Paco Valero
Longevidad, sanidad pública y recortes que matan, pero no a todos por igual
Los españoles somos los más longevos de Europa. Lo acaba de confirmar un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS). De media vivimos 82,2 años. Entre las causas, está el predominio de una dieta en general saludable, una reducción de los malos hábitos (tabaquismo, sedentarismo...), el buen clima y... un magnífico servicio público de salud. Son datos de 2010; es decir, anteriores a los recortes introducidos en sanidad. Y como advierte la OMS, estos pueden pasar factura. Viene bien recordarlo ahora que desde áreas gubernamentales centrales y comunitarias se nos dice que los recortes en servicios y prestaciones no perjudicarán a nadie, sino que son operaciones de "optimización de recursos", "sinergias", "externalizaciones" y demás vocabulario a la moda. Unas horas de más en Urgencias, o una demora de meses en un tratamiento, pueden ser decisivas en algunos casos. Incluso sin recortes, es evidente que las deficiencias del sistema sanitario tienen un coste en vidas. Por eso, solo desde la mala fe puede asegurarse lo contrario.
Una mala fe que tiene truco escondido porque se está aprovechando la crisis para cuestionar el modelo público de salud. Los mismos que dicen que los recortes no causarán muertes, asegurán que la sanidad pública es insostenible hoy, porque nos cuesta demasiado. Y como alternativa, proclaman, solo nos queda limitar prestaciones, reducir servicios, transferir recursos a centros privados, supuestamente más eficientes, o directamente privatizar la sanidad. Les está saliendo bien porque una opción ideológica que va en sentido contrario a lo que prefiere la mayoría de los ciudadanos se están colando en la sociedad como un imperativo económico sin alternativa. Pero la hay. Evidentemente que la hay: mantener el actual sistema sanitario depurado de ineficacias. Y mantenerlo no por temor al cambio, sino porque es el sistema público de cualquier tipo más eficiente que ha montado el Estado español nunca, sin ser perfecto, evidentemente, y ahí están las listas de espera, el déficit en atención primaria y la excesiva medicamentación para recordárnoslo. Con el actual sistema sanitario, público, universal y financiado con los impuestos de todos (que no gratuito), hemos conseguido el mejor sistema de trasplantes del mundo, que nuestra asistencia hospitalaria tenga estadísticas de curación comparables en muchos casos a los más caros centros hospitalarios privados del mundo y que los profesionales sanitarios españoles estén entre los mejor valorados (y buscados). Y todo ello, a un coste menor en comparación a lo que gastan nuestros países vecinos.
En 2008, y en términos de porcentaje de gasto sobre el PIB (último año en el que hay datos comparables), la sanidad pública supuso en España un 6,8% del PIB, en Suecia el 7,7%, en Alemania el 8,1% y en Francia el 8,7%. Es decir, hoy tenemos un sistema con una relación cobertura/calidad/coste excelente, mejor que la de otros países con coberturas y servicios parecidos. Es algo que se ha conseguido gracias al esfuerzo de los ciudadanos que lo han financiado y de los profesionales políticos y sanitarios que han sabido desarrollarlo durante las últimas décadas. Y lo razonable es ser prudente con este patrimonio recibido, y no mutilarlo o mal venderlo. Una prudencia que no parecen compartir algunos dirigentes del PP, radicales en esto, y morosamente conservadores en la reforma de todos los entramados institucionales y económicos que sí han demostrado ser una rémora para nuestro bienestar. España es, por si lo han olvidado, uno de los países con mayor desigualdad en el reparto de la riqueza de la UE (solo nos ganan Rumanía y Letonia). Ahí sí que hay reformas radicales por hacer. Si quisieran, que no querrán. Y la desigualdad en la riqueza es, por si lo han olvidado, el mayor desequilibrador de la esperanza de vida. En España, el segmento más rico de la población vive diez años más que el segmento más pobre. Sí, ¡diez años! Una diferencia que supera a la de los países occidentales de la UE, donde es de siete años. Un segmento de la población que es, además, el primero en acusar los recortes en sanidad. Porque los recortes matan, pero no a todos por igual.
13.03.2013