Pedro De Lorenzo y Macías
San Roquiño y sus charlotadas
Fotografías: © Xoan Arco da Vella.
En el año 1515 hubo un brote de peste en nuestra ciudad. Los del casco antiguo apelaron a San Sebastián. El brote más devastador fue en el año 1598. Los de los arrabales apelaron a San Roque. Surge la rivalidad entre los dos santos: uno, celebra su intervención el 20 de enero; San Roquiño, el 16 de agosto, siendo un gran atractivo para los niños de los años 50.
¡Ya de temprano, todos apostados en las barandillas de la alameda! Salían los bravos marineros bailando a San Roque; se mostraba divertido y tranquilo. Nosotros a la espera de una caída; los portantes iba bien bautizados por Baco. ¡Nunca hubo ningún accidente! A la tarde, invitados, asistíamos a la charlotada. En el 56 fue espectacular para los niños de Campolongo: Tomaba la alternativa "Jesulito de Mellilla", siendo su padrino nuestro ídolo "Pepe-Hillo de Barrantes".
Nuestro futuro torero había llegado a la barriada meses antes. Se asentó en la casa de Barciela; era pariente. Las damas se esmeraron en confeccionar un traje de luces, de original colorido, de bravío taurino.
Tenía que ejercitar. Nosotros éramos incapaces de servirle de toro. El Veiga, dueño del bosque de San Román, tenía una cabra, ¡buena cabra!, atada a un árbol con una cuerda de buena longitud. ¡Se ponía de un contento con nuestras visitas!
Joselito, terco y esforzado, desafió a la cabra. Ésta, cariñosa y generosa, le daba revolcones; a veces, lo hacía volar acariciando unos arbustos. Quedamos preocupados y un poco decepcionados.
Él nos comentaba con su arrogancia de 17 años: "Los toros envisten al trapo, las cabras están cabras". Nuestros ocho o nueve años nos hizo creer y apostar por nuestro torero.
¡Llegó el señalado día! Él, generando envidia a otros espadas, iba en cabeza, luciendo colorido taurino; su escolta, una gran chiquillada. Los artilleros mostraron admiración al paseíllo. Hubo exclamaciones, algunas burlescas. Llegamos al coso de San Roque, Pepe-Hillo nos recibió cariñosamente.
¡Música, charanga, alboroto! Pepe-hillo, de rodillas ante el toril. Estaba muy hinchado. ¡Qué extraño! Antes era delgadito. ¿Lo engordarían con gomas? Furiosa, enojada, la vaquilla envía a nuestro torero por la arena. Éste se enfada y comienza una lucha de fortaleza. La vaquilla corneando, el Pepe saltando. Generan aplausos, música y comentarios.
La vaquilla se paró. Hizo un gesto de cansancio y se fue al toril, perseguida por nuestro héroe. Pañuelos pidiendo su indulto, que conceden. "Una buena noticia para nuestro alcalde".
¡Llega el momento de la verdad! Ante la presidencia Joselito recibe la alternativa, con un abrazo de nuestro Pepe-hillo. Arrogante, saluda y brinda a su primer y último toro. Suena la trompeta.
Se abre el toril. Despacio, desangelada sale una vaquilla, flacucha, con prótesis cornea de goma. Parecía anémica. Jesulito, en el centro, le increpa, le insulta. Se enfada y comienza a cornear a nuestro espada, ya por los suelos, ya por el aire. ¡Que lo mata! Un niño, con una vara, fue al encuentro de la vaquilla, que huyó. Éste le seguía con enfado; salieron los payasos. ¡Gran júbilo!
La Cruz Roja remendó lo que pudo en Jesulito. Su traje hecho jirones, con varios sietes. Regresamos derrotados, llevando en parihuelas al de Melilla. Se fue sin aviso, ya no supimos de él.
Hubo grandes consecuencias. Burlitas de niñas, de otros barrios por presumir de torero. El señor Veiga nos visitó, solicitando que visitásemos a su cabra, ya que estaba muy depresiva. ¡Cómo disfrutaba con Jesulito de Melilla!
Pedro de Lorenzo y Macías.