Pedro De Lorenzo y Macías
La magia del Rey Baltasar
Enero, presumido y soleado; maltratador, de frío invernal, sádico, vengativo…. ¡Dejaste huella en los años 50 a 60!.
No te visitaba Papa Nöel, nos tenía en olvido, sobre todo, a los niños de los arrabales.
Nos visitaban los Reyes… Tenían mucho trabajo. Se olvidaban de casas lejanas, poco conocidas.
Iba a catecismo a mi parroquia y a San Francisco. El Padre Luís, franciscano, era amiguete de Baltasar. Lo engatusaba con su carisma de humanidad.
Foto: Alonso Javier Torres
Observamos que muchos niños dejaban cartas de ensueño en el Gran Garaje. Doña Amalia nos recibía con ternura, con sonrisa angelical. Escuchaba nuestras historietas. Graciosamente alimentaba nuestra fantasía navideña.
Todos los días hacia presencia y contemplaba una locomotora de hojalata. Me dijo que escribiese a Baltasar. Lo hice. Fui al encuentro del Padre Luis.
En la carta constaba: "Baltasar, vivo lejos. No te olvides de mí. Me encanta la locomotora del Gran Garaje".
En San Francisco muchos niños rodeaban al Padre Luis que los escuchaba cariñosamente. Estaba lejos, me vio, se acercó, vio la carta y me dio el número 43. "El 6 a las doce de la mañana, te recibirán los Reyes en el Cine Victoria".
Salí saltando. El cine estaba enfrente del Gran Garaje. Doña Amalia sonreía al enseñarle mi número y de alguna de mis fantasías. Los días se hicieron largos. Llegó el día esperado. De las once, muchos niños hacíamos cola. Comentábamos los regalos que habían dejado en nuestras casas: poca cosa.
El cine estaba lleno, de niños y mayores. Los Reyes hicieron su entrada, saludando, sonriendo. Se sentaron en el escenario. Baltasar pronunció: "EL CUARENTA Y TRES". Las piernas se paralizaron, me acerqué temblando. Baltasar jugó con mis rizos, me obsequió con un paquete y golosinas.
Salí como una ráfaga de alegre viento. Llevaba mi paquete con adornos navideños, con misterio de sorpresa.
Doña Amalia estaba en la puerta del Gran Garaje. Corrí y le enseñé el obsequio: "Ábrelo. Baltasar se puede enfadar". No era capaz y ella, llena de ilusión navideña, me ayudó abrir la caja. ¡La magia del Rey Baltasar!
Estaba mi locomotora de hojalata. Salté de alegría, di un beso a Doña Amalia e iba corriendo enseñando mi juguete.
Me hice amiguete del Rey Baltasar; le sigo escribiendo; a veces, es complaciente.
Ese humanismo y espíritu navideño de Doña Amalia sigue en mi recuerdo. La vivencia con estas personas que no discriminan, aúnan en hermandad, en compartir, dejó en los niños de los 50 una bellísima huella.
Gracias Doña Amalia, Gracias Padre Luis, Gracias Baltasar.
¡NAVIDAD ES HERMANDAD Y UN BUEN CAMINAR AL INICIO DEL AÑO!