Manuel Pérez Lourido
Insultos y política
Anda la cosa política local soliviantada por las lindezas que un individuo con cargo político dedicó a Carmela Silva, presidenta de la Diputación provincial.
Me da que el alcalde de Vilanova no insultó a la presidenta de la Diputación por ser mujer o por ejercer de machista, algo que somos la mayoría de los hombres y las mujeres de esta sociedad en una u otra medida, sino porque quería insultarla. Quería ofenderla y para ello no se le ocurrió otra cosa que insultarla. Ejerzamos la sorna, señores: a ver si ahora los políticos no van a poder insultar a quien le venga en gana. A ver si va a resultar que consiguen un acta de concejal, o de diputado o de lo que sea para luego no poder ejercer la libertad de insultar a quien le salga de las narices. Si analizamos las declaraciones de los políticos en ejercicio veremos que el vituperio del prójimo es una de sus habilidades más practicadas. Un político que no sabe insultar bien es un político fracasado. Alfonso Guerra, en los inicios de su carrera, se labró una extraordinaria reputación como insultador simpático y ocurrente. Y si le quitamos a Gabriel Rufián el escarnio y la mofa, se queda en el arcángel Gabriel y dejaría de tener sentido su adicción tuitera. Por cierto que Rufián le llamó "palmera" el otro día a una adversaria política y también fue acusado de machista (por sus rivales políticos) lo que demuestra que cualquier cosa que se le diga a una mujer puede hacerte acreedor de ese calificativo. Hay que intentar que este tema no se nos vaya de las manos, aún más, queremos decir, no sea que se generalicen comportamientos como el de la tenista Serena Williams, que acusó a un juez de silla de machista por haberla sancionado con la pérdida de un juego.
Recordemos que doña María del Carmen Silva en su día ya tuvo que aguantar otro ataque verbal que devino en condena judicial para su autor, un concejal popular de Moraña, quien la tildó de "mala zorra" y "sinvergüenza" en las redes sociales. Comparado con semejantes barbaridades lo de "chacha" parece un piropo, dicho sea con toda la comprensión de lo indignado que debe sentirse uno cuando tiene que soportar tanta memez.
Este señor, por decirlo de algún modo, y me refiero al alcalde de Vilanova, también insultó a su homónimo vigués. Le llamó "anciano" a Abel Caballlero. Además de suponer un trato vejatorio se trata de un mentira cochina: Caballero se pasa el día brincando de aquí para alla, de festival en festival, bailando congas y haciendo el swiss, desfilando al frente de las cabalgatas de Reyes, inaugurando todo lo inaugurable, cortando cabezas de correligionarios desafectos, etc, etc. Está inmerso en una espiral de actividad que es absolutamente impensable en un anciano. Sin embargo a Abel Caballero no ha salido nadie a defenderlo (como si hiciese falta, vaya) porque nadie podría usar el epíteto "machista" para ello. A la hora de acusar a alguien de algo, etiquetarlo de machista es como un grado "premium" de sinvergonzonería.
También es cierto que el regidor del PP empleó un sustantivo trasnochado como "chacha". Una palabra que nada más sonar hace aparecer en escena a la gran Gracita Morales en "¡Como está el servicio!". Igual si hubiese dicho que la presidenta de la diputación era la recadera o la asistenta del hogar, o la mucama, o la sirvienta o incluso la palmera de Abel Caballero la cosa hubiese escocido menos. Pero claro, se trataba de que escociera y cuanto más mejor. Y ahora pensemos en el señor Torra, el president Torra, del que hemos oído como se le acusaba a diestra y siniestra de ser un "títere" de Puigdemont. Todos los habitantes de la península en plenitud de facultades mentales son conscientes de que a Quim Torra se le llama títere de Puigdemont con absoluta impunidad. Entre "chacha" y "títere" no sabe uno qué denominación resulta más ofensiva, aunque está claro cuál es más machista.