Carlos Regojo Solla
Cero
Mi amigo me llama por teléfono. No suele hacerlo de esta forma tan directa cuando quiere comunicarse conmigo ya que suele utilizar la mensajería, lo cual me pone en esa situación intuitiva de que algo pueda no ir bien y ello despierta alarma en mi sosiego rutinario.
- Tengo que hablarte. Quedamos esta noche, -me dice breve y conciso-, algo habitual en él que se mueve en un tiempo acelerado cuando su día de trabajo supera con creces la jornada de mil mortales y donde cada palabra tiene un contenido justo, sin vueltas.
Sobre las once, en la tranquilidad de la terraza de la tasquilla en la que solemos jugar alguna partida mientras hablamos de cosas diversas, bajo una parra descuidada, con restos de racimos raquíticos de unas pequeñas uvas negras sabrosísimas, a la luz tenue de una bombilla vieja, cenando un sándwich con una Heineken fuerte y espumosa, me cuenta su problema y me deja estupefacto. Al final de su exposición, justa, sencilla y precisa, en la cual me va cerrando la salida a cualquier pregunta, solo se me ocurre farfullar:
- Lo siento, me dejas KO.
Es un "tío" ecuánime y, por su profesión, busca ser siempre justo, pilares, los dos, la ecuanimidad y la exactitud, que sostienen nuestra amistad desde hace años, gracias a los que he salido beneficiado en más de una ocasión, al exponerle yo algún tropiezo personal, en cuya resolución siempre me ha dicho:
- Estás seguro?, Has valorado tal o cual aspecto?. Piénsatelo esta noche y mañana me das una valoración en una escala de uno a nueve.
En el tuétano de sus conversaciones no utiliza el cero, no lo valora. "La cifra de la ausencia", dice, y añade, "el guarismo de la nada, el invento más estúpido de la vida, el engaño manifiesto que ni acompañando a la coma decimal tiene visos de realidad alguna. Con ese guarismo nos han metido en la negatividad. Has visto algún reloj serio que lo contemple? . El tiempo, amigo, camina hacia delante. El cero provoca ansiedad. Es un retroceso imposible". Es el diablo que se le escapó a Dios y Éste aún no se ha enterado. Si tú supieras el instante justo de cuándo te vas a morir, no discutiría su valor temporal. El otro, el valor financiero es una quimera.
Se apasiona. Frunce el ceño, carga sangre en sus mejillas y fuerza convincente en su mirada. Gesticula con la elegancia de un hombre preparado, sin aspavientos, utilizando las manos en modo conferencia de alto nivel haciendo de los gestos la parte importante de la palabra, enriqueciendo la temática pasando por ósmosis su autoconvencimiento a quien le escucha. Engancha.
-Fíjate en su forma- dice, - el cero ni tan siquiera tiene forma. No es nada más que un dibujo vacío que rompió siempre el papel en las viejas máquinas de escribir aunque ahora pretendan hacerlo el rey consorte del sistema binario y que no es nadie sin la velocidad con que lo menea la computadora. Podríamos hacer lo mismo con el seis y el nueve -dice con ironía. Seríamos más exactos, remata.
He pensado hacer lo mismo en este caso, es decir, pedirle una reflexión, un tiempo prudente para asegurarse de la veracidad de lo que me cuenta, pero sé que será inútil. Ha llegado a su propia valoración desde el momento que ha compartido conmigo su problema. No tengo respuesta.
-Lo siento,- vuelvo a decirle.
De todas las ignominias, de todos los ultrajes morales, de todas las faltas y desconsideraciones, la traición es posiblemente la peor, la más rastrera. Sus hermanos menores el odio o la envidia, por ejemplo, los ves venir o los intuyes; pero la traición es única en cuanto a calidad devastadora. El traidor es el mayor de los cobardes, un ser despreciable que hurga en la cuenta corriente de tu confianza para retirar los fondos morales que sustentan tu vida, falsificando tus credenciales más íntimas con la deslealtad más atronadora en el momento menos pensado, en tanto su cara siempre ríe cínica. Lo que pasa es que tu confianza te ciega y no ves.
Viriato no tuvo el poder de anticipar con conocimiento la traición de sus tres generales de confianza. Julio César tampoco con respecto a Bruto. Nadie ve venir al traidor excepto Cristo con respecto a Judas. Lo peor del traidor es que nunca sabe que hacer con sus monedas y queda marcado para siempre aunque deje desolación perpetua y el cero absoluto marcado en la confianza del traicionado. Mi amigo sabe ya que el cero es un valor tangible y con esta afirmación no pretendo añadir más deslealtad a su causa. Huyo de él por unos días yo también. Luego me entero que está por nuestras montañas y sé que volverá aunque me temo cómo, cual será el estado de su nobleza innata porque nunca se ha preparado para la negatividad y el vacío de la nada.
Carlos Regojo Solla.