Tribuna Viva
De estupidez en estupidez
En la semana que comienza, muchos clientes descubrirán que, si quieren retirar los productos que han comprado en un comercio, supermercado o tienda cualquiera, en una bolsa de plástico, deberán pagar algo así como cinco céntimos de euro por cada bolsa que usen.
Son las mismas bolsas que la semana anterior se entregaban sin pedir nada a cambio pero que, ahora y por una medida administrativa obligatoria, no podrán ser regaladas. Dicen que es para proteger el medio ambiente, en definitiva en el interés del ciudadano. Y es una medida europea, por lo tanto, según nuestro particular color del cristal a través del que miramos la realidad, buena, meditada, sensata y necesaria, mientras no se demuestre lo contrario.
En mi opinión: es una estupidez. Y no es una estupidez irrelevante, porque si bien son tan solo unos céntimos, afecta a un hecho muy cotidiano y muy general. Por otra parte, aunque a veces las estupideces se hacen con buena intención, en este caso ni siquiera parece que sea así. Porque, vamos a ver: ¿se pretende que la basura se tire en bolsas de papel? o ¿que se vuelva a los cubos? ¿En qué tipo de envoltorio acumula y transporta un ciudadano/a tipo la basura que deposita en los contenedores verdes o amarillos? Habrá que suponer que en bolsas de plástico. ¿Cuando progresivamente vayan desapareciendo de nuestras alacenas las bolsas que hemos juntado gratuitamente haciendo la compra y que ya usamos para tirar la basura, qué usaremos? Parece que tendremos que comprar las bolsas de plástico "de marca" específicas para ese uso y que también son de plástico ¿no es así? Si la cuestión es que estas sean de un plástico diferente, muy bueno y muy respetuoso con el medio ambiente, ¿porqué no hacen ya las del súper con ese plástico?
Y esas bolsas de marca, habrá que pagarlas como también pagaremos las de retirar la compra, hasta ahora gratuitas. Es probable que, en conjunto, usemos menos bolsas de plástico que antes, pero ¿es que es necesario que todos los ciudadanos paguemos por las bolsas de plástico (las necesarias) para evitar que algunos hagan mal uso de este producto? ¿Qué pensará un ciudadano que responsablemente ajustaba su uso de bolsas de plástico de tal forma que las que por un lado recibía gratuitamente, por otro las empleaba en sacar la basura a los distintos contenedores o en otros usos igualmente necesarios?
Y si miramos el problema "al peso", ¿es que ya nadie se acuerda de que las bebidas en botella antes venían por defecto en envases de vidrio que había que devolver al súper para que no le cobraran a uno un "extra"? ¿De verdad se usan más kilos de polietileno en bolsas, que de PET en botellas? ¿De verdad el reciclaje de las botellas funciona? Podríamos volver, sin coste alguno, al sistema del vidrio y ahorraríamos mucho más plástico, entre ello los tapones que matan aves marinas. Además, cuando el vino y la cerveza no se venden en plástico ..., por algo será.
Estaremos de acuerdo en que el plástico no se rompe y es muy cómodo no tener que volver a la tienda con los envases a cuestas, pero ... es que ¡también son muy cómodas las bolsas de plástico del súper! En realidad, esta norma es el tipo de medida políticamente correcta que sirve para resolver la responsabilidad del político con el menor esfuerzo posible ... por su parte. Y si dicha medida se llegara a ver cuestionada, se "explicará mejor", se acompañará de una intensa "campaña" publicitaria (también pagada por el ciudadano), y con la colaboración de los medios (que nunca es desinteresada), se llamará irresponsables a los críticos y con un par de pasadas del rodillo administrativo, todo listo para seguir desfilando. De hecho, a día de hoy, la noticia pasa desapercibida en los medios.
En mi opinión, si estamos preocupados por la repercusión de los plásticos en la contaminación marina, el político podría dedicar sus esfuerzos en revertir las prórrogas de los usos industriales en el dominio público marítimo terrestre, recientemente aprobadas; o si estamos preocupados por la salud de los consumidores, ¿que tal meterle mano a los transgénicos en la alimentación antes de que tengamos otra como la de las "vacas locas"?; o, si lo prefiere, podría preocuparse de eliminar el "impuesto al sol" (la tasa de respaldo) para que podamos producir energía limpia desde nuestras casas; o, también, preocuparse por la influencia del transporte internacional en las emisiones de gases contaminantes y de efecto invernadero y si hay que ralentizar algo la globalización para no reventar el planeta, en vez de firmar CETAs, ralenticémosla. Pero, ¡no! La alternativa elegida es "dar valor" al "producto bolsa de plástico" para "visibilizar su presencia en el mercado", rentabilizando una medida administrativa al convertir la nada en negocio y aprovechando las "sinergias del mercado" salvar al mundo de los plásticos. Una vez más, en vez de educar, sancionamos. Eso sí creando negocio: se habla de un incremento de 750 millones en el sector derivado de esta medida. Y el consumidor/administrado, que pague, que para eso está. Y no es que sea mucho dinero, porque en realidad es poco. Lo que motiva este escrito es que si dejamos que se nos trate como estúpidos/as los cinco céntimos de las bolsas acaban siendo los miles de millones del rescate de unas autopistas mal gestionadas, o el "apalancamiento" (que simpático término se han inventado para reflejar la gravedad derivada de la cantidad de aire existente bajos los castillos del crédito bancario moderno) de un operador financiero que al final rescatamos entre todos/as.
Digo "estupidez tras estupidez" porque en este último mes, miles y miles de autónomos han descubierto otro obstáculo más en su privada carrera para llegar a fin de mes. Evidentemente, hablo del Reglamente General para la Protección de Datos Personales, en inglés y para la UE, que es lo que manda: GDPR. Aún suponiendo que haya un propósito loable en el trasfondo de esta regulación, pongamos: proteger nuestra intimidad ¿es que no había otra forma de hacerlo que obligar a todo emisor de una factura a solicitarle autorización previa al particular al que se la dirige? ¿Es que realmente el administrador/legislador le preocupa la privacidad, la intimidad como un concepto básico en el que se apoya nuestra sociedad, o es que simplemente acaba saliendo al paso con lo que le resulta más cómodo? Cuesta creer que el legislador no conozca que existen multitud de acuerdos tácitos o contratos verbales, que para cantidades pequeñas son la forma más común con la que los autónomos desarrollan su actividad. Si para una PYME que ronde el millón de euros de facturación anual, sacar un papel más de una terminal de cobro dentro de su proceso administrativo tan solo supone una pequeña complejidad complementaria, así el producto vendido cueste cinco euros, para un autónomo, tener que formalizar un contrato con su consentimiento informado para cada trabajo de cien euros es una auténtica pesadilla.
¿Es tan grave disponer y guardar los datos necesarios para elaborar una factura que es necesario que el emisor dé todo tipo de garantías sobre su tratamiento, conservación, modificación, anulación, etc ... cuando se supone que está haciéndolo porque ha sido contratado por el cliente para un trabajo que implica
su emisión? Ni que decir que el autónomo quiera hacerse publicidad, aunque sea una vez al año ... o al lustro, usando su agenda de contactos: tendría que disponer de consentimiento expreso previo al envío de la publicidad.
No me resisto (no sé si por reir o por llorar) a comparar la proporcionalidad de esta medida con la ley sueca recientemente aprobada para evitar los abusos sexuales según la cual la pasividad, la ambigüedad, la inactividad, no implican consentimiento. Supongo que el lector la conocerá, sino es así, le sugiero que se informe porque ya se sabe que todo va llegando... Se trata de poder denunciar abusos sexuales, en Suecia de forma que no se pueda alegar por parte del agresor/a que el/la agredida consintió con alguno de los comportamientos señalados. Como soy varón, se me ocurre que esta ley está hecha par mi, ... o a lo mejor es que me falta imaginación. Por otra parte, también se me ocurre que para asegurarme de que no voy a ser denunciado por violación, o de que si me denuncian la denuncia no prosperará, lo voy a tener muy difícil, porque, bajo los parámetros de esa ley o se dispone de testigos que aseguren que se ha
consentido inequívocamente (luego, quizás un trío sería una solución ... aunque vaya ud. a explicárselo a un tal Assange), o se necesita de un consentimiento expreso entre las partes (vamos: un papel firmado entre ambas). Repare el lector en lo que acaba de leer. ¿Alguien se ha planteado lo que habría que escribir en tal consentimiento expreso ...? Ya me estoy poniendo colorado ... ¿Y el simple hecho de escribirlo ...? En fin ..., por muy loable que sea el propósito, algunos medios parecen desproporcionados. ¿Otra estupidez? Hay alguna gente que lo alaba como un enorme y necesario progreso y hay tres países que han aprobado normas similares. Y aquí coincide con los Sanfermines y La Manada.
Pero, volviendo al tema ¿es para esto que nació la GDPR? ¿Es esto lo que le preocupa a la sociedad al respecto de los datos personales? En mi opinión, no. Creo que lo que nos preocupa a algunos/as (por desgracia una minoría), es que desde que existe un red de comunicación mundial, internet, a una velocidad de transmisión de datos alta, navegar por su mundo virtual implica tener a un detective privado permanente y ubicuo que, sentado en tu hombro, apunta y
registra toda tu actividad, sabiendo, si quiere, quién eres tú. Y dispone de medios para analizarla y sintetizar información real sobre dicho usuario. Me parece lo más próximo a lo que, antiguamente, podían conseguir en un pueblo el cura, el alcalde, el maestro y el cartero mientras jugaban un subastado en la sobremesa.
Pero ahora: veinticuatro horas al día, siete días por semana y centralizado mundialmente. Ahí es nada. Como decía el titular de un artículo por el que pasé la vista el otro día: Orwell se pondría colorado.
Pues eso: Orwell también se pondría colorado.
¿Es que esta normativa va a acabar con esto? Pues claro que no. Porque la base del funcionamiento de quienes nos colocan a ese detective privado, es el monopolio. Y con los monopolios ya se sabe: si le gusta lo toma y sino le gusta quédese fuera que ya habrá otro que quiera comer ese rancho. Personalmente, me importaría mucho menos que estos fisgones digitales fisgaran de esta forma en mi vida si hubiera cincuenta, o cien, diferentes, compitiendo entre si y negándose la información unos a otros. Pero el sistema no funciona con ese esquema. El sistema sólo funciona si son monopolios, lo cual no hace más que
incrementar mi desconfianza sobre los "fines estadísticos" con los que recaban su información.
En el mes de aplicación de esta normativa ya podemos concluir cual es el comportamiento más habitual de las páginas web que más frecuentemente visitamos: o consientes, o no entras. ¿Ningún lector ha pensado alguna vez en salirse de esa aplicación gratuita de mensajes que substituyó a los SMSs? ¿Y porqué no lo ha hecho?
Por otra parte, la constatación de que las administraciones, a cualquier nivel, se muestran displicentes, cuando no conniventes, con estas prácticas ... eleva el grado de desconfianza. (Se equivoca quien crea que los puntuales aspavientos mediáticos de algún comisario europeo para con algún gigante de internet, la aparición en prensa de algún titular más agresivo, o alguna sanción supermillonaria disuasoria no son más que ... aspavientos: las sanciones no se pagan y en privado todo son sonrisas).
Si esta UE defiende la libertad de mercado por encima de casi todo y si los monopolios son una traba al libre mercado ¿porqué no se obliga a estas empresas a trocearse, como se ha hecho en otros sectores? En mi opinión, por dos motivos: porque troceadas no funcionarían y porque nuestros gobernantes prefieren aprovecharse de la información que estos monopolios manejan que de preocuparse en que no exista.
Entre la duda sobre si luchar frontalmente contra esta invasión o esperar a ver triunfa lo segundo. La tentación de disponer del control conjunto que da el poder político, el económico, y la vigilancia digital, en sus diversas formas, debe ser irresistible para quien ha debido renunciar a su propia intimidad, dignidad y libertad para triunfar en política. Por desgracia, es a estos a los que elegimos. Así pues, para cubrir sus espaldas, sacan una regulación que no resuelve el problema pero colateralmente, como es tan frecuente aplasta al pequeño y es benévola con el grande.
Desde el punto de vista de este ciudadano: otra estupidez.
Podríamos seguir. Podríamos hablar de cómo anunciamos vencimientos de peajes con sesgo geográfico, mientras rescatamos autopistas, con sesgo geográfico, y mantenemos otros peajes en vigor, también con sesgo geográfico. Se ve que en algunos sitios la gente "es más estúpida" que en otros. Podríamos hablar de como para evitar incendios forestales en la meseta nos cargamos las parrilladas en las áreas de recreo forestal gallegas, y con ellas las propias áreas de recreo. Y cuando, tras diez años de estupidez, rectificamos, consentimos en construir lo que ya se ha denominado "chalets-barbacoa" en terrenos donde la edificación es un pecado mortal. O de cómo, para evitar perder el control político-económico de la finca-país que gestionan políticos y banqueros (evitar que los capitales europeos se hicieran con nuestra banca), no dudamos en modificar la constitución en una tarde, y pasar a exprimir a los ciudadanos por la vía de elevar, entre otros, los impuestos sobre el patrimonio inmobiliario (¡en plena crisis inmobiliaria!) o reinterpretando con retroactividad los criterios de aplicación de la renta de las personas físicas, con amenaza de cárcel incluida para los infractores.
Y nosotros/as, estúpidos/as de nosotros/as, nos convertimos en defraudadores/as de la noche a la mañana. Podríamos hablar de porqué, más de un lustro después de que los dirigentes europeos se rasgaran las vestiduras tras ver descubierta la obscenidad de los paraísos fiscales gracias a las diversas filtraciones de datos (¿alguien recuerda a Assange, Manning, Snowden, Falciani?) que han sido posibles gracias al mismo mundo digitalizado, todo siga igual. Mejor dicho: todo ha cambiado, ... para que todo siga igual.
O quizás este ciudadano esté muy equivocado y no tenga ninguna razón. Se acuerdan de aquello de que "el cliente siempre tiene la razón". ¿Hace cuanto que no lo oyen? Si hace tiempo que con la administración, el administrado dejó de tener la razón, hoy en día con las empresas de un cierto tamaño el cliente también ha dejado de tener, por defecto, la razón. En castellano vulgar, y con perdón del lector, se le dice: ¡Que se j_da!
O, seguramente, es que hay muchas cosas "que no se han explicado bien" o yo no las he entendido bien.
Y no es que no crea en la regulación, al contrario, creo firmemente en la regulación. Precisamente por eso me preocupo cuando la regulación se vuelve
estupidez. Pero mientras la realidad siga mostrando que seguimos confirmando a nuestros gobernantes a pesar de cualquier pesar, lo que se deduce es que o bien somos realmente estúpidos o bien aguantamos ser tratados como tales. Ellos lo saben, y si en algún momento hay alguna señal relevante de que mostramos un comportamiento diferente (pongamos por ejemplo el 15M y su secuela política), se llama a los "amigos" de la prensa y, cueste lo que cueste, se consigue la mayoría de "estupidez" necesaria para que lo anteriormente expresado siga siendo verdad. Me pregunto como se describirán estos años en los textos de historia que leerá la siguiente generación. Me pregunto si la definición de democracia no ha sufrido algún "recorte" en esta última década.
Es por ello que, el que escribe, que habitualmente se expresa en gallego en aquellos ámbitos en los que no se siente penalizado por ello, ha escrito este artículo en castellano: porque a día de hoy ha adquirido el convencimiento de que una buena cantidad de sus vecinos, aún cuando sintiera un improbable interés por leer este texto, no pasaría del primer párrafo si hubiera estado escrito en gallego.
En mi vecindad, hay un conjunto variopinto de población para el que cualquier texto político o sociológico escrito en gallego está manchado por un pecado original que no acierto a entender, pero que, en cualquier caso, o bien obliga al autor a realizar una confesión y un acto de contrición inicial para ser perdonado (leído), o bien convierte al propio mensaje en una fruta prohibida de la que no hay que comer para no transformarse en pecador. En cualquier caso: el mensaje no se transmite.
Y, en este momento en el que hasta la posibilidad de hablar y opinar queda anulada por pitos, lemas, cánticos, y exabruptos públicos de todo tipo, por el cinismo y la desvergüenza pública arrogante y obscena, es imprescindible dirigirse, también, a estos vecinos de una forma en la que, al menos, se reciba el mensaje para intentar evitar que vayamos, diariamente, de estupidez en estupidez.
Felipe Lariño Noia