Esta semana nos hemos despertado con la triste noticia del cierre del convento de Santa Clara de nuestra ciudad. Cierto es que desde hacía mucho tiempo las monjas de esta congregación no superaban la media docena, y en los últimos años oscilaban entre tres y cuatro. Ahora nos hemos enterado que tan solo quedaban dos y la Orden decidió el definitivo cierre, al menos por ahora.
El convento siempre perteneció a las monjas clarisas, segunda de las órdenes de la familia franciscana y modalidad contemplativa de la misma, y esta no sería la primera vez que las clarisas dejan su convento, aunque las veces anteriores fueron causas externas las que las obligaron a abandonar sus dependencias.
Recordemos que en el año 1719, las cuarenta que entonces había se tuvieron que ir a Santiago, al colegio de las Huérfanas, huyendo de la invasión inglesa que arrasó la ciudad y quemó sus edificios más importantes.
También durante la Guerra de la Independencia contra los franceses se dispersaron por casas de parientes y amigos durante ocho meses, y cuando regresaron el convento estaba saqueado y parte de él quemado.
El 5 de diciembre de 1868, las monjas tuvieron que abandonar el convento y trasladarse a Tui, allí permanecieron siete años, regresando el 1 de octubre de 1875. En este tiempo el convento estuvo ocupado por los niños del Hospicio, pero el entonces arzobispo de Santiago, Miguel Payá y Rico, negoció con el rey Alfonso XII y consiguió que el convento fuese devuelto a las monjas.
En cuanto a sus orígenes no están del todo claros. Muchos conventos de monjas fundados en el Medioevo hispano solían constituirse inicialmente como simples “beaterios” que, con el paso del tiempo, se adscribirían a una determinada Orden Religiosa. Se sabe que este procedimiento fue el inicio de algunos conventos de clarisas en el norte peninsular y algún autor ha supuesto que este sería el inicio de este convento. El vacío documental de los comienzos de este cenobio no pueden confirmar o desmentir tales hipótesis.
Según el cronista franciscano fray Jacobo de Castro en su trabajo publicado en 1722 bajo el título “Arbol Chronológico de la Santa Provincia de Santiago”, data la fundación del convento de Santa Clara de Pontevedra en el año 1271, fundamentando esta afirmación en una supuesta donación de doña Mayor Pérez, junto con don Pedro Rodríguez Tenorio y su esposa doña Teresa Páez de Sotomayor y otras ilustres familias. La primera referencia documental en la que se hace mención a una comunidad de religiosas bajo la advocación de Santa Clara es del año 1293. El documento trata de una concesión de varias heredades a Teresa Pérez, especificando “monja de Santa Clara”.
La iglesia, construida en aparejo de sillería granítica, presenta una nave rectangular sin crucero y capilla mayor poligonal más estrecha que la nave, es de estilo gótico con reformas posteriores. La construcción de la iglesia, en sus partes fundamentales, debe situarse cronológicamente en la segunda mitad del siglo XIV y en el interior del convento cuenta con un hermoso claustro, con jardín en forma de cruz, un cruceiro y una fuente que en fábrica se asemeja a la de la Herrería. Los muros son más altos en el interior, unos ocho metros, que en el exterior, seis metros aproximadamente.
Durante el siglo XVI la comarca pontevedresa se vio afectada por grandes variaciones climáticas que alteraron las cosechas y provocaron desabastecimiento en la villa. Cuando los cambios eran de lo más severo y extremo el concejo convocaba a la población para sacar en procesión a Nuestra Señora de la O, patrona de la villa. Trasladaban la imagen desde San Bartolomé el Viejo hasta la iglesia de Santa Clara, donde con las limosnas se realizaba una novena en su honor. Con el tiempo terminó por convertirse en una costumbre el entregar limosnas a las monjas clarisas para pedir la intercesión de la virgen para que el tiempo fuese el deseado. Asimismo, también se fue transformando la limosna en especies, frecuentemente en huevos, con los que se sufragaban las novenas; de este modo se generalizó la costumbre de llevar una o varias docenas de huevos al convento de Santa Clara cada vez que se deseaba que un día determinado hiciese buen tiempo.
Las religiosas clarisas de este convento conservan dos banderas, esto se debe a que el Batallón Provincial de Pontevedra tenía por Patrona a la Virgen de los Desamparados y cuando hacían una bandera nueva la bendecían en dicha iglesia, dejando a la Virgen las que antes habían usado. En una de las paredes aparecen dos enganches metálicos, que en su día fueron mástiles de las dos banderas donadas al convento tras la batalla de Pontesampaio, en 1809.
En la fachada de su iglesia podemos observar seis labras heráldicas, una de ellas se trata de una piedra armera de las más antiguas de Pontevedra, su labra podría situarse en la segunda mitad del siglo XIV o en los comienzos del XV. De superficie cilíndrica convexa, su contorno tiene forma rectangular y está cuartelado en cruz. En su momento se entendió que este escudo podía representar a figuras de caballos y se interpretó como relacionado con la Orden del Temple, de ahí surge, en parte, la creencia de su origen templario y que este convento se levantase sobre una antigua bailía de la Orden del Temple, pero hasta el momento no se han podido encontrar pruebas que constaten tal hecho.