Carlos Regojo Solla
La lectora
Soy un mal lector, un lector cómodo, vago …; peor aún, apenas soy un lector, o si lo prefieres me he convertido en oyente. En casa recibo el periódico diario pero ni lo huelo, ni en casa ni en la cafetería de Jaime cuando me lo trae, porque yo se lo pido, junto al café y la tostada; toda una rutina "para na". Las estanterías de casa, en todas las dependencias exceptuando el baño y la cocina, sustentan libros entremezclados con portafotos, jarrones, alguna cerámica y poco más; pero los libros apenas los ojeo, y si lo hago es por casualidad o tedio, alguna que otra vez para leer su sinopsis, tal vez un prólogo y nada más. Algo es algo diría mi "profe" de Pedagogía hace años cuando nos aconsejaba que leyésemos la prensa escrita aunque solo fuesen los titulares cuando por entonces un grupito de amigos dábamos vida a la Biblioteca pública con nuestra visita casi diaria y consiguiente carné de socio con número inferior al doscientos que hoy nos situaría, de haberlo renovado, en la primera veintena como socios fundadores. El caso es que se me ha hecho pesado eso de coger un tomo, sostenerlo en las manos e ir avanzando en su contenido hoja a hoja un día tras otro hasta acabarlo pasando por alto los párrafos más o menos difíciles, el nombre de los personajes y sus relaciones …, todas esas cosas que conforman una creación literaria donde alguien siempre trata de dejar algo nuevo para otros. Sin embargo alguno de esos libros, de última adquisición, que completan la decoración de mi casa, los conozco en mas profundidad porque últimamente viajan a diario en su inmenso bolso de verano y me son leídos por Ella. No, no es que esté enfermo y alguien se sienta en el borde de mi cama para leérmelos; creo que no es eso aunque tal vez sea algo parecido. El caso es que lo poco que "leo" de un tiempo acá, en "summer temp", en realidad es una lectura de oídas que me pasan en voz alta, apasionadamente, con entonación e intención de hacer vivos y reales personajes y situaciones. Tumbados en sendas hamacas de playa, Ella en posición forzada tomo en mano y yo en relax de sesión psiquiátrica americana, me los lee con una voz enfática, susurrante a veces, que suena dirigida desde el renglón a mis neuronas. A veces digo a mi mecenas lectora que vuelva atrás en la lectura de un párrafo que no comprendí bien. Otras es Ella quien lo hace y comenta:
- No lo había pillado, - Qué chulada! Qué manera de expresarlo!,- dice refiriéndose a una descripción o a cualquier narración o diálogo- Fíjate! Entonces relee desde bastante atrás para coger el contexto y, al terminar la lectura repetida, comenta triunfal haciéndome siempre las dos mismas preguntas:
- Verdad que es una chulada? Lo habías entendido?
Siempre le digo que no, que yo tampoco lo había pillado, aunque en ocasiones no sea verdad; me conviene tenerla de mi lado porque de lo contrario puede dejar de leer en voz alta para mi de esa forma tan natural y bonita; entonces yo regresaré a las cavernas. Cuál sería la temática, ocasional o provocada de mis conversaciones con los amigos? Cómo empezaría, desarrollaría o remataría un argumento cualquiera si no tuviese una cita de un buen libro para quedar bien como alguien que se cultiva medianamente? Y es que las citas literarias son torpedos que lanzas cuando quieres a la base de flotación del barco enemigo el cual encaja con un - Ooh, si claro, ciertamente!!, cuando los "pillas" sin tiempo para cerciorarse o meditar y antes de hundirse sonríen aceptando tu sabiduría al tiempo que "rosman" venganza acordándose de tu bendita madre. Pero hay que estar muy seguro de haber apuntado bien al punto débil porque te puedes encontrar con un auténtico acorazado y entonces la has cagado.
La verdad es que, para mi ,se trata de una forma de lectura impagable bastante eficiente, no creas, porque mi lectora hace el trabajo difícil y yo me aprovecho de su necesidad natural de absorber nuevo y viejo, de no estar en el mundo solo porque si, para enterarme a mi vez a su través de qué dice, piensa, reflexiona o adivina algún reconocido autor. A lo peor un día Ella se dé cuenta de mi abuso cierre el invento y lea solo para si, o para otro, y te muerdas las uñas porque se lleve tus mejores libros y te quedes a dos velas encerrado en casa, sin vida social , esquivando el teléfono y saliendo camuflado con una sudadera a comprar lo necesario al "super" más cercano mirando a hurtadillas por si ves al vecino ese que tanto ha viajado.
Últimamente he leído, perdón, he escuchado magníficamente leído, "Viajes con Charley" de John Sternberg; novela de viaje en la cual el autor es el buhonero que yo quisiera ser, desempolvando mi vieja caravana, con mi perra "collie", Nuba, cuyo padre, por cierto, también se llamó Charley. Ahora "voy" por la página sesenta y siete de " Bellas durmientes", de Stephen King. Son dos buenos autores que pintan la vida con verdadero placer y cierto parecido estilístico aunque disten mucho de andar revueltos. Sternberg es sencillo, con algunas metáforas complicadas, leíble sin esfuerzo, lleno de experiencias que cuela en la temática de sus libros e histórico como en "Las uvas de la ira", novela que también Ella me leyó
King sin embargo es algo más complicado para mi que no para Ella. Como dije, en apenas setenta páginas de su novela ya van media docena de personajes con saltos de escenario cada poco. Mi retentiva no es buena. Me ocurre lo mismo en la vida real y me abruma tanta gente. Me agobian las aglomeraciones y los personajes inquietos. Necesito calma. La gente, real o imaginaria, es complicadísima siempre cuando tropieza entre si; pero lo es y mucho más cuando se tropiezan entre si y además son personajes de novela.
- No importa me dice Ella viendo mi nerviosismo. Lo entenderemos mejor en la segunda vuelta. Así como si nada, una relectura general de un libro grueso como medio palmo. La leche! Pero debo conformarme si quiero "leer" algo nuevo mas tarde y tener criterio propio en el grupo, porque estoy seguro que habrá relectura tarde o temprano.
Ando en la procura de un texto femenino, una autora que me aporte la frescura de la vida vista por una mujer y leída por otra. Algo maternal, una historia humana que me saque del recuerdo las noticias cotidianas. Se lo comento a Ella. Pasan los días y una buena tarde, finalizando el sol me dice
-Recuerdas la novela que andas buscando?
- Si, le respondí- Tienes algo?
Ya no, pero he encontrado un verso de Alejandra que puede sacarnos de esta impotencia en la espera.
Cielo santo, si era aquella la Alejandra que yo sospechaba, la Pizarnik que se columpió entre ser y no estar, entre ensueño y vigilia, entre la consciencia y la alucinación descontrolada …, como peso muerto colgado tan solo de un hilo fino de telaraña. Autora de poemas que son como pinturas de Van Gogh o Dalí, o como el contenido del bloc de dibujo en el que se relaja una esquizofrenia concreta, con negros de lápiz muy cargados y carboncillos alrededor de las pupilas en retratos obsesivos de seres que aportan voces con la pretensión de poner cara a los miedos, a modo de retratos robot que quieren identificar los extraños que conviven con nosotros … , Si es esa Alejandra de verdad, estoy apañado. Toda una inmensa obra que aburre de pesimismo. Le quiero preguntar que dónde guarda la cuerda con nudo corredizo para luego de la lectura. Me la quedo mirando con cara de asombro. Conoce mis preguntas mudas y me responde asintiendo con la cabeza. Yo también conozco sus respuestas silenciosas y presiento como Aute que tras la noche vendrá la noche más larga.
Poesía ahora? De esa poesía? A que viene? - le pregunto con cierta agresividad.
Llevó su dedo índice a la boca en señal de silencio, abrió un pequeño bloc y leyó:
"Camino del Espejo"
Y sobre todo mirar con inocencia.
como si no pasara nada,
lo cual es cierto.
Cerró el bloc y se fue.
No me había dado cuenta de aquel YA NO
Carlos Regojo Solla