María Biempica
Ser libres, no valientes
Ser libres, no valientes:
Para mí ha sido la frase que mejor define mi presencia en la huelga del 8M. Un acto tan liberador como emotivo, pues fuimos tantas personas las que apoyamos pacíficamente un cambio de rumbo en las políticas de igualdad, que hoy sí tengo la confianza de que seguro se conseguirán.
Mayores, jóvenes, estudiantes y niñas. Mujeres orgullosas que permanecimos en pie, reconociéndonos con la mirada unas a otras como si de alguna manera quisiéramos animarnos a seguir en la lucha. Muchas sonrientes, optimistas y conocedoras de nuestro inmenso poder. Otras serenas aunque confiadas, evidenciando que aquel era el momento de avanzar.
Apenas podíamos leer las pancartas anunciadoras de tan ansiado cambio entre los cientos de cabezas asomando entre una multitud pletórica. Una de esas pancartas declaraba "Queremos ser libres, no valientes". Y me abrazo a mis padres nada más empezar el acto. Inesperadamente me doy cuenta de que no puedo contener la emoción y me avergüenzan mis propias lágrimas, pues se supone que soy valiente, pero soy aún más consciente de que, efectivamente, no soy libre. Y me resguardo entre los brazos de la única amiga con la que he conseguido coincidir en este histórico momento, pues ni mi hermana, ni Anna, ni Paola ni Cayetana, consiguen ni tan siquiera alcanzarse entre ellas.
Y cada una vivimos este día de movilización contra la desigualdad de género no sólo desde nuestra experiencia, sino también envueltas gratamente en un recién inaugurado sentimiento universal, pues este día mágico en el que reivindicamos un cambio real por la igualdad, hemos incluso podido oler esta ansiada libertad. Y es por eso que este día lo recordaremos con ternura. La misma ternura con la que nos acompañaron muchos hombres: abuelos, señores de mediana edad, jóvenes y niños. La misma ternura con la que nos demuestran una vez más que no estamos solas, pues nos queda claro que son muchos los que nos apoyan.
Lloré mientras gritaba frases de inclusión y mientras coreaba canciones de esperanza. Lloramos juntas. Lloramos solidarias y lloramos al lado de esos hombres que siempre sumaron y a los que tanto necesitamos.
Instintivamente alcé mi puño y disfruté como nunca antes lo había hecho. Pues esta vez no estaba sola.