Milagros Domínguez García
¿Qué aprendemos de una imagen que hiere?
Son tiempos donde la tecnología se impone, las noticias son concebidas como efímeras y se convierten en pasado en pocas horas y a veces no permanecen en nuestra mente más que unos minutos. Tengo la sensación de que el concepto información pierde así significado y no deja aprendizaje ni reflexión alguna debido a esa carrera imparable que nos lleva de una novedad a otra en muy poco espacio de tiempo, en el que a veces nos quedamos con un titular y con sólo cuatro o cinco palabras satisfacemos nuestro interés perdiéndonos los detalles, imposibilitando de esa forma un pensamiento reflexivo del que podríamos nutrirnos, ilustrarnos e incluso con una crítica constructiva mejorar alguna situación.
Corremos además el riesgo de volvernos insensibles ante hechos trágicos y perder también la capacidad de disfrutar de lo agradable de alguna nueva, en la que podríamos apreciar la grandeza del ser humano.
Cómo no hacer referencia a las imágenes que llegan a nosotros de forma constante. En las que muy pocas veces se muestra belleza, ternura o amor y en cambio abundan las que nos hacen ver crueldad y que se convierten en tortura para nuestros ojos y mentes. Que compartidas como cuestiones banales transforman un crimen deleznable en algo digno de ser visto, sin percatarnos que nos rodeamos de violencia y es eso lo que hacemos llegar a aquellos que nos rodean.
Hoy escribo en este pequeño rincón después de haber tenido oportunidad de ver en redes sociales dos videos.
Uno de ellos reconozco que fui incapaz de abrirlo , porque ya su titular hablaba de una paliza a un joven homosexual y la imagen fija que aparecía ante mis ojos me advertía que nada de lo que ahí pudiese ver me iba a hacer medrar como ser humano y, desde luego no hace falta que vea a unos jóvenes golpeando a otro para mostrar mi repudio a tal actitud y sentir vergüenza ajena por ser parte de una sociedad deteriorada y enferma de odio.
El otro video del que me hago eco, lo abrí sin dudar y me deleité con su visionado varias veces.
Su titular me pareció alentador a pesar de que hablaba de un delito y precisamente la resolución final fue gratificante y enriquecedora. Hablo de unas imágenes de un agente de la Guardia Civil devolviendo a la libertad a unas pequeñas aves.
Un gesto amable para con la naturaleza y un cuidado extremo en su labor me hicieron pensar que no todo está perdido y que todavía hay esperanza para nosotros y nuestro entorno.
Posiblemente no me equivoque si digo que el video más visionado y compartido por los internautas ha sido el del terrible ataque homófobo. Imágenes que no aportan nada a nuestros espíritus se muestran sin tapujos en muchos perfiles y en cambio las que nos muestran a un ser humano dando libertad a la vida acompañado del canto de esos pájaros ha pasado desapercibido, imponiéndose una vez más la violencia a un acto lleno de amor.
Es también probable que mi reflexión pueda ser rebatida argumentando que la visibilización de determinados comportamientos pretende la concienciación social, cuestión en la que yo pondría duda y preguntaría si esta premisa resulta eficaz y si realmente cumple esa función o, por el contrario, alimenta el morbo que rodea siempre a la tragedia. También y siempre exponiendo mi opinión de forma humilde no podríamos responsabilizar al mensajero, quizá nosotros seamos como consumidores los que deberíamos plantearnos la utilidad de lo que visionamos y compartimos y, como dueños de nuestros actos decidir de que queremos rodearnos y nutrirnos.