Bernardo Sartier
Torra no come fanecas
La cara de congrio deshidratado que trajo a la política Torra se quedó en cara de congrio compungido, en cara de congrio doliente y como de velatorio tanatorial. Torra es el congrio espinado al que atacan el tiburón de la CUP, la faneca de Waterloo y el pez martillo de ERC, que no le hace ni puto caso y lo golpea con su indiferencia. Torra anda mohíno y tristón. Apuntó a sus hijos y esposa a los CDR y ahora los CDR presionan su cojonera, que él dijo que apretasen. Aprendiz de brujo, Torra diseño una alquimia que más que en oro va a convertirlo en cagarruta que pisarán los jabatos filoindependentistas. Eso tiene ponerle a la política requesón de testosterona nacionata filtrado con estelada, que te escoñas como el automovilista que atiende el WhatsApp.
El independentismo catalán es el conductor del cine mudo que, privado de los frenos, arranca el volante de cuajo y lo tira por la ventanilla en cuesta abajo. Juego de tronos la política. Triunfa el que menos dice, el políglota de silencios que viento en popa navega en el mar menor del mal menor. Triunfito electoral el mudo deslenguado que habla hacia adentro para que nadie le escuche. En la política española todos disponen del KH7 milagroso para la cocina pringosa del solar patrio. Por eso Rufián irá en las próximas listas de ERC de número uno. Entiéndanme, número uno en las listas para el desempleo. Por parlanchín. Por exhibicionista de impresoras. Por españolazo y por comer gazpacho.
La senadora del PP cree que también por imbécil, que a lo mejor es una verdad que más de media España deseaba decirle al Monchito indepe, porque Rufián, que es como una capataza de cortijo andaluz hormonada de chico representa la peor de las pasiones ideológicas, la de las superioridades ficticias, ese ADN que convierte regiones ricas en solares arrasados o fuera de ordenación. Rufián es el Castelar del XXI, solo que en macarra parlamentario. Castelar con cara de Husky siberiano y barba recortada, eso es Rufián. Acaso un alumno lento de instrucción discutible que se desenvuelve como pez en el agua en la agrafía del insulto. Pero Rufián es también el paradigma de un independentismo que cogió una ballena cumplida en el cabo de Roses y la convirtió en un lorcho senil que colea sus boqueadas póstumas entre el gasóleo del muelle barcelonés. O sea que el seny mutó en sueño etílico de beodo -muy poco reparador- o en pesadilla de cena gruesa y extemporánea que regurgita monstruos madrugadores. Mientras, Puchimont comparece en Bélgica en plan jefe de Estado posando debajo de una balda de formica en la que vi, de canto, libros del amago, el relleno estético de la pobreza: uno de Los cinco, alguno de la colección RTV y panfletos sobre la fiesta de la butifarra de Olot. No hay guita para un asesor de imagen que le dé al cubículo apariencia de despacho de mandatario. Aquello es una mierda y como siga así no lo van a votar ni sus padres, pasteleros honradísimos de Gerona. O encargan a Pinocho el gabinete de prensa de Puchimont o el procés no dejará de ratear. Porque el independentismo, que lo tiene crudo, se repite a sí mismo la letanía del sicótico: Cataluña una y no cincuenta y una; a veces incluso Cataluña una, grande y libre.
Soñaron los Paisos Catalanes cuando Pujol subió al Moncayo y convocó elecciones. Pero no hay nada más español que el cierzo aragonés. Creyeron que Valencia, Baleares, el sur de Francia y una parte de Huesca se iban a dejar sodomizar por su expansionismo aldeano y se dieron de bruces con que la paella, la ensaimada y el hornazo tenían su propio orgullo patrio y el recto territorial ocluido. Y entonces quedó lo de ahora, o sea el ridículo porque incluso a la derecha se le abrió el abanico: puede votar a Vox, al PP, a Ciudadanos, a la Falange, a Democracia Nacional e incluso al PSOE; si me apuran, hasta puede votar a Podemos la derecha. Porque si Podemos le aprueba los presupuestos a la socialdemocracia-Ibex del Doctor Sánchez se habrá convertido en derechona.
Calviño Y Montero no tienen más recetas que la que tenía "Dipardie" Montoro. Manda el FMI. Antes del trámite presupuestario, Sánchez rehúsa comparecer en el Senado porque se desprestigiaría. Sánchez no aclara si el Senado o él. Razón no le falta. Hablar de lo ajeno desprestigia mucho, sobre todo si se trata de una tesis. Al final, como John Houston, vuelvo siempre al pasado. Y me acuerdo de tres atletas pontevedreses del pensamiento que eran más listos, dónde va a parar, que algunos políticos nacionales. Me refiero a Niño Jesús, a Neno y a Balan. Niño Jesús nos deleitó a mediados de los setenta con sus malabarismos balompédicos en el proemio del partido del ascenso contra el Lemos. El pantalón del chándal era como la parte de abajo del terno encogido de un torero. Cómo marcaba paquete. Pasarón agradeció su performance con una atronadora ovación que nunca recibirá Torra. Por su parte, Neno solo daba mérito a los políticos con titulación superior y en esto ya fue un adelantado a Álvarez Conde, que llegaba tu cumpleaños y te obsequiaba con un Máster. Sin embargo, Neno diría de Pedro Sánchez bah, un doctorcillo.
Y John. Ay John. John cogería a Torra y le contaría una película: Chicago. Años treinta. Un hampón propina un puñetazo a otro; el agredido se lleva la mano al pómulo y exclama esto no va a quedar así; su antagonista, que aunque gánster tiene acento de Seixo le dice non, non vai quedar así porque vaiche hinchar, lambón. Acto seguido, John trataría de convencer a Torra de que volviese a su profesión de editor: Deixa o proceso, meu rei. Y para seducirlo, exhibiría su aserto más convincente, el de aquel spot de colchones que protagonizó en Localia Televisión a principios del milenio: "Se lo dice John Balan, un gran papador de fanecas". La hermana de Balan era pescantina y a John le encantaban las fanecas. Como a mí.