Beatriz Suárez-Vence Castro
Soluciones
Dice Andrés Calamaro en la letra de una de sus canciones, Dulce Condena, que "no importa el problema", importa la solución.
La resiliencia es la capacidad que tenemos los seres humanos de hacernos fuertes ante las desgracias y salir fortalecidos de ellas.
El problema real viene cuando la indolencia, la pereza o la resignación ocupan el espacio que deberíamos dejar a la resiliencia.
Después de los pavorosos incendios que asolaron Galicia hace tan poco tiempo, todo sigue igual, menos lo quemado. Que tenemos un problema con los incendios, lo sabemos. Las condolencias son gestos bonitos. La solidaridad, también. Pero no dejan de ser solamente eso: gestos.
Desde la clase política no nos han dicho qué medidas se van a tomar para que algo tan horrible, no vuelva a suceder. ¿Van a sustituirse los eucaliptos por otro tipo de árboles? ¿Qué va a pasar con la superficie quemada? ¿Es o no cierto que se pueden recalificar los terrenos quemados? Porque la gente de a pie, la que ha ido cubo a cubo, apagando el fuego que consumía su casa no sabe de leyes. No sabe si los rumores que circulan por las redes son o no ciertos. Y no lo sabe porque quienes tienen la obligación de explicarlo no lo explican.
Preguntas tan importantes no pueden quedarse en el aire, sin respuesta, sin ayuda real.
Si los fuegos obedecen en verdad a la mano de un loco o si se realizan con ánimo de lucro, en el fondo ése no es el problema porque sea por el motivo que sea hay que evitar que se sigan repitiendo. Evidentemente el viento lo propaga y el fuego se extiende rápido, pero propuestas tan sencillas como asegurarse de que todas las fincas estén libres de maleza o que haya medios suficientes para que nadie, en la medida de lo posible, quede desamparado ante un incendio, siguen sin ser atendidas.
Independientemente de esto, no solo los "ricos y poderosos" tienen la culpa de todo. Esa es la vía fácil para escaquearnos de la responsabilidad que tenemos todos con los bosques. De no asumir que un bosque o un río es un organismo vivo, no un vertedero. Que si tenemos una finca, por pequeña que sea, debemos cuidarla y limpiarla. Que si algo es solo nuestro, nosotros debemos gastar nuestro dinero en mantenerlo. No tienen ninguna obligación de pagar los demás con sus impuestos, lo privado, además de lo público.
En Pontevedra tenemos varios ejemplos de desidia en cuanto a fincas sin limpiar. En las inmediaciones del parque Amalia Álvarez hay superficies de terreno con maleza que sobrepasa la altura de una persona. Además sirven de improvisado basurero para quienes pasan cerca y la conciencia ecológica le trae al fresco. Muchos de ellos se habrán llevado las manos a la cabeza cuando tuvieron lugar los incendios, pero pasado el día, ya pueden volver a tirar sus deshechos a la finca. La maleza va a seguir creciendo y no se ven ni los restos de comida, ni los papeles, ni las latas de bebida, ni los plásticos, ni siquiera la ropa vieja. En el medio y medio de la ciudad. Con dos narices.
En las inmediaciones del aparcamiento de autocaravanas por la zona del Puente de los Tirantes, a solo unos metros de un parque infantil, se repite la misma escena: más maleza de la altura de un árbol y más porquería.
El "total, que más da", el "tanto ten" se ha instalado entre nosotros de una manera alucinante. El pensamiento es: Como ya hay tanta basura, ¿para qué voy a recoger yo la mía? ¿Por qué no voy a tirar este papel al suelo, si ya hay muchos más? Así, gota a gota, rebosa el vaso.
Hace un par de días pasaron por televisión una película de Ciencia Ficción: Tomorrow Land.
En ella un aparato gigantesco proyecta imágenes apocalípticas del futuro: el hielo del planeta derretido, los bosques quemados, los animales muertos. Como las personas tienen acceso a esas imágenes porque se les expone repetidamente a ellas, nadie se molesta en remediarlo.
Se resignan a la catástrofe y la aceptan, convencidos de que luchar contra algo tan grande, no merece la pena. Ante esta situación un grupo de rebeldes se propone buscar soñadores, gente que, a pesar de conocer los presagios más negros esté dispuesta a hacer algo por cambiar el futuro. Así comienzan a reclutar a personas que en lugar de un "qué más da" tienen en su mente un "voy a hacer mi parte". Y así, gota a gota, parte a parte, desde todos los lugares del mundo aparece gente dispuesta a cambiar las cosas.
Nos hemos habituado tanto a las catástrofes, a la corrupción, a los asesinatos, a la brutalidad de las imágenes de los noticiarios, que ya nos hemos resignado a que lo malo va a pasar sin que podamos hacer nada para remediarlo.
Pero sí que podemos hacerlo y además debemos. Mientras estemos aquí, tenemos que luchar por no perderlo todo. Y el planeta, aunque suene también a Ciencia Ficción es todo lo que tenemos. Lo que vamos a dejarle, seguro, a la siguiente generación, siempre que nos ocupemos en cuidarlo hasta entonces.
En Tomorrowland uno de los personajes hace una pregunta que se clava como un aguijón: ¿Cómo es posible que la Tierra esté padeciendo epidemias de obesidad y de hambruna que coinciden en el tiempo?, y sigue preguntando: ¿En serio esto no da que pensar?
Nada tengo yo que añadir cuando la realidad en este caso es igualita, pero igualita, a la ficción. No la supera, pero será cuestión de tiempo que lo haga, si no nos ponemos todos, de abajo a arriba, a dejar de dar vueltas y más vueltas al problema sin buscar lo que de verdad importa: Soluciones.