Manuel Pérez Lourido
Filias y fobias
Atención: van a leer declaraciones explosivas. Comencemos: me caen bien los catalanes. En general, así en plan tutti frutti; luego, como siempre, están las excepciones. Para empezar, ya me caen bien en cuanto que personas, pues consigo identificarme con ellas. Me resulta más sencillo identificarme con las personas que con los colíbrís o con las amebas. Y ya no digamos si se trata de personas humanas. No se rían, no: hace años la justicia argentina consideró a Sandra como persona no humana. Sandra era una oranguntana de un zoo de Buenos Aires que se vio envuelta en un litigio hasta que un tribunal le concedió un habeas corpus y esa nueva denominación. Ojo, porque es más que probable que me ponga a hablar del procés catalán: declino toda responsabilidad si usted, malévolo lector, saca conclusiones equivocadas por mezclar ese asunto con el del orangután.
Decía que los catalanes me caen bien como personas humanas (la mayoría) y no porque hagan cosas, como decía Mariano Rajoy, así en plan pedestre. Es cierto: Cataluña es un territorio de gente emprendedora. Lo es tanto para los negocios como para la independencia. Si unos cuantos catalanes se ponen de acuerdo para hacer algo, dalo por hecho. Alguna gente se pensaba que se podía conseguir que Torra retirara los lazos amarillos durante la campaña electoral, que no se iba a empeñar por cambiarlos una y otra vez por otras cosas, como un niño pequeño enrabietado que quieres salirse con la suya, porque piensa que la suya es lo mejor para los catalanes y mucho catalanes. La Junta Electoral Central se pensaba que Torra es como Siri, que das una voz y se pone en marcha. Ja. Torra solo obedece la voz del pueblo, que el oye nítidamente mediante una trompetilla made in Bélgica.
Decía que me caen bien los catalanes, tan bien como los andaluces, los extremeños o los canarios, por decir algo. Es fácil caer en la tentación de considerar antipáticos a los vecinos de enfrente solo porque su hijo pequeño se comporta como un maleducado. Maleducados, extremeños, andaluces, canarios, catalanes, los hay por todas partes. Uno oye hablar a Santiago Abascal y no se pone a odiarle. Llega con santiguarse. O sea, que hay que hacer lo posible para que no se nos descontrolen las filias y las fobias. Unas y otras, si nos ciegan, acabarán haciendo que nos demos de morros contra un recoveco de la vida (y la vida si algo tiene son recovecos). Ya lo dice el refranero: arrieritos somos y en un recoveco nos encontraremos. O algo así.
Y hablando de fobias: salvo que usted sea de Vox, es practicamente imposible no cogerle tirria a Vox. Aunque no tengo claro que algunos militantes, tras oir las declaraciones de sus líderes, no acaben cogiéndoles tirria también, solo que luego se les pasa. Tiene que ser eso. Vox está ahí para que nos echemos las manos a la cabeza. De hecho, viven de que a una pequeña parte de la población le mola ver a la restante echándose las manos a la cabeza. Se trata de una adhesión por transferencia, que es algo maravilloso que tenía que ser inventado ya. Mucha peña se vincula a Vox por despecho hacia algo o alguien: a los partidos tradicionales, sumidos en corruptelas e infectados de trepadores; a la incesante tabarra independentista de los independentistas catalanes; a las constantes subidas del precio de la energía eléctrica; a la escasa calidad de la cartelera de Netflix... hay partidos que se muestran su resentimiento contra casi todo porque están llenos de resentidos, las cosas en el fondo tienen bastante lógica.
Igualmente las filias pueden hacer que dejemos el sentido común aparcado en doble fila y claro, luego vienen los guardias de tráfico de la dura realidad a ponernos una multa. No hay nada más sectario que escoger una opción política y votarla sistemáticamente, independientemente de los candidatos que presenten, la cantidad de sus dirigentes que hayan ingresado en prisión, los puntos de su programa de gobierno (que todos no empeñamos en ignorar sistemáticamente, como si fuese obligatorio o algo así), etc, etc. Plantearse la simpatía hacia una opción política como si fuese lo mismo que la ahesión a un equipo de fútbol es un disparate de dimensiones tan grandes como la cantidad de ocasiones en que eso se produce.
En estos tiempos siempre nuevos, siempre salvajes (homenajeando a los Ilegales) nada mejor que tomarle la tensión a nuestras filias y fobias. Por si acaso.