Jesús Iglesias
La calumnia
Aseguraba hace unos días Pablo Casado haber sido víctima de 'fake news' no solo en relación a su "intachable" expediente académico, sino también en lo concerniente al hipotético plan del PP de vetar temporalmente la expulsión de mujeres inmigrantes embarazadas que decidan entregar a sus hijas en adopción. Como si de una doble 'fake new' o de un titular de El Mundo Today se tratase, realizaba estas declaraciones el líder de los 'populares' al tiempo que recibía un premio a mejor comunicador castellanoleonés por parte de la peor universidad de España (al menos en base a la clasificación U Ranking). Sin poner en tela de juicio los criterios que el centro universitario en cuestión siguió a la hora de valorar las habilidades comunicadoras de Casado o la reputación de un galardón otorgado en una anterior edición a Silvia Clemente (la tránsfuga que protagonizó un reciente pucherazo en las primarias de Ciudadanos), resulta inevitable pasar por alto lo alegórico de una situación que evocaba a la comedia tan propia del ex presidente Mariano Rajoy: un 'crack' de la comunicación afirmando ser objeto de malas interpretaciones y bulos.
Admito que por un momento me sentí aliviado de que, en efecto, Pablo Casado hubiese sido víctima de una noticia falsa. Mi cabeza no puede concebir conductas xenófobas y racistas en otros seres humanos, así que, con lo poco reaccionaria que es nuestra derecha, la española, jamás creería que el líder del PP pudiese afirmar cosas tan 'nazis' sobre las inmigrantes y los vientres de alquiler. A un lector avezado como yo jamás podrían colarle que hay partidos políticos clasistas, que defienden la derogación de la ley de violencia de género, que añoran a Franco y que difunden discursos fascistas contra otras razas y credos. ¿Cómo iba alguien en su sano juicio a decir esas animaladas en público en pleno siglo XXI? Y menos aún el presidente del PP, que ha mantenido siempre una postura tan progresista, inclusiva, empática y sensible sobre la diversidad cultural, el feminismo, el derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo y la realidad de los ciudadanos africanos y sudamericanos que cruzan la frontera española.
Explicaba un gran profesor de la Universidade de Santiago ya en mi época como estudiante de Periodismo, cuando las redes sociales se tejían en los bares de la Rúa do Franco y el apagón analógico se veía como una especie de segunda Transición democrática, que una de las claves esenciales para 'colar' una noticia falsa en los medios de comunicación residía en la verosimilitud del bulo. Tal y como sucede en la película de William Wyler 'The Children's Hour' (el título español de 'La Calumnia' es, por cierto, una de las pocas traducciones acertadas que se han realizado en nuestro país), el grado de credibilidad de una mentira estriba, en muchas ocasiones, en su potencial como verdad. Alguien con un mínimo de formación intelectual jamás podría tragarse algunas de las patrañas que circulan por los muros de Facebook o al menos tendría la decencia de informarse con cierta profundidad antes de difundirlas. He trabajado en la profesión durante más de doce años y jamás he tenido que rectificar una información. Si mañana se publicase que Santiago Abascal lleva a una mujer trans como su número dos, por más que lo firmase Gabilondo (y que el escudero de un partido 'facha' y racista se apellide Smith), activaría todos mis 'protocolos' para contrastarlo antes de contribuir a propalarlo.
Las 'fake news' de las que Casado asegura ser objeto han sido realmente sencillas de difundir porque, como sucede en 'La Calumnia', las supuestas mentiras están tan impregnadas de verdad que hasta se quedan cortas de alcance. En la caverna de la derecha española, la realidad jamás encontrará competidor en la ficción. Que las inmigrantes embarazadas puedan prolongar su estancia en España si deciden entregar a sus hijas en adopción no es, ni de lejos, la mayor salvajada que les he escuchado decir a los líderes de PP, Ciudadanos y Vox. Y hasta intuyo que al propio Pablo Casado le hubiese encantado aclararnos que, como en el caso de esa carrera que se sacó sin asistir a una puñetera clase, si en realidad le dejasen decir lo que piensa, el titular de la falsa noticia nos acabaría pareciendo 'Bambi'. Y es que, como describió el irreverente Gabriel Rufián, "Vox es Ciudadanos a las cuatro de la mañana con dos cubatas encima". Su ideología desprende un olor tan rancio que, incluso cuando tratan de disimularlo (cosa que de un tiempo a esta parte hacen más bien poco), pueden adivinarse las burradas que vociferan cuando se van de cañas con los amiguetes o diseñan sus programas sobre inmigración.
Enunciaba esta semana El Mundo Today en otro de sus antológicos titulares: 'Santiago Abascal reconoce que sus ideas suenan demasiado radicales en boca de Pablo Casado'. Sospecho que el chiste no era nuevo en las filas de la ultraderecha. O que, para el propio Abascal, más que de una broma, se trata de una rigurosa radiografía de la realidad.