Marisa Lozano Fuego
Funambulistas
De pequeña iba en ocasiones al circo. Siempre me produjo una agridulce tristeza la sonrisa de jóker de los payasines, los acróbatas jugando con la vida y la gravedad. Una vez subí a lomos de un elefante. Era como una enorme montaña. Duro, alto, majestuoso. Me sentí aislada del mundo. Estar arriba no es sencillo, pierdes perspectiva supongo. Y entonces me bajé, aliviada. Nunca me he sentido arriba, de hecho el avión me da pavor. Me gustan otros elementos, el agua, la Tierra, el Fuego. Este último me hipnotiza, mirarlo, contemplar sus chispas, es como una especie de baile de las llamas en ignición.
Los funambulistas, lo mismo. Se balancean en el alambre. Supongo que todos lo hacemos. Un hilo delgado y muy tenue para salvar el equilibrio. A veces, debajo no hay red. El ser humano así camina, caminamos dando pasitos inestables, jugándonos la vida a veces, la cara o la reputación. Siempre he sido bastante torpe, ya me pasaba con el potro. En el colegio me estampaba, y hacer el pino me daba pánico. Eso de llevar la cabeza a pájaros, vale, pero en los pies, como que no. Y el funambulista es un héroe. Como lo es todo ser humano. Una heroína, una persona que camina en inestabilidad. Lo que sucede es que a veces debajo hay una fosa de cocodrilos, pero hay que pensar lo siguiente: tienen hambre. Si caemos, nos devorarán por instinto, no por maldad. Es su naturaleza. Ergo, procuremos no caer. Imaginaos al otro lado, ser cocodrilos y esperar que la pieza caiga, el maná del cielo, el pan de hoy. Tal vez nuestros estómagos tienen hambre, y lo que para otro es la muerte para nosotros es la vida.
Eso pienso cuando alguien me lastima, o hace daño, o me cuentan una versión de alguna historia. Trato de ver la otra parte y ponerme en ambos lugares: arriba y abajo.
Siempre hay dos fases y siempre distintas perspectivas.
La gente considera que perdonar es algo débil, una bajada de pantalones, o una rendición. Yo no lo veo así. Perdonar es simplemente la facultad de ponerse en el otro lado y comprender la perspectiva de quien nos lastima. Por supuesto no todo es perdonable, o no siempre es sencillo. Pero también me pregunto quién puede erigirse en juez, si el funambulista o el cocodrilo. Porque ambos llevarán parte de razón. Y todo el mundo tiene su propio dolor.
Me resulta sencillo perdonar, el odio dentro me hace daño, rasca, pica, duele. Explota, sí, como centella, pero es que luego se disuelve, como las burbujitas de champán Sabéis, el odio engendra odio, se enquista, produce tumores de eso llamado alma o mente, y es cuando los pueblos se atacan o los cismas se exacerban.
Perdonar no es un concepto religioso. Es simplemente un acto humano, así tal como respirar. Perdonar no significa caer en los mismos errores, o dejar de estar prevenido, prevenida. Significa que igual que alguien comete errores (siempre dependiendo de la intención y el grado), nosotros podemos hacer mañana lo mismo. Y quizá nos gustaría un indulto, digo. Porque la ley del Talión no perdona, y ojo por ojo todos ciegos. Y muchos ojos ven más que dos, me lo repito siempre que la lío por impulsividad o genio. Mecachis, que esto no se hace. El efecto dominó mata. Y por eso odio lastimar. Que no digo que no lo haga, pero mi Pepito grillo es muy fiero, si lo hago a conciencia fijo que esa noche no logro dormir. Creo que nos pasa a muchos, pero disculparse no mola, es reconocer que has errado y a nadie la agrada ceder.
Este año ha sido un túnel de lavado en muchos sentidos, he sido funámbula y cocodrilo…y prefiero ser Lunnie, sí. También habrá que preguntarse por qué hay gente que siempre achaca a los demás sus errores y no se quieren apear. Me cansa, me agota, me quema. Que llueva, que llueva, no importa. Ya empieza a resbalarme el odio como una capa de papel. Pero el Mundo sigue doliendo, y este circo no lo comprendo.
Si hay equilibrio el funambulista puede dejarse caer sin red. Porque los cocodrilos deciden que hoy pueden pasar sin merienda. Y él decide que sus dientes no servirán para destrozar.
Ya sé que parece sencillo, pero es pura pragmática, eso llamado empatía produce beneficio común. Bien para todo el mundo. Pero el mundo eso no lo ve, la mayor parte de las veces nuestro ego es más importante, y me incluyo, claro que sí. Pero no implica que sea práctico.
Me imagino a Ícaro volando con sus alas de cera, y el Sol quemándolas. Pues si el sol tuviera piedad, Ícaro no habría muerto. Habría calentado sus pies y él se habría elevado. Pero no fue así, como siempre es una lucha de voluntades, Hades condujo a Perséfone a su Inframundo sin pensar que ella necesitaba luz. Pero tal vez ella no pensó que él era ciego, o que sufría presbicia y simplemente creía que la penumbra era romántica.
Yo qué sé, hoy estoy pastelosa. Trato de analizar la Humanidad desde la perspectiva del rencor y es que las cuentas no me salen. Los activos restan. Y me pregunto qué es eso tan idiota llamado realidad que me piden que acepte a gritos, porque no se puede cambiar. Pero resulta que uno no quiere, otra no tiene ganas, el otro no lo desea y todos por todas, la casa sin barrer, o aspirar, que la escoliosis da molestias. Al menos en mi caso inclinarme para morder el polvo me produjo lesiones permanentes. Me pregunto qué tendría que perder el funambulista si pactara con las estrellas y ellas le ofrecieran cobijo. O qué problema los cocodrilos en comer ese día manzanas. Sí, me pregunto por qué el Sol y La Luna andan siempre en batalla y no pueden salir juntos en lugar de disputarse la supremacía del firmamento.
Y por qué los gobiernos no imaginan un pacto para que el pueblo coma. Sin necesidad de morderse el cuello y sacar la basura del otro.
No, no sirvo para científica, mis ecuaciones son muy raras. A nadie le cuadran…utópicas, ingenuidad o estupidez. O eso dicen, porque nadie se cree que el idealismo consciente exista. Y te acusan de timorata, o algún interés sideral.
Pues es que lo otro no funciona, y a unos años nos quedamos sin capa de ozono, recursos o manera de dialogar. Pero supongo que la empatía no vende y el perdón es cosa de bobos. O algo muy vetusto situado en el código inpenal. Digamos mejor comprensión, digamos mejor equilibrio. Perdonar sitúa por encima, todos deberíamos estar igual.
Funambulista y cocodrilos tomándose una birra juntos, no sería genial para el circo, habría aún más espectáculo. La prensa sacando noticias positivas y humanitarias, los laboratorios cediendo paso a la terapia animal.
Pero no, pero no, no mola, es poderoso caballero continuar enfrentando alambres para que el Circo sea Pan. Y así va todo destrozado, y nosotros en el alambre, tratando de conservar siempre un equilibrio tan atroz.
Supongo que lo otro que sueño es simplemente una Utopía, pero yo quisiera creerlo para que todos pudieran dormir.
Y para que en lugar de un circo esta vida fuera un océano, donde flotar con las manos cogidas es la tabla de salvación.
Y entonces es cuando me dicen...Marisa, hija, este es el mundo, ¿lo vas a cambiar tú solita?
Y toda chula, digo…SÍ.