Bernardo Sartier
Los sesos de Kennedy
Murió Pistolita, el sargento instructor de "La chaqueta metálica". De cuando Kubrick escupió en Vietnam.
Pistolita interrogaba al recluta patoso: ¿De dónde eres, recluta patoso? ¡De Texas, señor! ¿De Texas, recluta patoso? ¡Sí, señor, de Texas! ¡Entonces eres un mierda, recluta patoso: todos saben que en Texas no hay más que vacas y maricones! ¡Sí, señor!.
Siempre me fascinó la política norteamericana. Nixon de hinojos y Jackie a cuatro patas sobre el maletero del Lincoln Continental mientras Oswald mandaba a Kennedy a la eternidad. Así de real: de sus hijos muriendo contra Hitler a la humillación catódica de Clinton. Porque por qué decir relación inapropiada cuando queríamos decir felación. Sexo oral al que solo faltó la retransmisión en directo de Butano García, minuto de juego y resultado: Atención, Clinton se interna por la banda, baja la cremallera, abre la bragueta, saca su canario y ¡gool!, Lewinsky pasa a la posteridad.
Miren. Cuando a Ricardito Nixon no le quedó otra que dimitir por sus trolas le dijo a Kissinger, sollozando, que aunque cuáquero él y él judío debían arrodillarse y pedir perdón a dios. Expiación.
Hay algo pueril en esa banalización del rezo, el acta notarial de una sociedad teocrática que renuncia a dios por otro dios, el dios dólar. Pero aun así, insisto, más
veracidad ahí que en el magma pútrido y mentiroso de la política española que manufacturan en Madrid como en un taller clandestino de asiáticos confeccionan prendas para el primer mundo, o sea, soldadas fecales y condiciones infrahumanas.
En el foro sacrifican la verdad, el respeto, la dignidad e incluso la piedad porque, a diferencia de la transición, ahora solo importa aparentar. Entonces, en la transición, importaba ser y hacer.
Sumen los millones que las administraciones públicas gastan en publicidad y sabrán cuántos problemas económicos podríamos resolver.
Los "transatas", por los clavos de Cristo, jamás hubieran montado una carpa para gritar al país la conclusión inconclusa de las obras del Puente de Rande, primera inauguración que admite la reanudación del tajo llenando de mojones plásticos la obra suspensa. Paréntesis para que culos Pepsi-cola bajo la carpa intentasen tomarnos a todos por gilipollas.
La obra de Rande es la metáfora hormigonada de la vuelta al útero de la obra pública. Cuando terminen, volverán a inaugurarla.
Pero volvamos a la verdad yanqui. En la filmación de Abraham Zapruder la gente cree que Jackie corre sobre el maletero del Lincoln porque escapa hacia un matrimonio de conveniencia con Onassis. Craso error. Jackie se lo contó a Theodore White en una entrevista que debería ser el abc de las facultades de periodismo. Buscaba Jackie, a horcajadas sobre el maletero mientras el choche escapaba de los disparos, los trozos de masa encefálica de Kennedy: "volví al asiento con ellos, los coloque de nuevo dentro de su cabeza y tapé con mis manos aquel destrozo, no quería que perdiese más sesos. Yo le gritaba te quiero Jack, te quiero". Luego en el Air Force One, Johnson juraba el cargo al lado del féretro mientras Jackie lo acariciaba y le hablaba, "nunca me separaré de ti, Jack, nunca". Créanselo.
Más verdad en Nixon diciéndole al periodista Frost "qué zapatos más bonitos lleva" para, cuando se fue, susurrar "esos zapatos eran los de un puto afeminado, con unos zapatos decentes hasta lo hubiese invitado a un té".
Tremendo Nixon. Terrorífico pero auténtico si lo comparamos con los vecinos chismosos, con los realquilados advenedizos que cacarean su odio al antagonista en la corrala cotilla y destructiva en que han convertido el tabernáculo de la Carrera de San Jerónimo. Errejonistas contra pablistas, anticapitalistas contra escansistas, sorayistas contra cospedalistas y pedristas contra susanistas. Y todos sobrevolando la carroña del master.
O sea que en la guerra política de Madrid, como en cualquier guerra, el primer sacrificado es la verdad. La verdad del master y de su antídoto, porque lo de Cifuentes es feo, sí, pero que haya cadenas haciendo monotema del asunto mientras aplican cuidados paliativos a la verdad dolorosa de los "eres" resulta tan simplón que obliga a instruirse entre Trece TV y Mediaset, entre la SER y la COPE. Y ahí, en esa equidistancia tropezamos con el término medio de Santo Tomás, que es la virtud absoluta.
O sea que ni unos ni otros porque la fetén es observar las mentiras de diestra y siniestra como se contempla, desde las trincheras hechas mierda de la refriega política, el bronceado falso de Leticia Sabater.
Los senderos de gloria de la política pueden buscarse -deberían buscarse- huyendo de la banalidad, no bailando con esquíes.
Lo dijo Umberto Eco, twitter y facebook han convertido en genio al tonto del pueblo.
En el Tercer Hombre, Carol Reed pone parla al corazón malvado pero sincero de Orson Wells: "Sí, trafico con penicilina, la adultero y gano mucho dinero; es verdad que muere bastante gente pero ¿qué más da?. Desde la noria del Prater señala hacia abajo a los diminutos viandantes: "Qué importa uno más o menos. Los gobiernos matan gente con sus planes cuatrienales. Yo tengo mi propio plan cuatrienal". Trágico sarcasmo.
En la política española cada partido tiene su propio plan, pero no es cuatrienal sino para salir del paso. Improvisación artera que consiste en accionar el ventilador dirigido al antagonista. Bajo el ventilador, una gran mierda.