Kabalcanty
El aparato que quitaba el sueño (1ª parte)
Al llegar al barrio, se subió las solapas del abrigo y se adentró por las laberínticas callejas con determinación. La noche se aliaba con su sombra dándole el sigilo que él aliñaba pegándose a las fachadas como si se deslizase por las mamposterías. La luna, oculta por un manojo de nubarrones, era apenas un reflejo que se perdía en las alturas.
Al llegar a la casa llamó con urgencia. Soslayó hacia sus lados y a su espalda con una mirada inquieta, auscultando la oscuridad.
Al abrirse la puerta, el afilado rostro de un hombre flaco le hizo una seña para que pasara. Entró sin saludar, apresurado, y sin siquiera despojarse del abrigo, tomó unas escaleras que descendían casi en penumbra, sólo unas débiles luces de emergencia jalonaban los peldaños metálicos.
El hombre flaco que le abrió la puerta, desde lo alto, clausuró la entrada echando tres vueltas de llave.
Allí estaba el artilugio, reluciente bajo un foco de luz verdosa que envolvía la máquina con un halo irreal. O eso era lo que le parecía a él, pues sonrió vivamente emocionado al ver aquel trasto despojándose del abrigo con prisa.
— ¿Traes lo necesario?
No le sorprendió la voz que escuchó a su espalda y asintió volviéndose lentamente. Buscó en uno de los bolsillos de su rebeca y mostró una bolsa transparente que contenía unas chapas de bebidas recubiertas con papeles de colores.
— Con este equipo fui el ganador del campeonato de chapas cuando fui niño. -dijo tartamudeando y estirando la mano hacia el otro hombre- Es una de mis mayores ilusiones que todavía puedo conservar físicamente.
— Perfecto, nos servirá.
Salió de la oscuridad un tipo corpulento, de rostro colorado, bigote lacio y pelo largo y rizoso que vestía una bata oscura. Se acomodó unas gafas que sacó del bolsillo superior de la bata para examinar con voluptuosidad lo que el otro le mostraba.
— Fuiste un niño receloso y solitario, seguro.
Mencionó, levantando los ojos y escudriñando, con una lástima grosera, la cara del otro.
— Sí……. Pero deseo recuperar esa ilusión aunque siga siendo solitario y miedoso. Fui perdiendo la ilusión según me hice hombre y es necesario que la recupere. Por eso estoy aquí, ya lo sabe usted.
Quitó la vista de él para acercarse a la máquina. Con sumo cuidado, abrió una semiesfera de cristal y activó tres botones a un lado del artefacto.
Le pidió, alargando la mano, la bolsa de chapas y la escurrió con delicadeza en el círculo que volvió a tapar con la semiesfera.
— Nada se hace sin dar nada a cambio.
Le dijo con ampulosa solemnidad, arqueando las cejas de forma acentuada, lo cual le marcó dos hoyitos en el entrecejo.
La máquina comenzaba a dar signos de actividad pues en el monitor, elevado unos centímetros y conectado con varios cables de diferentes colores, aparecían letras que formaban frases ilegibles y rápidas mientras se escuchaba un zumbido apartado.
— Soy un obrero de este siglo XXI, o sea apenas tengo para sobrevivir.
— Lo sé, lo sé -contestó el de la bata, agitando de manera ostentosa sus manos como quitando importancia a lo escuchado- Deseo tus sueños inconscientes, tu onirismo me pertenecerá para el resto de tus días. Tú vivirás siempre ilusionado, por muy fútiles que sean tus delirios, pero perderás los sueños que no controlas.
El artilugio dio un par de chasquidos (las piezas, recubiertas de vidrio tubular, parecían desperezarse de un largo letargo cambiando de tonalidad antojadizamente) y dio un ligero respingo que resonó como trueno en el sótano.
— Y sin sueños…… ¿tendré ilusiones?
— ¡Claro! -dijo chascando los dedos- ¿O acaso eres diferente de los demás?
El hombre de rostro grana dio dos pasos hacia el otro un tanto irritado. Sus cabellos rizados parecieron alborotarse cual melena de león.
— Observa la resultante de la ilusión de fulanito conduciendo su flamante BMV –decía describiendo en el aire con aspereza, moviendo con soltura su dedo índice- Oh, parece realmente feliz viendo su ilusión cumplida. ¡Mírale! Mira, la señora ha aprobado su máster y mira cómo se pavonea delante de todos. El chalé de menganito se eleva por encima de todos los vecinos de la urbanización. ¡Es grandioso! ¿No te parece? Mira a zutanito cómo convierte su ilusión en un deslumbrante traje de Armani y pasea de arribabajo por la Gran Vía. Barbaridades, siiiiiiiii
Sus palabras crecían en intensidad sonando sentenciosas en el sótano.
El otro le miraba asustado, encogido al pie de la escalera metálica; las manos entrecruzadas, las notaba sudorosas en extremo.
— Sólo el arte comprende que la verdadera ilusión está en el sueño desbocado. ¡Ah, el superrealismo, amigo mío! ¡El genio de Bolduque llamado El Bosco! ¡El desvarío porfiado de Magritte! ¡Oh, los versos de Apollinaire! ¡La bendita locura de Artaud! Esa es mi misión, amigo mío, arrebataros los sueños para que el ARTE –enfatizó esta palabra elevando el mentón hacia la negrura del techo- me pertenezca. Mi obra, entonces, será única y mía gracias a las migajas de vuestras ilusiones estúpidas.
Se recompuso, haciendo una torpe cabriola, y se puso a enrollarse las mangas de la bata.
— Pero dejémonos de zarandajas, al lío. Ven para acá
El otro, despaciosamente, todavía con cierto resquemor, se fue acercando al sillón al que le invitaba con talante persuasivo.
Le colocó un enjambre de cables en cabeza, pecho, brazos y piernas. Después se fue hacia la delantera del artefacto para teclear con avidez.
— Bueno…….tal vez…… no tuve buena idea en esto de recobrar la ilusión……Podría……
— ¡Cállate de una jodida vez, pinchaposos!
La máquina comenzó a vibrar y a emitir un agudo pitido mientras el hombre sentado en el sillón sonreía sin voluntad preso de un irresistible cosquilleo.