Jacobo Mesías
Tres años sin el Maestro Sisse
Hace tres años que, por estas fechas, la prensa local difundía una peculiar noticia: la detención del Maestro Sisse. Casi nadie sabía quien era exactamente, pero casi todos los vecinos de la comarca conocían su existencia.
Nuestro particular adivino se hizo famoso por su estrategia de marketing directo, consistente en inundar la ciudad de panfletos publicitarios. En ellos aseguraba tener 20 años de experiencia en la profesión (dato curioso, porque tenía 39 años por aquel entonces), y aseguraba tener el remedio idóneo para todo tipo de problemas. Desde "arreglar" la impotencia sexual, hasta ayudar a mantener el puesto de trabajo. Todo ello bajo la categoría profesional de "vidente curandero".
Su detención tuvo lugar gracias a la denuncia de dos de sus víctimas, quienes le entregaron importantes sumas de dinero con el propósito de obtener una ayuda espiritual.
El modus operandi era claro, y se basaba en una estrategia publicitaria masiva que, tarde o temprano, alcanzaba a personas mentalmente débiles, a las que seducía para enriquecerse a su costa.
El pasado año trascendía la sentencia del Juzgado de lo Penal 2 de Pontevedra, condenándole a un año y nueve meses de prisión por un delito de estafa continuada. Pese a que el "maestro" recurrió en apelación, la Audiencia Provincial confirmó la condena hace unos meses.
Pese a que este individuo era el más famoso de los videntes locales, no era el único. A día de hoy no es infrecuente encontrar publicidad de este tipo en los parabrisas de los vehículos (aunque ciertamente la suya se llevaba la palma del descaro).
Lo cierto es que la línea que separa estas prácticas de la estafa es muy fina. Tras una consulta con un vidente, son muchos los que se sienten engañados, sin embargo no siempre se puede hablar de delito. La actividad de un futurólogo, una pitonisa, un tarot o un adivino es, en principio, legal. De hecho, tienen su propio epígrafe en el IAE como "astrólogos y similares", pudiendo darse de alta como trabajadores autónomos.
El delito solo tiene lugar en determinados casos: cuando prometen resultados; cuando engañan al cliente con las tarifas o sobre el destino de sus fondos; cuando cometen intrusismo; o cuando abusan de la ingenuidad de sus clientes; etc. En definitiva, lo relevante es el grado de engaño que se produzca, ponderando la condición concreta de la víctima, el método utilizado y, por supuesto, las consecuencias del fraude.
Normalmente, las personas que acuden a un "brujo o bruja", conocen perfectamente el funcionamiento de este tipo de asuntos, y asumen inicialmente la posibilidad de que se trate de un timo. En cierto modo, se trata de una cuestión de fe. Los problemas vienen cuando estas personas, que acuden con verdaderas dificultades, son embaucadas con soluciones ficticias. Ahí es cuando se entra realmente en una dinámica peligrosa.
"Cuando se está en medio de las adversidades, ya es tarde para ser cauto" (Séneca).