Manuel Pérez Lourido
La nostalgia de los días azules
Si usted no ha sido disuadido por el título, estratégicamente escogido con tal fin, le anuncio que se haya ante un somero análisis de los resultados de la última convocatoria electoral en la España una y no cincuenta y una. Ahora bien, de análisis habrá bien poco y mucho de somero, por tanto. ¿Por qué querría un articulista espantar a sus lectores con el encabezamiento de su texto? No lo sé, pero le puedo decir por qué lo he hecho yo: no se me ocurría ninguno y decidí poner algo incoherente.
Más tarde le buscaremos asiento. Al título, digo. A los candidatos a alcalde y a eurodiputado ya le hemos buscado sitio entre todos.
Lo primero que conviene señalar, como siempre se hace en este tipo de sufragios, por si los lectores son imbéciles o algo así (yo lo hago por seguir la corriente) es que la elección de un alcalde es la menos representativa del color político de una sociedad de cuantas existen. Se trata de un asunto tan relacionado con la personalidad de los candidatos que, por ejemplo, alguien sociológica y genéticamente predestinado para votar a las derechas, puede haber votado al BNG sin mover un músculo del rostro o un militante de izquierdas confiar en un representante de la derecha sin pestañear (aunque yo me lo imagino más bien sufriendo un ictus, pero bueno). En cuanto al voto al parlamento europeo, la cuestión ya se aproxima al terreno de la fe o la nigromancia, cuando no se limita a echar suertes. Casi nadie bajo la faz de la tierra sabe qué hace exactamente un parlamentario europeo, aunque de oídos han llegado ecos de sus sugestivos emolumentos. Claro que de lo primero hay que procurar informarse y de los segundo sobran los cotillas que hagan de informantes.
Los resultados de Vox no han alcanzado las cotas logradas en las pasadas elecciones generales porque a muchísimos de las candidatas y candidatos de Vox les caracterizaba el anonimato y cuando siempre te ha caracterizado el anonimato y de pronto figuras en una lista para el ayuntamiento de tu pueblo, pasa lo que ha pasado. Igual también ayuda que las iniciativas, más bien peregrinas, del líder de tu partido no tienen forma de convalidarse en un gobierno municipal. O que a la gente de tu pueblo no le gustan las pistolas, los toros, los jinetes, la intolerancia o la bravuconería. Lo dejo ahí porque me estoy encendiendo y luego acaba oliendo a chamusquina. Disculpen lo del título, pero va a quedar así: ridículo y hortera.