Pedro De Lorenzo y Macías
La Herrería: Visita y sorpresa. "Franco, Franco, Franco"
Imagen del NODO del año 1963
En los inicios de los años 50 la carretera de Orense estaba empedrada de adoquines. Los niños éramos dueños, señores de toda la calzada. Pasaba un perdido coche cada hora y unas pocas bicicletas.
Mujeres, viudas de la estúpida guerra, trabajaban para modificar la calzada y hacerla más cómoda a los pudientes de antaño. Sus miradas, de serena tristeza, sus cuerpos embrutecidos, manos callosas. Las llamaban "Macholos". Nos parecía un grave insulto. Los niños las observábamos y sentíamos pena por ellas.
Donde está El Castañal un funcionario, de uniforme y de agrio carácter, cobraba a los que venían a vender a la ciudad. Nos parecía que tenía una cara de cemento. Decía: "Pague el arbitrio". Menudas costumbres tenían aquellos mayores.
A las doce, algunas mujeres bajaban con la olla de comida en la cabeza. Sus maridos trabajaban en la construcción. La guerra había destruido bastantes cosas. Las mayores vestían sayas hasta los pies. Meaban, abriendo las piernas y el pis corría por los adoquines; sus meos contaminaban nuestras bolas. ¡Qué cochinas!
En un gran bajo, enorme y sombrío, estaba la escuela. ¡Tenía mucha rapazada, de distintas edades! Don Enrique, el profe, nos controlaba con su cepillo. ¡Menuda puntería! No la igualaba Búfalo Bill. El que soñaba en bagatelas, recibía el palo apache. ¡Teníamos cuidado!
Estábamos de vacaciones. Llega el aviso que el sábado todos reunidos en clase. ¡Asombro, curiosidad y cuchicheos! Eran los inicios del 1951.
"Niños, mañana a las nueve todos aquí, limpios y bien peinados. Nos visita el Generalísimo y hemos de ovacionarle. Iremos en fila de dos. Cuando os dé la señal, levantáis esta banderita y gritáis: "FRANCO, FRANCO, FRANCO".
- ¡Juancho! ¿En tus cuentos aparece un generalísimo?
- ¡No! Franco tampoco aparece, en ninguna tribu apache.
- ¡Estos mayores! ¡Lo que inventan! Aquí está el General Castle, Águila Roja. A esos no los encuentro.
¡Ya amanece! Ropa de fiesta, bien peinado. En la puerta del Cole estaban dos pistoleros; vestían chaqueta blanca, camisa azul con flechas. ¡Qué jetas! Se las robaron a nuestros indios. Cubrían su cachola con una roja boina.
¡Un palito con un papel enrollado! ¡Ostras, la bandera de España! Ensayamos: "Franco, Franco, Franco"; levantando las banderas. Desfilamos en fila de dos por Loureiro Crespo, Benito Corbal. La Herrería estaba llena.. ¡muy llena! Llevaban unos trapos sujetos a dos palos; no se leía. No importaba, muchos empezamos la lectura. Pero esos mayores eran tontos del culo. ¿Por qué gritaban?
Nuestros pistoleros debían de ser muy fieros. La gente se apartaba y nos subió por las escaleras de San Francisco, ubicándonos en las escalinatas de Hacienda y Barandilla. ¡Estaban niños de muchos Coles!
No nos dejaban mover. De pie. Ramoncín se hizo pis. ¡Bofetada! Al gordito se le escapó un pedo contaminante. ¡Otra! ¡¡GRITERIO, VIVAS, APLAUSOS!!
En un trono colocado en la Herrería, un hombre con muchas medallas quiso hablar. No le dejaban; aplaudían, chillaban. ¡Y el profe se queja de nosotros! Aquello era eterno. Jaimito y otros niños se marearon. ¡Qué aburrimiento! ¡Llegó la hora!
- ¡PREPARAD LAS BANDERAS! A MI SEÑAL: "FRANCO, FRANCO, FRANCO".
Había perdido mi bandera y el pistolero me iba a palizar. Don Enrique se interpuso, me dio otra banderita y todos a gritar: "Franco, Franco, Franco". Agotados y con hambre.
¡Por fin libres! Regresamos con Don Enrique, señalando de pis todas las esquinas; le dimos envidia a los escandalosos perros. A la tarde, se desperezó el sol. Nos reunimos la panda. Un asqueroso gato negro entró en nuestros dominios.
- ¡El gato ladrón! A por él.
- ¡Hay que atarle un cacharro al rabo!
Griterío apache y acorralar al intruso. ¡Sabía todas las mañas! Se vio rodeado. ¡Veloz y ya! ¡Encima de un árbol! Deliberamos y decidimos el asedio. Nos sentamos, esperando que bajase. El traidor se durmió. Echamos de menos el tira-piedras, nuestros arcos. El caradura se burlaba: ¡FUuu! No llegaban nuestras piedras, palos.
Entre nuestras aventuras la noche nos arropó. ¡Aparecieron nuestras madres! ¡Os lo imagináis! Dormimos calientes y soñando cómo capturar al feroz gato. ¡No apareció "Franco, ni el griterío"!
Pedro de Lorenzo y Macías.