Jesús Iglesias
Femeninas
El intento de los partidos reaccionarios de adaptar el credo feminista a sus programas y discursos se ha traducido en una irreprimible apología de lo absurdo. Las escenas protagonizadas por los líderes de PP y Ciudadanos en los días previos al 8M y durante la jornada de huelga han sido tan ridículas y antitéticas que hasta numerosos miembros de sus partidos han sentido vergüenza ajena. Es lo malo de ser un machista retrógrado: por mucho que trates de ser feminista, se te nota demasiado que eres ‘fachiña’ perdido. La misoginia acaba haciendo agua por todas partes, ya sea en un alegato paternalista o en el uso de eufemismos que buscan victimizar a los hombres. Los partidos de (ultra)derecha tratan de subirse al carro del feminismo (que ellos ven como una moda del momento), pero, en ese intento, se manifiestan todavía de manera más escandalosa sus macromachismos. Y es que, como reza el refrán, “non se pode estar en misa e repicando”. No puedes defender la igualdad de oportunidades y derechos de las mujeres si, prácticamente cada semana, expresas burradas propias de un oligarca saudí sin ni siquiera darte cuenta (el iletrado no tiene capacidad para entender su coyuntura).
El discurso misógino de Pablo Casado es tan bochornoso como incontenible. Hoy opina sobre los embarazos y asegura que las mujeres deberían ser más “conscientes” de su ‘responsabilidad’ materno-gestante. Mañana afirma que el movimiento feminista busca la crispación y el enfrentamiento entre los hombres y las mujeres y desvincula al PP de las manifestaciones del 8M (celebro que muchas de las féminas de su partido no le hiciesen ni puñetero caso). Y, en sus penúltimos delirios, predica sobre inéditas denuncias falsas y centra sus desvelos en derogar la Ley de Violencia de Género. El machismo rancio de un señorito ‘facha’ al que le gustan las mujeres, claro, pero solo si son abnegadas, sumisas, buenas compañeras, amas de casa y cuidadoras de niños. El chico del No-Do 2.0. La España de misa y puticlub en la que algunas reivindican que no son feministas, sino “femeninas”. No sé si femeninas, pero tontas del bote, lo son hasta la médula. Incluso a aquellas que sí se declaran feministas como Ana Pastor, les molesta que les tomen el pelo “con el rollo patatero este que se traen de las chicas”.
En su desesperado intento por retomar el centro ideológico, Ciudadanos ha tratado de camuflar su aroma a Varón Dandy bajo maquillajes tan disparatados como el de ‘feminismo liberal’, lo que, como sucede cuando tratas de ocultar un grano bajo una capa cosmética, solo empeora todavía más la tara. No logro descifrar en qué estaba pensando exactamente el comité de sabios que dirige la campaña electoral de Albert Rivera cuando decidió que el amado líder saliese a la palestra con motivo del 8M rodeado de las féminas de su partido. Con independencia de lo arcaica y significativa que resulta ya por sí misma la clásica foto de un único candidato ‘machirulo’ circundado por mujeres, no habría demasiado que objetar salvo por el hecho de que Rivera monopolizase el uso de la palabra y las chicas aguardasen calladas con una sonrisa. Son machistas de ADN, que lo son incluso cuando por razones de marketing político les gustaría poder ocultarlo. No pueden disimularlo, sencillamente, porque jamás se han dirigido a una mujer en condiciones de igualdad. No pueden interpretar el papel, porque no se lo creen.
El feminismo no existe sin un enfoque ideológico integral. No hay mayor falacia que la de asegurar que el feminismo no tiene una ideología. Es mentira. No es posible ser feminista si se carece de un pensamiento progresista en otros ámbitos. ¿Cómo puedes defender la igualdad de derechos de la mujer si no crees en la igualdad de derechos y oportunidades de todos los seres humanos? No se puede ser racista, homófobo o tránsfobo y, al mismo tiempo, feminista. Es un oxímoron. El ideario de la lucha por los derechos sociales, incluidos los de las mujeres, está profundamente enraizado en las convicciones de la izquierda y de la socialdemocracia. Ser de derechas es precisamente lo contrario (la misma palabra ‘conservador’ indica que se quieren dejar las cosas tal y como están). Por más que Pablo Casado busque atribuirse la concepción de la Ley de Violencia de Género (y parece que la concepción en general), no resulta casual que los del autobús ‘ultra’ de Hazte Oír les pidan precisamente a él y a sus hermanos políticos Rivera y Abascal que la deroguen. Tal esquizofrenia atraviesa la congruencia que hasta al coordinador de Vox en Pontevedra se le ha dado por citar al Che Guevara.