir que no.
-"Oye, tú, y sí por casualidad la tecnología un día descubre que…" "Porque verás…" "Y acaso no es cierto que…" "Sabes, no me cuadra…" "En verdad, tú, parece poco probable que…" "Dime, qué pasaría si Adán y Eva hubiesen tenido un hijo antes de haber pecado"…
Su discurso, nasal y pausado, gesticulante, rondando siempre la ruptura congruente del propio contenido temático, el alejamiento elíptico al límite de la atracción, reentrándo luego, consiguiendo recuperar in extremis la idea que quería desarrollar, lo que pretendía decir, su discurso, digo, nos ponía de los nervios. Punset era la conexión entre locura y realidad que otros, con más concierto, no se atreven a poner en solfa. Era un indisciplinado. Tenía la rebeldía de Einstein, la genialidad de Eugenio y los miedos de Poe, las teorías de Jiménez del Oso o los supuestos de Germán de Argumosa…, todo eso y más, a su propio estilo, con una atractiva talla divulgadora, sin guion, mixtura de Rodríguez de la Fuente y Jon Sistiaga, pero a lo Punset.
Tal vez demuestre estar en lo cierto cuando, al referirse a la muerte, asegure que a él no le conste que ésta exista. Si os soy sincero, juraría que lo he visto esta mañana en un video informativo, medio asomando entre una multitud de votantes en un colegio electoral barcelonés.
- Conjeturas -me diría -oye, tú, las tuyas son solo eso. La vista engaña mucho; no obstante, te invito a cenar esta noche. Me clavaré el tenedor en una mano para ver si sangro.
Y es que, de Punset, al igual que de Houdini, se puede esperar la magia más pura e inverosímil imposible.