Pedro De Lorenzo y Macías
Santa Rosalía y el enigma de la cebolla
Siglos antes de Cristo, Los Celtas, oprimidos por la hambruna y por otras razas, ambulaban buscando un asentamiento seguro, fértil y mimado por la naturaleza. Llevaban en su sangre el sacrificio, el desafío a lo desconocido.
¡Llegaron a esta parroquia, San Ginés! La Ría, hechicera, meiga, les embelesó. El monte Ventureira les intrigó. Penetraron y su riqueza de abundante caza, laderas enamoradizas de fertilidad, los encandiló. Se establecieron y en la cima más alta, erigieron un dolmen, dando gracias al Creador: "El CON".
Las semillas de hortalizas, frutales, árboles, hierbas brotaron con viveza, con duende. Las laderas del Ventureira brotaron hermosas y curativas cebollas.
Está considerada como una de las hortalizas más antiguas. Se disputan quiénes la introdujeron en Europa. Los vestigios, costumbres, de nuestro pueblo, aseveran que fueron los Celtas.
Alrededor del Dolmen o CON edificaban sus castros, rodeados de arboleda mítica, de la cual creían que procedían.
Eran panteístas. Muy cuidadosos con la naturaleza y creyentes en una energía que rodeaba todos los entornos.
En un ensayo anterior, detallamos sus costumbres, ritos, festejos. Hoy, aquí, mencionamos que eran admiradores de la rosa y el lirio, que da origen al nombre de Rosalía.
Aumentando el pueblo, buscaron alimentos en esta bella ría. Lograron dominar el arte de pesca, la navegación por este engañoso mar. Sus sedes las ubicaban en las laderas de montes de difícil acceso y fácil defensa. Hay duda razonable que habitasen en llanuras. En los equinoccios solían venerar al mar, pues el agua era un principio vital, y en estas fechas se purificaban a la luz de la luna con nueve olas, iniciando el compromiso conyugal: "Boda Celta".
Sus labores marinas influyeron en su salud: sangraban sus encías, deformación de articulaciones y uñas, cansancio, pérdida de apetito y muerte.
Los druidas, conocedores de plantas curativas de la naturaleza, dieron de pócima todas las variantes de la cebolla, venciendo la pandemia. Son los precursores que las bodegas de navíos alberguen cebollas.
En el siglo XII nació en Palermo una doncella, de nobleza siciliana. Legó su fortuna a los pobres que padecían enfermedades degenerativas. Se cobijó en una cueva, rogando a Dios que alejase esas enfermedades crueles y dolorosas de los humanos. Su nombre Rosalía.
En el siglo XIV la peste negra asoló Europa. En Palermo pasearon los restos de Santa Rosalía, emigrando la peste. Por la ruta jacobea visitó a España, siendo cruel y devastadora.
Este municipio fue azotado por la peste bubónica. En el siglo XVI San Ginés adquiere entidad. Nace como un puerto modesto. La población se concentraba en la plaza de la Gallinas (Mercado), outeiro de Panadeira y barrio de Curro. Algunos aseveran que en 1514 fray Gonzalo de Saavedra inició la reconstrucción del templo de San Ginés. Este tuvo su origen en una capilla de Aldariz, con advocación a dicho santo; la trasladaron piedra a piedra al lugar ubicado en la actualidad.
Se cree que la peste bubónica, siglo XVI, se introdujo en esta villa por las ratas procedentes de naos que atracaban en el incipiente puerto. Los síntomas eran terribles: dolores de cabeza, fiebre, diarreas, trombos y muerte.
Nuestros antergos usaron plantas medicinales. Posiblemente los benedictinos pasearon a Santa Rosalía por los barrios. Ante la gran calamidad se hermanaron dos culturas: el panteísmo celta con el humanismo cristiano. Con la cebolla y la influencia de la Santiña, vencieron tal feroz epidemia. Nos da ejemplaridad que con la unidad se vencen todos los obstáculos.
Septiembre cuatro es de fiesta, celebran la hermandad de dos culturas: la popular y la devoción a la santiña. Es el equinoccio de otoño. ¡Disfrutad! ¡Sí, disfrutad de la hermosura de la ría, de la típica gastronomía! ¡Qué esta fiesta nos hermane y juntos, aportando granitos positivos, logremos unidad, riqueza, igualdad para todos los pueblos!
¡FELICES FIESTAS Y GRACIAS POR VISITARNOS!
Pedro de Lorenzo y Macías.