Bernardo Sartier
Ministro gitano ¡ya!
Ahora que según Alharilla sabemos que algunos antepasados de Artur Mas eran negreros hemos caído en la verdad "indepe": todos sus muñidores, ideólogos y palmeros tenían pasado. Incluso presente. El pasado de Mas debimos suponerlo. Esa mandíbula de capataz de plantación algodonera sugería un látigo chascado contra la espalda abierta y sangrante de un mandingo. Quiso hacer lo mismo con Rajoy, pero en vez de piel encontró hormigón armado, se le rompió el látigo y ahora anda pidiendo para la fianza por las Ramblas. De su cuello cuelga un cartón: "Me llamo Artur "Demealgo" Mas.
Luego está el presente de Rufián, que etimológicamente es el que se aprovecha de las putas. El presente de Rufián es un presente hecho de fe de converso, más viva e intensa -esa fe- que la del padre Porro por dios nuestro señor. Como ateo, me cautiva el padre Porro, pero por una sola cosa: la voluntad por ser dueño de su futuro, por torcer su destino. A otros nos dijeron "estudia derecho" como se le decía al escolar tuercebotas, que no sabía chutar, "tu ponte allí", y ese ponte allí era, en el dibujo táctico, la forma amable de mandarlo al carallo para que no estorbara, saliese del campo y se fuese a su casa a jugar con los Madelman.
Y estudiamos, sí, y alcanzamos altas cotas de infelicidad. Y así nos fue por no hacer como el padre Porro, modificar nuestro destino y convertirnos en actores porno, que era lo que de verdad ansiábamos. Pero volvamos a Rufián. Que para ocultar su verdad charnega y apestada solo tiene una manera de reivindicarse frente a los ocho apellidos catalanes, de clamarle "dejadme, "porfi", ser de vuestro club". No sé qué pensarán sus padres y abuelos de ese fanatismo telúrico sobrevenido que se giña en la tierra que los alumbró. Rufián es la versión payasa del mejor parlamentarismo español. Un Castelar con mononucleosis y diarrea mental que a falta de verdades y argumentos se nos desvanece en impresoras, esposas de poli y en ordenarle a Rajoy que saque sus sucias manos de Cataluña.
Rufián en el Congreso es como Eugenio, el humorista catalán, lo que pasa es que Eugenio tenía clase. O sea que Gabriel se nos queda en el efectismo puro y duro. La nada parlamentaria. Porque el hemiciclo, reconozcámoslo, es ya en parte un depósito miserable de nadistas vocacionales y ágrafos solemnes, de irresponsables que juegan a la política con las cosas de comer. La pregunta es de qué va a vivir Rufián el día que la política lo jubile, porque mientras te duran las pilas del anarco populismo, la política es una madre amorosa que permite vivir sin haber superado una oposición, pero cuando la política te cocea el culo, a veces toca subsistir con una no contributiva.
En el parlamentarismo británico Rufián no causaría risa, como aquí. Allí alertaría al MI5 para que Bond lo retirase de la circulación. Rufián es, metafóricamente, una mezcla de Goldfinger y Doctor No con aroma a becerro de dehesa. A Rufián lo puso en su sitio Risto cuando le preguntó por qué carallo criticaba a Amancio Ortega si se vestía luego con su ropa. Rufián, que en el fondo sabe que cuando se sube muy rápido se baja incluso más celéricamente, solo dijo "al final…", y no dijo nada más, porque yo creo que Rufián se quedó en leer, escribir y algo de cuentas. El "al final" es la muletilla de moda, molona y recurrente de los indigentes culturales, muy abundantes. Un neniño, Rufián.
¿Y qué me dicen de Tardá? Tardá es otro chiste. ¿Se acuerdan de Chiquito? Cómo no. Pues entra uno en un bar, hambriento, y pide que le digan cuánto vale un pollo. Mil pesetas. ¡No puedorr…No tengo dinerorr!. Solo tengo quinientas pesetas. No se preocupe. Tenemos un loro que da el coñazo todo el día. Lo desplumamos y le cobramos la mitad. Verá que bien lo cocinamos. Vale. Pero el loro, que ha oído la conversación, huye. Y venga cocinero, camareros y propietario del restaurante persiguiendo al loro, que se guarece bajo la mesa del cliente y con el pico le tira de la chaqueta llamando su atención. El cliente baja la cabeza y el loro le dice: "Quillo, pídete pollo, por la gloria de mi madre, que te pago yo la diferencia". Tardá es una síntesis de loro catalán y cliente conformista.
Está por la independencia (pollo) pero si le dan autonomía (loro) le vale igualmente porque "no estaban preparados para el pollo" (la independencia). Cuéntenselo a su tía abuela. La "no preparación" era canguelo a que policía y jueces le partiesen el finstro diodenal al independentismo. Saben lo que pasó el día del referéndum en Vila Roja, un barrio de Gerona ¿no?
Pues resulta que en ese reducto, mayoritariamente habitado por etnia gitana, una cuarentena de independentistas "constituyeron la mesa electoral". Con los Mossos de Escuadra delante, quince gitanos le pegaron cuatro patadas a la mesa, cogieron la urna y la lanzaron a tomar por culo desde lo alto de un barranco cercano. Los indepes, lívidos y acojonados. Los Mossos, que tenían muchas ganas de trabajar esa mañana, llamaron a la Policía Nacional.
Cuando llegó, los gitanos le dijeron que no se preocupasen, que ya se habían encargado ellos de hacer su trabajo, es decir, de evitar que se votase. Los Mossos, calladitos. La Nacional se retiró. En realidad y técnicamente, los gitanos únicamente habían cumplimentado el deber contenido en el ordenamiento penal de que todo ciudadano colabore a la evitación del delito flagrante. Ese día, votar. Con huevos y principios, los gitanos. O sea que a ver cuando vemos un Ministro del Interior gitano. Seguro que el día de la huelga la panda anarcopopulista e indepe no habría cortado las vías del AVE y las autopistas, por la gloria de mí madre.