Pedro De Lorenzo y Macías
Leyendas y mitos del pueblo celta
Fotografía: Pazo de Miraflores, Sanxenxo. ©VisitSalnés
Hay vestigios que el Monte Ventureira fuese habitado por nuestros antergos: Los Celtas. Ellos trajeron desde la India la cebolla, una de las hortalizas primarias y con propiedades curativas. Las laderas de este monte, en Padriñan, fue famosa por el encanto de sus cebollas.
Otro vestigio es el Con, en la cima del esquecido monte. Su enigma nos lleva a pensar en un Dolmen que tenía distintas finalidades: honrar a la energía cósmica que rodea los cuatro elementos: fuego, agua, tierra, aire. Lo saltaban con pértiga, siendo las mujeres las mejores atletas.
También lo usaban para quemar los cadáveres, dejarlos pudrir para alimento de la naturaleza. Tal vez al mezclarse con otras etnias, empezaron a enterrar sus muertos, señalando su tumba con un menhir.
Nuestros pueblos fueron invadidos y se mezclaron con otras etnias. Surgen leyendas sobre las almas errantes, sobre esqueletos vivientes, la santa compaña y otras. Desconocemos su origen.
Esta leyenda que plasmamos, se encuentra en distintos pueblos. Todas son muy similares. Encontramos la que pincelamos, teniendo como referente el Monte Ventureira, en Sanxenxo.
LA CALAVERA CONVIDADA:
En una lujosa mansión de Padriñán, habitaba un caballero galante y orgulloso con sus criados. Tenía una gran fortuna, que derrochaba en fiestas y amoríos. Ni temía a Dios ni al diablo. Organizaba disputas, duelos.
Una noche de difuntos encontró una calavera humana, le dio un puntapié: "Esto es para que no te burles de mi". Más sereno: "Disculpa, veo que no te hice daño. Tienes buena dentadura. Podrías venir a cenar hoy, la noche de difuntos".
Este hecho, le preocupó y le invadió una profunda tristeza. Reflexionó sobre su vida de pecado y se sintió muy agobiado. En mitad de su camino fue al encuentro del cura. Se confesó y narró el encuentro con la calavera.
El confesor le dio la absolución y le impuso varias reliquias, entre las cuales se encontraban un trozo de la cruz de Cristo. Más reconfortado, marchó el caballero a casa.
Ya en la noche, oscura y tenebrosa, pone la cena. La calavera petó la puerta. Envió a un criado abrirla, pensando que era un amigo. De lejos escuchó: "Dile a tu amo que he venido a cenar con él, ya que me invitó esta mañana". El joven caballero, muy sereno: "Que pase, será bien recibido"
Un esqueleto esperpéntico infundía pavor, el criado casi se desmaya. El caballero, pávido, se sintió seguro con los amuletos obsequiados por el cura. La calavera no quiso cenar y lo invitó a ir a la iglesia. No quiso contrariarla y le siguió. Sonaron doce campanadas, la iglesia desierta, había una mesa preparada, alumbrada con una vela marchita. Había una losa levantada, mostrando una sepultura abierta.
La calavera le dijo al joven: "Ven conmigo, cenaremos juntos, que yo te invito".
Pero el joven se negó acercarse: "Todavía no tengo licencia de Dios y no quiero ser enterrado vivo".
Furiosa, la calavera le respondió: "Si no llevaras esas reliquias, te encerraría para siempre en esta tumba. Fui profano en la tierra e incrédulo como tú. Como castigo me veo penando eternamente. Cuando encuentres un hueso humano, entiérralo con piedad y reza por su alma. Que mi pena te sirva de ejemplo y cambies de costumbres". Cuando terminó de hablar, se metió en la sepultura, cayendo pesadamente sobre ella la losa levantada.
El caballero arrepentido llevó una vida ejemplar, inculcando a todos sus descendientes a vivir buscando el bien común.
Pedro de Lorenzo y Macías.