Alexander Vórtice
Vota Bukowski
Hubo un tiempo en que Bukowski se cansó de sí mismo y procuró un alter ego, Chinaski.
Debo decir que mi seudónimo lo tengo alquilado. Soy consciente de que algún día tendré que devolverlo, acicalado, tal vez, o deshecho a causa de la sarta de boberías que éste ha ido escribiendo a lo largo de más de dos décadas.
Yo soy de los que opinan que Bukowski -o Chinaski- debiera ser candidato político a las próximas elecciones, porque si algo tenía este escritor y poeta maldito, es que iba de cara, sin tapujos, incendiando a quien hiciera falta a base de verdades, sarcasmo y poemas de subsuelo.
Bukowski sabía de qué iba la vida y eso le pesaba. Él era consciente de que la poesía excelsa es esa que duele, lo demás son garabatos mal colocados y peor acicalados en el papel que fue blanco, inmaculado. Bukowski expresaba sobre la sociedad en la que vivimos lo que realmente es: un consorcio hipócrita donde la mayoría de los ganadores han llegado a donde están a base de artificios, tretas.
No gana nunca el buen candidato, gana el mejor entre los peores. La democracia suele tener esto: lo mediocre afila sus colmillos para resaltar, logrando con ello que debamos escoger entre cientos de embaucadores (acaso debiéramos votar al poeta alemán de nacimiento por motivos de poesía y embriaguez, por alejarnos de la rutina y las falsas promesas de todos los días).
Nunca he conocido a un borracho al que no pudiera confiarle mis secretos, entre otras cosas porque pasada la cogorza no recuerda casi nada de lo que le he contado. Así pues, imagínense ustedes el poder confiarle la custodia de las arcas públicas a un tipo con tales características. Como mucho robaría para poder pagarse una botella o dos de vodka al día, pero jamás tendría fuerzas para idear un entramado que acabase blanqueando millones de euros en un paraíso fiscal.
Por otro lado, es en las tabernas y en los bares donde mejor se conoce la esencia de las personas, sus verdaderas preocupaciones y sus vicios más cáusticos. Los políticos de hoy en día como mucho -y por sistema- montan un stand en una plaza pública, donde reparten a los ciudadanos que pasan un folleto informativo a todo color. A su vez, hay políticos que tiran la casa por la ventana y, aparte del folletín, nos obsequian con una rosa, una piruleta o un café.
Dicho de otra manera, nuestro voto vale más o menos una rosa, una piruleta y un café.
Así pues, no lo duden y voten a Bukowski. Lean sus escritos, reflexionen detenidamente sobre su mundología, aprecien su sistema de valores, la forma ruda y contundente con la que amonestaba a la sociedad en la que le había tocado vivir.
Dudo que estuviéramos mal gobernados por una persona que aseguraba que la diferencia entre una democracia y una dictadura consiste en que en la democracia puedes votar antes de obedecer las órdenes.